una raya en el agua
En Defensa propia
Raro será que Sánchez no use su compromiso de aumento del gasto armamentístico para tratar de meter al PP en un lío
Crustáceos de clase
Los de fuera
El debate sobre el gasto militar en España tiene muchas probabilidades de derivar en la habitual pugna por el relato. En la aburrida y eficaz 'vieja política' ni siquiera se produciría discusión: el Gobierno y la oposición apenas tardarían un rato en trasladar las ... directrices europeas a un acuerdo de Estado. Pero el Ejecutivo de Sánchez ni siquiera está de acuerdo consigo mismo, y menos con sus socios externos, esos partidos separatistas que ven en el Ejército una fuerza de ocupación encargada de sabotear su destino manifiesto. De modo que se aproxima un tira y afloja en el que Sánchez intentará, como hizo con el decreto de las pensiones, poner al PP en un aprieto al incluir la inversión en Defensa en el proyecto cerrado de los Presupuestos. Su clásico paquete legislativo 'omnibus', a todo o nada, donde el todo engloba nuevas cesiones al nacionalismo, ocurrencias ideológicas arbitrarias, subidas de impuestos o reformas estructurales camufladas.
Raro será que el presidente no aproveche la oportunidad de meter a la derecha en un lío. Todo su mandato está basado en el cisma civil y político, y resulta improbable que sea capaz de dejar la cuestión del armamento fuera de ese propósito divisivo. Sin el apoyo de los populares no le salen las cuentas parlamentarias para sacar adelante un asunto que suscita el rechazo de sus aliados principales, pero algo inventará para poder acusar al adversario de faltar a sus responsabilidades o, en su defecto, colocarlo en una tesitura que lo enfrente a sus votantes. Necesita encontrar la manera de cumplir los compromisos internacionales sin disgustar a la izquierda y sin parecer que afloja un ápice en su planteamiento de polarización irreconciliable. Y eso sólo lo puede lograr con una trampa propagandística capaz de perjudicar al PP haga lo que haga o diga lo que diga. Sometiéndolo a la disyuntiva de faltar a su deber o quedar ante su electorado como apéndice de los socialistas.
Le queda otra vía, pero es más complicada: tratar de que la mayoría de investidura le apruebe el rearme a cambio de otra derrama de contrapartidas identitarias. Difícil aunque no imposible; esa gente siempre está dispuesta a participar en una subasta y aún tiene muchas reclamaciones financieras y competenciales que arrancar a un Gobierno dispuesto a abrir la caja. Ésa sería para el sanchismo la mejor forma de resolver el problema, acostumbrado como está a pagar cualquier precio y satisfacer cualquier exigencia antes que apostar por la centralidad estratégica que articula la escena pública europea. Habrá que esperar, pero la experiencia de la legislatura enseña que en caso de duda el Gobierno suele preferir el camino más conflictivo. Porque entiende que la confrontación le ofrece mayor margen de beneficio y porque desde el principio ha asentado su supervivencia sobre la idea de una sociedad fracturada y un país dividido.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete