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la barbitúrica de la semana

Muertos por dentro

No merece la pena dar por buenas las verdades del cuñado y desoír las del barquero

Dos alegres comadres

Ya nos pondremos el traje

Karina Sainz Borgo

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Este domingo podría elegir mi mejor ataúd. De las que tengo en el armario, seleccionar la caja de madera más vistosa. Algo perfecto para salir a dar una vuelta por el cementerio de la calle Ferraz o incluso por la acera de Génova, donde sirven unas gildas estupendas ... . Sentada ante una mesa, podría ensartar ideas vacías, despanzurradas a conciencia como una aceituna atravesada por un palillo. Vestida de difunta, constataría asuntos deplorables con la naturalidad de un ser sin cerebro: prostitutas, las que hagan falta, contratadas en la administración pública; personas que renuncian a su deber y se mudan a vivir en el condominio de la cobardía, entendiendo por tal cosa, meterse bajo la mesa en la que le tiran comida o acodándose en el burladero de su escaño. Vería deambular, también, a los especialistas en la paz ajena, esa parte de la cadena trófica que celebra una tregua sembrada de cadáveres o aquellos que, valiéndose de la obediencia, dan por normal un disparate según el cual sería posible, por ejemplo, la contratación con dinero público de un simio para tocar el piano en Extremadura.

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