EN CLAVE DE TRON
Hace cinco años
Los aplausos iban para sanitarios pero derivaron a mucha mas gente: soldados, policías, guardias civiles, bomberos, cajeras, limpiadores...
Cultura de Defensa
El honor de Ábalos
Me resulta imposible escuchar el 'Resistiré' (letra del maestro Carlos Toro) y no emocionarme. Me retrotrae a las ocho de la tarde de cada día, hace cinco años, cuando mis vecinas ponían a todo trapo al Dúo Dinámico en su terraza mientras el resto ... aplaudíamos. Y tengo algo más que la sensación de que se nos ha olvidado. Especialmente hemos olvidado a quiénes iban dirigidos esos aplausos. Y no hay derecho. El olvido casi nunca es justo y, en este caso, menos aún. Conocí a Sonia, enfermera de vocación y de corazón, en la UCI del hospital Puerta de Hierro de Majadahonda en lo peor de la pandemia. Apuntando alguna lágrima de impotencia me dijo una frase que se me ha quedado grabada para siempre: «Yo haría un buen boquete en la pared de esta UCI para que la gente viera lo que pasa aquí dentro. Y luego, que llamen a las familias de los enfermos y se lo cuenten...»
Esta semana me he reencontrado con Sonia, en un centro de salud en pleno centro de Madrid. Otra vez emocionada al echar la vista atrás, pero orgullosa, me dijo: «Es verdad que no teníamos mascarillas, ni trajes de protección... que nos los hacíamos con bolsas de basura. Pero lo peor fue que no teníamos sudarios. Nos quedábamos todos los días sin sudarios para envolver a los muertos. Entonces, simplemente, los cubríamos entre sábanas del hospital».
Los aplausos iban dedicados a médicos y enfermeras. Sí. Pero pronto derivaron a mucha mas gente: soldados, policías de todos los cuerpos y guardias civiles, bomberos, cajeras de supermercado, servicios de limpieza, funerarios, vigilantes...
Y se nos ha olvidado. Y no hay derecho. No debemos borrar de la memoria a esos bomberos sacando cadáveres de ancianos en la soledad de sus casas, ni a las asistentes de las residencias de mayores o a los guardias civiles repartiendo deberes puerta a puerta.
A los militares cantando 'Cumpleaños feliz' a un niño confinado o a los soldados de la UME limpiando las letrinas de los sintecho en el pabellón del Ifema. Ni a los científicos investigando por unas vacunas que llegaron en tiempo récord y que, incomprensiblemente, cada día más gente desprecia o minusvalora. Como los escoltas, firmes, junto a los féretros de miles de desconocidos en los palacios de hielo a falta de tanatorios. «Ningún cuerpo se queda sólo. Siempre hay un soldado junto a él».
PD: Conocí a Emilio en la UCI del hospital Infanta Sofía. Durante meses estuvo más cerca de la muerte que de la vida. Su único contacto con el mundo exterior fue una radio.
Esta semana visité a Emilio en su casa. Con graves secuelas para siempre me definió su enfermedad, el presente y su futuro con una sola palabra: «Resistencia».
Como la letra de la canción que me sigue emocionando: «Resistiré, para seguir viviendo...»
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