Tiempo recobrado
El terremoto de Lisboa
Más de tres siglos después de su nacimiento, las reflexiones del filósofo de la Ilustración siguen conservando su vigencia

El 1 de noviembre de 1755 un terrible terremoto destruyó la ciudad de Lisboa. En seis minutos, se derrumbaron casi todos los edificios, la flota se hundió en el Tajo y cerca de 30.000 personas perdieron la vida. Una catástrofe sin precedentes en la ... memoria de los europeos de aquellos tiempos. Muchos vieron en el desastre un castigo divino por los pecados del pueblo portugués y su monarca. Kant escribiría posteriormente un opúsculo en el que intentaba explicar el terremoto por causas científicas. Pero fue Voltaire, cuyo aniversario de su nacimiento en 1694 se conmemoró ayer, quien se planteó una reflexión filosófica sobre las consecuencias del desastre. En aquella época, existía un estado de opinión generalizado que sostenía que vivíamos en el mejor de los mundos posibles, ya que, siguiendo el pensamiento de Leibniz, Dios había creado unas leyes que preservaban el orden universal y el bienestar humano.
Voltaire se revolvió contra aquella teoría, argumentando que no había explicación racional sobre un fenómeno natural que había provocado tanta muerte y desolación. El terremoto no sólo demostraba que no nos hallamos en el mejor de los universos posibles sino que además ponía en evidencia que el hombre es un ser frágil y sometido al azar.
La devastación de Lisboa colocaba delante de Voltaire la contradicción entre la idea de un Dios justo y benefactor y una naturaleza implacable y cruel con el hombre. Dicho con otras palabras, planteaba el enigma de la existencia del mal en el mundo. ¿Cómo es posible que el Ser Supremo pueda haber consentido el terremoto de Lisboa, el Holocausto de seis millones de judíos o el genocidio de Pol Pot? Esa es la pregunta que se hacía Voltaire y que, a mi juicio, carece de respuesta convincente. El propio Benedicto XVI expresó su perplejidad en su visita a Auschwitz en 2006 cuando exclamó: «¿Por qué, Señor, permaneciste callado? ¿Cómo pudiste tolerar todo esto?».
Más de tres siglos después de su nacimiento, las reflexiones del filósofo de la Ilustración, perseguido y encarcelado por Luis XV, siguen conservando su vigencia. Y, sobre todo, es digno de admirar su mente crítica que le llevaba a cuestionar ideas que en su época eran un dogma indiscutible.
No en vano Voltaire se había tenido que exiliar a Londres y admiraba a Locke y Newton, que ejercieron una gran influencia en su pensamiento porque el empirismo inglés trataba de construir una visión de la realidad a partir de la experiencia y no de los dictados de la autoridad estatal o religiosa.
Voltaire fue un intelectual que fustigó el servilismo de la sociedad francesa a un monarca absoluto que despreciaba el espíritu de la Ilustración. Su rebeldía nos ilumina en un mundo donde triunfa lo políticamente correcto y donde algunos se arrogan la posesión de la verdad.
Ya lo decía este gran incrédulo: «la idiotez es una enfermedad muy rara porque no es el enfermo el que la sufre sino los demás». ¡Cuánta razón tenía!
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