La Tercera
La suerte
Woody Allen afirmó en una ocasión que el talento es pura suerte, simplemente se tiene o no se tiene. Otros en cambio, como los clásicos, aseguraban que la suerte elige a sus favoritos entre aquellos que la tientan o la ponen a prueba
Psicología de la mirada
Pluralismo, independencia y añadidos

La película 'Match Point', de Woody Allen, comienza con una frase que muchos recuerdan. La cámara muestra cómo una pelota de tenis que acaba de botar en la parte superior de la red se mantiene en suspenso sin que se sepa si caerá en ... un campo o en otro mientras una voz en off cita: «Aquel que dijo que más vale tener suerte que talento realmente conocía la esencia de la vida…». Suele contarse igualmente que Napoleón, cuando necesitaba confiar una misión especialmente delicada a un militar, antes que interesarse por sus méritos, su formación o su valentía preguntaba: «Sí, sí todo eso está muy bien pero ¿tiene suerte?».
¿Existe algo más fascinante, azaroso, inasible, injusto y también decisivo en la vida de las personas que la suerte? Son muchas las teorías que a lo largo de la historia se han formulado sobre eso que algunos llaman fortuna, otros ventura, azar, casualidad, destino… pero que puede igualmente llamarse fatalidad, desdicha, karma. El propio Allen, por ejemplo, afirmó en una ocasión que el talento es pura suerte, simplemente se tiene o no se tiene. Otros en cambio, como los clásicos, aseguraban que la suerte elige a sus favoritos entre aquellos que la tientan o la ponen a prueba. 'Audentes fortuna iuvat', la fortuna favorece a los audaces, y así parecen atestiguarlo César, al cruzar el Rubicón, o el propio Bonaparte que, tras ponerse al frente de una Francia corrupta y depauperada, conquistó más de media Europa. O incluso Adolf Hitler, que hizo otro tanto en su guerra relámpago, porque la suerte sabe poco de ética y beneficia por igual a grandes hombres como a tiranos. También es veleidosa, tornadiza. Un día sonríe y al siguiente vuelve a sus protegidos la espalda, como lo demuestran los antes mencionados tres ejemplos.
A que esto ocurra colabora no poco un factor capaz de acabar con la baraka más fulgurante. Los griegos lo llamaban 'hybris'. O, lo que es lo mismo, el orgullo y la soberbia del tocado por la suerte, que cegado por sus éxitos cree que su buena estrella lo protegerá siempre y empieza entonces a cometer errores impensables en alguien de su alta capacidad y astucia porque la arrogancia es el mejor disolvente de la inteligencia y no digamos de la prudencia. Así se explicaría por qué figuras históricas que llevaron a cabo gestas increíbles acabaron bajo las dagas de sus senadores, cultivando petunias en Santa Elena, o descerrajándose un tiro junto a su flamante esposa para evitar ser capturado con vida. ¿Pero qué ocurre con nosotros simples mortales que no somos César, Napoleón o Hitler y ni siquiera somos Pedro Sánchez, que de momento (y hasta que 'hybris' se ocupe de él) también parece tocado por la suerte de los audaces? ¿Es posible llamar a la fortuna para que nos favorezca? ¿Es la suerte tan voluble como aparenta o responde a alguna ley, a algún patrón? Lo primero que parece de elemental sentido común señalar es que existen la buena y la mala suerte. La mala (sale uno a la calle y le cae una cornisa en la cabeza) no se puede conjurar, simplemente ocurre. La buena, en cambio, sí puede propiciarse: Estar en el lugar adecuado en el momento oportuno; hacer cierto ese refrán de «A Dios rogando y con el mazo dando»; arrimarse al sol que más calienta...
También recordar, parafraseando lo que un día dijo Edison con respecto al talento, que la suerte es uno por ciento de inspiración y noventa y nueve por ciento de sudoración. O, dicho en palabras de Virgilio, la suerte es el resultado de la suma de todas tus decisiones. Y eso me recuerda uno de mis pasajes favoritos de Shakespeare. Pertenece a su 'Julio César' por cierto, y me ha sido tan útil en la vida, que me gustaría compartirlo con ustedes. Afirma Shakespeare por boca que Bruto que «existe una marea en los asuntos de los humanos que tomada en pleamar conduce a la fortuna. Pero si se descuida, toda travesía de nuestras vidas encalla en escollos y desgracias». Esto explicaría cómo seguro que ustedes también lo han observadoque hay momentos en la vida en los que todo parece confabularse a nuestro favor y va uno de acierto en acierto, de éxito en éxito. Es la pleamar de la que habla Shakespeare porque ventura llama a ventura. Pero si por la razón que sea: porque abusa uno de la suerte, o por mostrarse errático, temeroso, poco tenaz, etcétera resulta que uno se sale de ese círculo virtuoso, entonces la racha acaba. Y no solo se acaba. Con frecuencia se entra en una espiral de mala suerte que hace que lo que antes era fortuna se convierta fatalidad. Por eso se dice que a perro apaleado todo son pulgas y que las desgracias nunca vienen solas. Porque la suerte es así de extravagante. Suele ir en cuadrilla, tanto para lo bueno como para lo malo.
¿Existe algo que pueda invertir esta deriva, esta cruel espiral? Aquí es Rudyard Kipling el que nos da la receta cuando en su poema 'If' entre otras muchas cosas afirma: «Si puedes mantener la cabeza en su sitio cuando a tu alrededor todos la han perdido y te cubren de reproches; si puedes seguir creyendo en ti mismo cuando todo son dudas; […] si puedes encararte con el triunfo y con el fracaso y a esos dos impostores los tratas de la misma manera […] si puedes llenar el implacable minuto con sesenta segundos de diligente labor, tuya será la tierra y lo que hay en ella y lo que es más¡Serás un hombre, hijo mío!».
Y uno muy afortunado, añadiría yo, porque la suerte, además de favorecer a los audaces, favorece aún más a los resilientes, a los tenaces, a los que eligen no rendirse a pesar de todas las adversidades.
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