LAPISABIÉN
Puente
La lengua es un caudal sabiéndola manejar, que dice un refrán de Castilla, pero Óscar Puente es cofrade de la gramática parda mientras pasan los días de verano y coger sus trenes es un infierno que se va convirtiendo en doméstico. La 'penúltima', de ... nuevo, en Chamartín. Puente es así, va montando pollos por donde después no crece la hierba, lo mismo en un campo de golf, una boda sin invitación, que donde le toque, que para eso es versátil en hacer del castellano una flecha para arremeter contra el Altísimo o contra quien pase por allí. Tanto le da.
En el ministro de transportes y colapsos, lo que se ve es algo 'freudiano' que tiene que ver con la culpa, el victimismo y unos modales de diplomático británico. Por sus méritos se le conocerá, y por una boca que escupe contra el mundo, que sigue girando. Puente se ha creído el papel, y los sinsabores y las diplomacias que quizá tuvo que ejercer en Valladolid se le van perdiendo, como perdimos Cuba o aquel tren que nos iba a llevar a tiempo a remojarnos las blanduras en el mar. En Puente está siempre la sorpresa, el desafío, la bilis frutalmente propagada.
A Puente no hay que traducirlo, que su mensaje es internacional entre el Pisuerga y el Amazonas, y viene pensando uno en el atractivo de la cartera de Transportes, que nos da buenos momentos de jolgorios y macutazos según a quien haya que reprocharle los retrasos, y el estado de las catenarias y del papel higiénico que falta en un largo recorrido. Transportes, me imagino, debe oler a ajo como el ministerio de Igualdad, con Irene Montero, hedía a talco y látex.
En su frontispicio debería estar lo de vertebrar España, tan orteguiano, pero, en este punto, Puente es tan hiperactivo que cuando piense lo que diga le darán fatiguitas en el esófago.
Me fijo en Puente, en su memorial de agravios, y casi que se llega a empatizar con él cuando coge el atril como una ametralladora y ya España toma velocidad de crucero. Les ha puesto a los cercanías caritas de Transiberiano: guarde Dios a quien nos devuelve a la dorada época del tren botijo.
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