La Alberca
La Sevilla de sangría y rebujito
El itinerario de la jarra de tinto impostado y la paella de plástico es el colmo de la falsedad sevillana

Camino de la Casa de los Pinelo, que es el templo de Minerva de Sevilla, sede de las academias ubicada sobre los más antiguos vestigios de la ciudad, tomé la calle Albareda por Tetuán. Parecían esos callejones que desembocan en la plaza de San Francisco ... las costanas en las que se forma la cofradía de los veladores. Me zafé de esa bulla de mesas y decidí tomar Hernando Colón, aunque diese un poco de rodeo, para no poder de vista las sebkas. Iba a la sesión necrológica de Antonio Burgos organizada por Buenas Letras y paseaba con algo de tiempo. A pesar del pronóstico de lluvia, el sol se colaba entre las nubes y la tarde había cogido color almagre. Respiré hondo por si algún naranjo estaba ya emitiendo señales de la Cuaresma, pero la fritanga se imponía. Y de manera fortuita acabé descubriendo que estaba haciendo el itinerario de la sangría. Desde el Picalagartos a Placentines, ni una sola taberna era ajena al cartelito: «Sangria han made». Unas centroeuropeas apuraban la jarra con sus respectivas cañitas en un velador. En el contiguo, una familia hacía aspavientos tras probar el rebujito. Y en ese momento, mientras reflexionaba sobre la importancia de la Academia y de Antonio Burgos en la conservación de Sevilla, me dije a mí mismo: «Voy a la segunda sesión necrológica de Antonio porque si él hubiera visto esto se habría muerto otra vez».
No sé si corresponde a los antropólogos o a los historiadores averiguar en qué momento se instauró la sangría junto a la Giralda, pero rogaría a los excelentísimos académicos dirigidos por el eximio Pablo Gutiérrez-Alviz que pongan en marcha esa investigación. Es urgente diagnosticar el fenómeno de la paella de plástico para saber cómo funciona el negocio del turisteo. Cuántos representantes de arroz prefabricado trabajan en la zona, en qué lugar exacto de Finlandia se fabrica ese brebaje de tinto impostado que colocamos a los guiris como la poción de la sevillanía, cuánto tiempo hace que entró en uno de esos decorados el último sevillano.
Contó Pérez Reverte después en la Casa de los Pinelo que sigue estando enamorado de la Sevilla que hay debajo de las pisadas de los turistas, pero lo hizo con un toque de nostalgia que a todos nos dolió. Y recordó un diálogo de un recuadro de Burgos que nos hace una sangría en la memoria.
—Qué bien huelen los jazmines.
—¿Qué jazmines, si no hay?
—Los que estaban aquí antiguamente.
Todo cambia. Es inevitable. Pero se puede cambiar sin traicionarse. Yo recordé a Montesinos camino de la segunda sesión necrológica de Burgos. Y silencioso y sin hablar con nadie, el nazareno escogerá el camino más corto… El itinerario de la sangría y el rebujito es de ruan. Es el camino más corto para herirnos. Porque nos lleva a la tumba de una Sevilla mentirosa que ha cambiado el ole por el 'oh, my God'. La Cruz del Campo que estaba aquí antiguamente, como los jazmines, por la cruz del turismo. Qué ciudad más falsa, Dios mío.
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