casa de fieras

Jarabe de neurona

La prensa debe reconocer el error fatal que cometió con el caso Neurona

La memoria infantil de ETA

Volverse idiota

Lo del caso Neurona ha demostrado que no todo lo que huele mal lleva detrás un delito en el que almacenar denuncias como quien guarda entradas de conciertos. Un 'trajes de Camps' que ha terminado siendo archivado, como fue la cacería a la que ... sometieron al expresidente valenciano. En varias entrevistas y declaraciones, el líder de Podemos sostuvo que «hay que echarlos de las instituciones, nunca más Camps, nunca más Rita Barberá, nunca más Mariano Rajoy». También llegó a tachar a Camps de «delincuente que se ha dedicado a ganar dinero y privilegios a costa del sufrimiento de miles de valencianos». Después de 169 portadas de El País y muchos años de penitencia, todo quedó en nada. Lo mismo que les ha sucedido ahora a los principales dirigentes de la formación morada.

Los escraches fueron también otro jarabe democrático, incluyendo el que sufrió Begoña Villacís que, embarazada, recibió escupitajos e insultos, una agresión espeluznante que consideraron como algo necesario. Después, los propios Montero e Iglesias recibieron los insultos y pintadas de unos indeseables en su modesta urba. Algo completamente condenable y deleznable, pero que en ese momento ya no era ni jarabe ni necesario. El careto del hijo de puta que gritaba a Cristina Cifuentes a medio palmo de la cara es la imagen de ese estilo de hacer política: la antipolítica.

Ese nuevo manual de proceder trajo a España el populismo punitivo, el que acabó con la presunción de inocencia. El que guillotinaba sin pruebas, y que sentenciaba en un mensaje de Twitter. Sólo recordar que Rita Barberá muriera frente al Congreso de los Diputados, víctima de esa violencia verbal que trajeron los salvapatrias, debería estudiarse en los colegios como ejemplo de asesinato. Curioso, tres mujeres, Begoña Villacís, Cristina Cifuentes y Rita Barberá, que nunca contaron con el apoyo de una Irene Montero de turno. Mujeres que fueron maltratadas por quienes vinieron a limpiar nuestras calles de corrupción. Lo que debe cambiar para que no se vuelvan a dar casos como el de Neurona o el de los trajes de Camps no es la Justicia, sino el periodismo. No se puede entrar al trapo ni tomar partido cuando un juez está investigando hechos y posibles delitos. Lo mismo sucede ahora con la bomba que vamos conociendo sobre todo lo que rodea a Sánchez. Menos manifiestos de periodistas, directores de cine llorones, ataques a jueces y demás verborrea editorial de redacción, y más sosiego y serenidad de cara a tratar las noticias en los medios de comunicación. Sería justo y necesario que los medios que metieron barullo en Neurona reconocieran los errores, del mismo modo que Podemos debería reconocer lo torticeros que fueron cuando callaban escraches o llamaban delincuente a Camps. Para que el periodismo sea independiente es necesario que la verdad sea su modo de vida. La prensa debe reconocer el error fatal que cometió con el caso Neurona. Sobre todo, para que aquello que se está cociendo en los despachos judiciales pueda analizarse de forma rigurosa y objetiva. Sólo así podremos quitarnos de encima a todos esos «números uno» que han venido a hacer de España un país peor.

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