Woody Allen: «Si tengo que conseguir yo el dinero, creo que no habrá más películas»
El cineasta neoyorquino presenta 'Golpe de suerte' y deshoja la margarita de su retirada poco antes de inaugurar el Festival de Jazz de Barcelona
Diccionario animal de Woody Allen

Veinte minutos no parecen gran cosa, pero a Woody Allen(Nueva York, 1935) le bastan y le sobran para despachar pequeños grupos de periodistas —nada de preguntas sobre la vida personal o el #Metoo, advierten antes de entrar—, firmar un par de ejemplares de ... sus memorias aprovechando el barullo del cambio de turno y deshojar la margarita de su posible retirada antes de cruzar la calle (literalmente) y subir al escenario del teatro Tívoli de Barcelona para inaugurar el Festival de Jazz de Barcelona. El neoyorquino, el mismo hombre menudo que mira ahora con aire distraído un puñado de hojas promocionales de su última película y responde con cortesía pero sin apenas levantar la vista, estará en cuestión de horas bufando con brío su clarinete e hincando la rodilla ante George Lewis, Johnny Dodds, Jimmie Noone y, claro, Louis Armstrong. Puro jazz de Nueva Orleans. El que realmente le chifla pero, curiosamente, no el que suena siempre en sus películas.
Las bandas sonoras, de hecho, son cosa de Harry James, Benny Goodman y Glenn Miller, jazz panorámico de 'big band' que, ahora lo sabemos, era el primer paso de un estudiado plan maestro: llegar a los 87 años convertido, por fin, en un director europeo. Primero el jazz y luego todo lo demás. Godard, Truffaut, Chabrol, Resnais y ahora también él. Heywood 'Woody' Allen, neoyorquino de nacimiento y francés casi de adopción. «Esa era la música que utilizaban en las mejores películas francesas cuando yo empecé a hacer cine», asegura Allen desde la suite de un hotel de Barcelona reconvertida en accidental y bullicioso centro de prensa. «Así que pensé que podía rendir homenaje a esos filmes. ¿Louis Malle y la música de Miles Davis para 'Ascensor para el cadalso'? Yo estaba intentando hacer lo mismo», añade.
Ahí está, narrado en primera persona, el kilómetro cero de una transformación que desemboca ahora, décadas después, en 'Golpe de suerte', película rodada en París íntegramente (y por primera vez) en francés y con un reparto encabezado por Lou de Laâge, Niels Schneider y Valérie Lemercier. «Siempre quise ser un director europeo, así que me hice a mí mismo este regalo», insiste Allen. ¿Lo mejor? Que ni siquiera le ha hecho falta aprender el idioma. ¿Para qué? Si el Val Waxman de 'Un final made in Hollywood' pudo rodar una película viendo menos que un gato de escayola, no hablar ni pizca de francés no iba a ser un problema para Allen. «La gente cree que es difícil, pero no lo es. Sólo mirando a los actores ya sabes si están actuando bien o no. Cuando rodé 'Vicky Cristina Barcelona', Penélope Cruz y Javier Bardem improvisaron algunos de sus diálogos y aún hoy sigo sin saber qué demonios decían. Pero podía ver las emociones, y eso ya era bastante», explica el director de 'Manhattan'.
¿El final?
'Golpe de suerte', algo así como un revisión afrancesada y menos trágica de 'Match Point', hace diana en obsesiones recurrentes como el azar, el amor, la muerte y los tipos enfermizamente neuróticos y tóxicos —«si escribes sobre personas no tóxicas, el público se dormirá», defiende— mientras alimenta un debate que lleva recorriendo Europa desde hace meses. ¿Será esta, la número 50, su última película? ¿Habrá más? Ni siquiera el propio Allen parece tenerlo demasiado claro, aunque todo depende, asegura, del dinero. «Siempre es una molestia conseguir financiación y no creo que vuelva a intentarlo. Si alguien aparece de repente y me da el dinero para hacer otra película, entonces seguro que tendré la tentación de hacer otra más. Pero si tengo que conseguir yo el dinero, creo que se acabó; no voy a perseguirlo con el mismo vigor», explica.
Por falta de interés, eso sí, no será. «Tengo buenas ideas para una película en Nueva York», reconoce. Un filme que, a diferencia de la parisina 'Golpe de suerte' o 'Match Point', escrita para Nueva York pero rápidamente adaptada a Londres cuando apareció un inversor británico, sólo funcionaría en la Gran Manzana. «Ahora, cuando se estrene 'Golpe de suerte', decidiré qué hacer», asegura un Allen poco dado a la nostalgia —«hago una película, disfruto haciéndola y, una vez acaba, adiós muy buenas; paso a la siguiente», dice— y que no le haría feos a una nueva vida como escritor tirando del hilo de 'Gravedad cero'. «Si no hago más películas, quizá escriba más libros. La vida del escritor es muy placentera: trabajas en casa, te organizas como quieres y si algo no te gusta lo puedes tirar a la papelera, algo que no puedes hacer con el cine porque todo cuesta muchísimo dinero», explica.
Al final, quizá dependa todo de esa suerte a la que vuelve una y otra vez en sus películas y de la que, dice, no se puede quejar demasiado a pesar de que Hollywood le haya retirado el saludo y de que le sigan mentando unos supuestos abusos desestimados por la justicia. «Vengo de una buena familia, siempre he tenido salud, he podido hacer películas, he estado en el momento y el lugar adecuados… He tenido una suerte tremenda, una mujer y unos hijos maravillosos», resume. Y aún así, la vida. El querer más. O menos, pero diferente. «Siempre me he sentido insatisfecho y siempre he querido una vida diferente. El problema es que, si la tuviese, automáticamente querría otra distinta. Así que si tuviera que volver a vivir mi vida, probablemente me dedicaría a otra cosa», asegura. A algo como, quién sabe, tocar el clarinete con un poco más de destreza o nacer como director europeo para acabar convirtiéndose, después de todo, en cineasta neoyorquino.
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