CASA DE FIERAS
El odio de Luisgé Martín
No es un terapeuta, es un escritor. La libertad es poder elegir, no prohibir
Que sigamos callados
Todo sobre mi madre
La editorial Anagrama ha decidido detener la distribución del libro 'El odio', del periodista y escritor Luisgé Martín, en el que se recogen las confesiones de José Bretón sobre el asesinato de sus dos hijos, Ruth y José, ocurrido en el año 2011, en ... la finca familiar Las Quemadillas, en Córdoba. El Servicio de Atención a Víctimas de Andalucía presentó un escrito en la Fiscalía que cuenta con la firma de Ruth Ortiz, madre de los niños asesinados, que pide amparo basándose en la Ley de Protección Civil del Derecho al Honor y en la Ley Orgánica de Protección Integral de la Infancia y la Adolescencia. Dudo mucho que una editorial del prestigio de Anagrama no tuviera en cuenta una posible demanda. De hecho, estoy seguro de que decidieron seguir adelante para recoger los beneficios de una publicación censurada y de una promoción hecha a golpe de telediario. Porque el caso de Bretón lleva siendo portada de cabeceras, digitales y televisiones de todo el país desde 2011. El morbo al que aluden algunos criticando la obra es una infantilidad y una temeridad, ya no solo porque gracias a la obra de Luisgé Martín se han conocido los detalles y la confesión de este asesino, sino porque el pudor no puede llevarnos a censurar la verdad. Aquel programa mítico 'Cuerda de presos' de Quintero, tampoco hubiera existido.
James Ellroy, en su monumental 'Mis rincones oscuros', narra el asesinato de su madre, Geneva Hilliker, con la que él vivía. El cuerpo fue hallado en una cuneta a las afueras de Los Ángeles. Fue estrangulada con una cuerda y unas medias y con evidentes signos de violación. Otra obra magistral fue 'El adversario', del escritor francés Emmanuel Carrère, que narra la historia de Claude Romand, un médico que decidió acabar con su mujer a golpes de rodillo para luego pegarle un tiro con un rifle a sus dos hijos, Caroline de 7 años y el pequeño Antoine de 5. Después mató a sus padres, se fue a París con su amante y al día siguiente prendió fuego a su casa con él dentro. Sobrevivió. Este tipo de libros, como el mítico 'A sangre fría' de Capote, son un género que nace de la cobertura mediática de los terribles casos que exponen en sus páginas.
Muchas veces nos quejamos de que los telediarios son un reguero de sucesos. Pero la cosa no está en la libertad de expresión de publicar cosas que se dicen «malas», sino en el hecho de sentirlas, es decir, de incomodar, de no gustar, y de escribir sabiendo que tu obra va a molestar o a doler, como es el caso de 'El odio'. Pero es precisamente ahí dónde la libertad de expresión adquiere una importancia fundamental. Porque si un escritor no puede teclear sobre un crimen, sobre cómo es la cabeza de un asesino y, además, aportar las confesiones que no hizo en sede judicial, estamos perdiendo la libertad de escribir sobre lo que nos dé la gana. ¿Acaso no tiene interés saber cómo funciona la mente de un depravado como Hitler? No se debe prohibir 'El odio' de Luisgé Martín. No es un terapeuta, no es un psicólogo: es un escritor. La libertad es poder elegir, no prohibir.
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