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casa de fieras

Volverse idiota

Decía que últimamente noto a la gente más despistada, como si no terminaran de entrar del todo, como si la vida ahora fuera un poco más superficial

Niños anormales

Lo de la audiencia

Alfonso J. Ussía

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La primera vez que sonó el 'plinnn', apenas me extrañó. Me limité a no perder el hilo de lo que le estaba diciendo mientras giró la cabeza hacia el teléfono sobre la mesa. Asentía y seguía la conversación, al menos, eso me parecía hasta que, ... de nuevo, otro 'plinnn' le obligó a coger con la mano el terminal mientras cortaba el final de mi frase. –Nada, nada–, me dijo. –Era una bobada–. Entonces, traté de recuperar la moraleja de la historia, mientras notaba que sus ojos no dejaban de mirar de reojo hacia la pantalla. De nuevo, otro 'plinnn' sonó cuando él había iniciado otro tema del que hablar. Dejó la frase a medias, como un polvo sin amor, mientras se le dibujaba una sonrisa en la cara. –Perdona. Éstos, que son tremendos–, continuó. Entonces comenzó a hablarme del fin de semana en el que el tipo que le acababa de escribir saltó de un balcón como Charly García porque estaba loco. Le pedí que volviera a la historia que me estaba contando antes que el primor que saltó nos interrumpiera. –Ah, sí, sí. Decía que…–'plinnn'. –Perdona es que tengo que estar pendiente porque esto es importante. Hay un cumpleaños de la clase de mi hijo y estamos con el regalo común–. –Ya–, contesté. –¿Entonces?, ¿entonces, qué?, preguntó. –Nada, que no has terminado de contarme la historia que habías empezado antes que te escribiera García y el del regalo de la clase de tu hijo–. –Ah sí, ya me acuerdo. Decía que últimamente noto a la gente más despistada, como si no terminaran de entrar del todo, como si la vida ahora fuera un poco más superficial–. –Creo que tienes razón–, contesté. –De hecho, fíjate que el otro día…– 'plinnn'. Volvió a mirar el teléfono mientras me preguntaba por qué diablos estaba perdiendo una hora de mi tiempo en alguien que no sabe ni siquiera silenciar el maldito teléfono. –Le vamos a regalar un Lego. ¿Tu hijo juega con Lego?–, preguntó. –He estado pensando en regalarle un móvil al mío–, prosiguió –pero fíjate cómo debe ser el padre de este amigo suyo que nos ha pedido algo manual, un Lego, un Tente, ¿te acuerdas del Tente? –Lo que no me acuerdo es la razón por la que somos amigos–, reproché. –¿Crees que sería mejor un Lego o un Tente? –, volvió a preguntar. –No sé, la verdad es que me he quedado con ganas de saber lo que me estabas contando antes, pero no me parece una buena idea que a tu hijo le regales un teléfono. Mírate. Es casi un pasaporte a las Barranquillas financiado por su padre–, advertí. –Perdona un momento, que le digo a Lucía que ya pago yo el regalo del chico de la clase. –Muy bien–, respondí. –¿Sabes algo?–, pregunté mientras él tecleaba a Lucía para decirle que pagaría el regalo del chico de la clase. –Dime–. –Creo que lo mejor será que no volvamos a quedar y que te has vuelto un gilipollas– 'Plinnn'– Nada, nada. Parece que al final será un Lego–, contestó.

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