Emperatriz de Lavapiés

Díaz Ayuso, chulona ella, acabará cayendo en alguna provocación. El vicepresidente/candidato ya se está dedicando a ponerle capotes más castizos que la Puerta de Alcalá: Ayuso está robando «a manos llenas». A ella, candidata retrechera, este juego le va bien si tiene el día simpático: «España me debe una: hemos sacado a Iglesias de La Moncloa». Pero de aquí a las urnas es más que probable que acabe metiendo el cuezo, y la izquierda montará una verbena que ni la de la Paloma.

Iglesias ha iniciado la precampaña furibundo al grito de «levantaré las alfombras». Yo me lo imagino más soñándose presidente y ordenando a la plebe que le alfombren de claveles la Gran Vía. Más que emperatriz de Lavapiés, a él le pega ir de emperador romano en la cuádriga del edificio del Banco de Bilbao. Que se vea quién manda.

Gabilondo es un patricio. Ni a Ayuso ni a Iglesias me los imagino en Chicote alternando con la crema de la intelectualidad. Eso es más para el rector socialista, al que de tanto presentarse a elecciones se le está poniendo cara de político. Ya no cuela ese rollete postinero, porque lo suyo no es moderación, es indiferencia. Que le pinchan y no sangra.

El chotis es un baile agarrado y lento que consiste en dar tres pasos a la izquierda, tres a la derecha y vueltas. Muchas vueltas. Tres partidos a la izquierda, tres a la derecha (aunque Edmundo Bal esté obcecado con fastidiar el baile), y a dar vueltas. El votante conoce bien a los candidatos, lo que son y lo que han hecho, así que en estas elecciones votaremos mirando hacia atrás. Como en el chotis, pero al revés. Y vas a ver lo que es canela fina y armar la tremolina, cuando llegues a Madrid.