Había cultivado una imagen para la ciudad y el mundo, como Camilo José Cela, pero con un amargor que no lo arreglaba ni un digestivo en Paradores, ni la felicidad de un clarete en la Alcarria. Umbral se fue un día como el del ... miércoles de hace diecisiete años, esclavo de ese compromiso de la columna donde vehiculaba su vida. Aquel agosto que boqueaba también se había llevado por delante el corazón mozo de Antonio Puerta, uniendo las lágrimas de los sevillistas a los béticos, como cuando las dos Esperanzas hicieron noche de aguas en la catedral en el 95.
Francisco Umbral se fue, y ni la piscina ni los pajarracos siguieron cantando. O sí. A quien había hecho del encargo una de las bellas artes literarias se le empezó a recordar mal y en gags, por esa manía de España del trazo grueso y la educación catódica. Pasó por esta Casa, paseó la 'sacrosanta' Transición, comió una manzana delante del gran Soler Serrano, y su dolor, la doble orfandad de padre e hijo, la iba tapando con la olivetti donde su carnívoro cuchillo troceaba desde el yo más absoluto el presente. Tecleó el mundo, la ciudad, con la fascinación y la música del idioma priorizada sobre el argumento, que se le perdía en los fulgores de la lengua. Trazó una forma de ser testigo actuante de la Historia aunque la Historia y él mismo zozobraran los tiempos.
Me he acordado de Umbral, de quién era yo hace 17 años, y en la ecuación veo que, pese a todo, aún me estremezco cuando abro 'Las Ninfas', que aprendí de memoria en un viaje a México. Yo, quizá como él, tuve que apañarme las lecturas caóticas por falta de mentor, pero me dejó, junto a Gistau, la enseñanza impagable de que el periodismo es un género mayor de las letras.
Años después de su muerte, el mundo se dividió entre umbralitos y no umbralitos. No elegí bando pero me metieron en el saco, y tampoco, con las hormonas en flor, estaba yo para quejas y proclamas literarias. A Umbral conviene tenerlo en la estantería, ni muy a la vista ni escondido, para convencernos que el idioma diario e impreso fue lo que una vez nos hizo hombres.
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