La Dorada Tribu
Alaska, entre Nefertiti y Sara Montiel
Puso de moda el abalorio de tachuela, en la discoteca, y la revista del corazón como lectura de provecho. Cumplió de chica líder, y también de hechicera de show en el Madrid de Enrique Tierno Galván
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Alaska es una asamblea de Alaskas, con lo que si luego vas y te la encuentras en la radio o en la tele, igual te parece un bulo. Pero de bulo nada, porque Alaska es Alaska, esa única, una chavala lista que se lo ... ha montado. Ahora le han hecho una serie, que es como si te vas a filmar la fama misma, pero con cardado de peinado despeinado.
Reúne una melena de varias llamas, que es como decir que lleva décadas en la copa del éxito, y esa melena fue un día antorcha de la Movida. Hablamos de la hora de la aurora de los años ochenta, cuando Madrid era un edén de desmadres, donde la noche se parecía a una película de Almodóvar, y los guapos se pintaban los ojos, y los sociatas cambiaban las gafas de pasta por las gafas de 'spot', reinventando la 'beautiful people', y cambiando de consorte. Hablamos del amanecer revuelto de los ochenta, ahí en el 82, en concreto, cuando la libertad gastaba espray en las pelucas y los condones iban incluidos en el ajuar canalla de toda deshora. Alaska ya había sido el éxito, porque Alaska ya era Alaska y los Pegamoides, y la canción 'Bailando' era una micebrina de discoteca. Aún dura.
Empezó tocando la guitarra, y enseguida se hizo jefa de la tribu dorada de los modernos en un Madrid apasionado y apasionante, en la próspera ciudad loca, con menú de atrevimientos y postres de tóxica repostería. Siempre ha estado ahí, con su amabilidad de disidencia, con su frivolidad de fantasía, con su bondad de bruja de vestuario que igual se inspira en Nefertiti que en Sara Montiel.
Cuando la 'golfemia' de entonces probaba todo exceso, Alaska se quedaba en casa, leyendo revistas de moda. Tiene un 'deneí' donde pone Olvido Gara Jova, y una madre a la que reverencia, América, que juega al póquer y un día le dio el voto a Rajoy. Está Alaska entre el hit 'Horror en el hipermercado', y el programa 'Cine de barrio', que llegó a presentar, con la bendición de Concha Velasco, que dijo que Alaska es 'una distinta'.
Reúne una melena de varias llamas, que es como decir que lleva décadas en la copa del éxito, y fue un día antorcha de la Movida
Estuvo en el reparto de 'Pepi, Luci, Bom, y otras chicas del montón', la gamberrada de la prehistoria de Almodóvar, y fue al 'Un, dos, tres', a concursar, como pareja de El Fary, que ya era El Fary, un solista de polígono, un talento desabrochado, algo así como una Barbra Streisand, pero en macho y bordando la rumba de verbena. Alaska, durante muchos años, arrastró a lo suyo a una peña gótica, casi fantasmal, que le imitaba hasta el alma de peluquería. Si tienes imitadores, es que has llegado. Si tus canciones están el repertorio de los karaokes, es que has llegado, y además ya no te mueres nunca, porque el karaoke es un modo de inmortalidad.
Puso de moda el abalorio de tachuela, en la discoteca, y la revista del corazón como lectura de provecho. Cumplió de chica líder, y también de hechicera de show en el Madrid de Enrique Tierno Galván. Irrumpió dando la estampa de la punki alegre, pero enseguida llevó lo suyo a un cruce de pop y vacile. Le gusta repetir que 'entertainment' es su oficio, pero yo la veo como una Alaska que consta de varias Alaskas que hacen música, tele, teatro, y lo que venga. Hasta le ha dado tiempo a casarse, pero en Las Vegas, que no sé yo si es aval de que se toma ese asunto muy en serio. Se salvó de los venenos leyendo revistas, y frecuentó el mal pidiendo otra copa de agua mineral. Iba a 'Tómbola' para citar a Warhol, y ama a Raphael como a un novio de la infancia.
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