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BALA PERDIDA

Lumis y cigalas

En España el show de apaño corrupto empieza a tomar vuelo cuando asoman «las señoritas»

Mirones de Miró

Penélope de Alcobendas

Ángel Antonio Herrera

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Ha traído Ignacio Camacho en un artículo que la cigala suele ser el broche mayor de la corrupción, o del trinque, porque en España se celebra el exitazo con una bandeja de marisquería. O dos. La cigala es una alhaja de distinción de clase. Los ... pobres no toman cigalas, y si lo hacen es Nochevieja, más allá de la nochevieja propiamente dicha. Me gusta la observación de Camacho, que viene a prorrogar otra observación, esta vez mía, con perdón, de que en España aún el show de apaño de corruptela empieza a tomar vuelo cuando asoman al fin las lumis, que Aldama, ese estilista, llama señoritas. Si hay señoritas, hay tema. Si hay cigalas, pues también. Claro que las señoritas y las cigalas no son excluyentes, sin olvidar que la cigala tiene algo de señorita sexual de la pesca otra, la pesca de ir al mar y traerse una cigala, y no una zagala treintañera a la que de paso vas y le pones un piso, como los truhanes antiguos. El mundo está cambiando que es una barbaridad, pero no cambian las pocas esencias patrias que no son el botijo y la siesta, aunque también, sino el hábito de coronar a cuenta del erario público el trinque o el despilfarro, con la cita ante una mariscada de señoritas, o unas señoritas de mariscada, porque algo de cigalas de otra lujuria tienen aún algunas señoritas para algunos. Camacho alude a un itinerario de mariscada que pudieran seguir algunos sindicalistas del sur, con lo que esto afea la estampa ética, y estética, a un gremio tan sufrido y austero, y yo aludo a episodios muy diversos de nuestras variedades nacionales que van desde los desahogos de Roldán hasta los trasnoches del Tito Berni o los pisitos de Aldama, abreviando. Le pidió el juez a Aldama que precisara eso de «las señoritas», y Aldama dijo que eso no hace falta precisarlo, porque el término mismo lo explica. Estas cosas sólo las dicen los poetas. Y Aldama, claro, que es poeta de lo suyo. «Cherchez la femme», aconsejan los franceses. Aquí pasa igual, aunque sin movernos de nuestro estilo. Lumis y cigalas, venga. Pagamos todos.

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