La Alberca
El turismo que no volverá a Sevilla
No se puede entender que una ciudad volcada en el turismo esté tan descuidada y sucia
Verona, la ciudad de los Capuleto, tiene uno de los anfiteatros romanos mejor conservados del mundo. Fui a visitarlo hace unos años con fuertes expectativas y me llevé un chasco del que aún no me he recuperado. El edificio sigue siendo una joya que en ... el siglo I celebraba espectáculos para 30.000 espectadores y actualmente acoge uno de los grandes festivales de ópera de todo el circuito gracias al proceso de rehabilitación que se llevó a cabo en el Renacimiento. Sin embargo, su estado de limpieza y vigilancia es un escándalo. Durante mi visita, que costó 15 euros por persona, tuve que sortear botellas de plástico, bolsas vacías, colillas, cajetillas de tabaco vacías y hasta una cáscara de plátano. Tampoco fue muy edificante la visita posterior a la casa de Julieta, en la plaza del Erbe, corazón de la ciudad. Todo ese espacio rezumaba una dejadez higiénica incomprensible. Y entonces me pregunté si acaso el exceso patrimonial no lleva a determinadas ciudades a vivir de las rentas. He conocido lugares, sobre todo en Estados Unidos, donde preparan exquisitos circuitos turísticos para ver un palacio que apenas tiene dos siglos. ¿Qué sería de Sevilla, donde cualquier árbol es más antiguo que lo que exhiben con orgullo en destinos perfectamente cuidados, si le pusiese un poco de celo a sus servicios públicos? Yo fui a Verona porque su atractivo histórico me atraía, pero después de aquella experiencia no me apetece volver. Supongo que a muchos de los viajeros que vienen a Sevilla les ha pasado lo mismo que a mí.
Es inevitable tener la sospecha en esta ciudad de que no sabe explotar sus virtudes. Y al mismo tiempo es una paradoja inexplicable que los responsables políticos hayan puesto tanto celo en la atracción de turistas para garantizar el desarrollo económico de la capital andaluza y, al mismo tiempo, se hayan despreocupado de mostrar una ciudad bien cuidada. El Ayuntamiento ha puesto sobre la mesa el debate de la tasa turística para paliar la erosión que sufre la ciudad. Si cada visitante paga un dinero equis en su estancia hotelera antes de marcharse, esa recaudación servirá en teoría para mejorar los servicios y amortiguar la repercusión que el uso turístico tiene sobre nuestras calles. Es posible que esta medida solucione algo, pero el problema es mucho más profundo. Se trata de planificar una Sevilla equilibrada. Los expertos ya están alertando de que si los barrios pierden su identidad, los viajeros de alto poder adquisitivo dejarán de venir. Y, como ha ido publicando este periódico desde hace tiempo, la saturación de pisos turísticos en zonas como Santa Cruz, el Arenal o la Alfalfa exige ya acciones de control para evitar el efecto Venecia.
El paseo del Jardín Americano lo explica todo. Decenas de turistas caminan por ahí cada día para 'disfrutar' de la estampa de Sevilla desde la otra orilla. Lo que ven son grafitis, botellas de plástico, socavones, matorrales y... cáscaras de plátano. Lo necesario para no volver jamás.
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