VISTO Y NO VISTO
La taza de café
Cantinflas se lleva la mano al bolsillo y le dice al botones: «Tenga, para el café». Y le entrega una taza
El suicidio de Europa
El apagón europeo
En el Estado de Partidos todo es mentira menos lo malo, siendo ahora lo malo que Aznarín («¡váyase, señor González!») está enamorado del retrato de Gonzalón («¡a mí ése no me gana!»), medradores, ambos, con los Bush en las guerras de Mesopotamia; Gonzalón con ... Bush padre, a quien envió una dotación de conscriptos con Marta Sánchez; y Aznarín, con Bushito Chico, a quien sirvió con la llama de Chencho en la ONU para invadir (invasión buena) el emplazamiento del Jardín del Edén.
–A Bu, a la señora de Bu y al Busito chico –brindó Cúchares su toro en París al palco imperial, con el emperador, la emperatriz y el heredero, un niño, pues el matador había observado que en Francia a todo el mundo se le llamaba «vous», que él oía «Bu».
Los guerreros Gonzalón y Aznarín fungen hoy de viudas de Sleepy Joe, el belicista del autopen para firmar indultos, y son como el Cantinflas y el Charlot de la Santa Transición, a la que Gonzalón llegó como Mario Moreno al Gran Hotel: el botones lo guía hasta su habitación, le abre la puerta y se queda esperando la propina; Cantinflas se lleva la mano al bolsillo y le dice: «Tenga, para el café». Y le entrega una taza. Con Gonzalón no acabó Aznarín, sino Chiquito de la Calzada, que lo convirtió en meme de la TV. Aznarín llegó como Charlot, que fue, según Ramón, «como un domingo por la tarde, todo el domingo de 1920», que en España sería el 2000: el baile de un hombre solo en las vanidades y las fiestas engoladas del mundo (boda de El Escorial).
–Rana galvanizada que un día se quedará sin corriente, y ese día desaparecerá el charlotismo.
De tanto «guerrear» por el mundo nos quedan dos comicastros dedicados a matar su aburrimiento de rastacueros sermoneando… ¡a los americanos! sobre la cultura, inédita en Europa, de la democracia representativa. ¿Siempre fue España igual de necia? Oír a estos papanatas, fetichistas del pleonasmo «Estado de derecho», que nada significa, es llegar a la conclusión de que el 78 nos devolvió a la Infrahistoria, en la cual, nos dice Miguel Espinosa, «no transcurre el tiempo; se detiene simplemente»:
–Todo es allí idéntico, inmutable, eterno, falto de consciencia, fatal y determinado, pues no existe Historia donde no hay individualización.
¿Cómo en el 57 (¡en el 57!) se podía escribir con la finura, la inteligencia y el conocimiento propio de las 'Reflexiones sobre Norteamérica' de Espinosa («historiador de la cultura», lo llama Tierno en el prólogo,), y andar en el 25 tropezando con majaderos del Sánchez es Trump, que es Putin, que es Hitler, que es un concejal de Vox, para «salvar la Unión»?
–Mi finalidad es salvar la Unión, y no salvar ni destruir la esclavitud. Si puedo salvar la Unión sin dar libertad a un solo esclavo, lo haré –dijo Lincoln, creador de la Nación yanqui sobre la Unión de los Padres fundadores, hasta que la dictadura de Roosevelt alumbró el Estado Demócrata.
Hay una rana en mi taza.
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