Vuelve el pelotón de fusilamiento: EE.UU. ajusticia a un reo con un método de otra época
Brad Sigmon fue condenado a muerte en 2001 por matar a los padres de su expareja con un bate de béisbol
Como en el Salvaje Oeste: EE.UU. recupera el pelotón de fusilamiento en Carolina del Sur

El pelotón de fusilamiento, un método de impartir justicia propio de otros tiempos, ha regresado a EE.UU. Brad Sigmon, de 67 años, ha sido ajusticiado a tiros a las seis de la tarde del viernes (medianoche en España) en una cárcel de la ... capital de este estado sureño. Fue condenado a muerte en 2001 por un crimen horrendo. Mató a los padres de su expareja con un bate de béisbol. Los investigadores determinaron que cada una de las víctimas estaba en cuartos diferentes y que Sigmon fue yendo de uno a otro a darles palizas hasta acabar con ellos. Después secuestró a la que fue su novia a punta de pistola. Ella se escapó y él trató, sin éxito, de matarla a tiros. «Yo no podía tenerla y no iba a dejar que nadie más la tuviera», dijo entonces.
Dos horas antes de la ejecución, el Tribunal Supremo de Carolina del Sur rechazó el último intento de la defensa de Sigmon para evitar su ajusticiamiento. Tampoco tuvieron efecto los recursos al Tribunal Supremo de EE.UU., que no entró a considerar el caso. Ni las súplicas de clemencia al gobernador de Carolina del Sur, el republicano Henry McMaster.
Sigmon fue conducido a las seis de la tarde a la sala de ejecuciones del Departamento Penitenciario de Carolina del Sur. Entre los testigos había tres periodistas, dos de medios locales y uno de la agencia Associated Press. Sigmon llegó con un mono negro y la boca tapada. Como última comida, había elegido un cubo de pollo frito de Kentucky Fried Chicken, que compartió con sus compañeros de prisión.
Sigmon podía haber elegido cualquiera de los tres métodos de ejecución que permite la legislación de aquel estado: silla eléctrica, inyección letal o pelotón de fusilamiento, aprobado en 2021. No quiso utilizar la silla eléctrica porque le «quemaría y cocinaría vivo», según explicó su abogado, Gerald 'Bo' King, en un comunicado. «Pero la alternativa era igual de monstruosa», añadió King. «Si elegía la inyección letal, se arriesgaba a la muerte prolongada sufrida por los tres últimos hombres que Carolina del Sur ha ejecutado desde septiembre -tres hombres que Brad conocía y que le importaban- que estuvieron vivos y atrapados a una camilla durante más de veinte minutos».
Al llegar a la sala de ejecuciones, compartió unas palabras breves con su abogado, inentendibles. Allí le esperaba una silla metálica, a la que fue amarrado. Debajo de ella se dispuso un receptáculo para recoger su sangre. Sigmon nunca pudo ver a sus verdugos. Estaba situado a una distancia de cuatro metros y medio de él, pero detrás de un muro. La separación tenía una apertura por la que apuntaban los tres miembros del pelotón. Son voluntarios del Departamento Penitenciario, pero la ley estatal prohíbe revelar su identidad.
Sentaron a Sigmon en la silla y le colocaron una capucha. En la ropa llevaba una marca sobre su corazón, que servía como objetivo a los verdugos. Entre los testigos, tres miembros de la familia de sus víctimas y su asesor espiritual, la reverenda Hillary Taylor.
Sigmon se retorció tras los disparos y sus brazos se agarrotaron. Fue declarado muerto a las 18.08.
El estruendo de un pelotón de fusilamiento no había sonado en EE.UU. en los últimos quince años. Es una rareza que apenas ha sobrevivido en Utah, un estado con muchas particularidades. Desde 1977, solo se ha utilizado en tres ocasiones, y las tres en ese estado del Oeste. Ahora, sin embargo, un puñado de estados lo han adoptado ante los problemas en los últimos años con las inyecciones letales, el método de ejecución más habitual desde hace décadas. Uno de ellos, Carolina del Sur. La de Sigmon ha sido la primera utilización del pelotón de fusilamiento fuera de Utah en más de un siglo. La última fue en Nevada, en 1913 y con una particularidad: fue a través de un sistema de cuerdas enganchadas a tres pistolas. Las autoridades no encontraron voluntarios a verdugo.
Ya entonces la gente veía los pelotones de fusilamiento como algo atroz. Quizá todavía flotaban los recuerdos de la Guerra Civil, a mediados del siglo XIX, donde al menos 185 hombres fueron ajusticiados con ellos.
Hasta entonces, fue un método convencional y establecido para impartir justicia. El primer registro de ello en el territorio que después sería EE.UU. fue en Jamestown, en Virginia, considerado el primer asentamiento británico permanente en el Nuevo Mundo. En 1608, un pelotón acribilló a tiros al capitán George Kendall, acusado de motín y de conspirar con los españoles, que aspiraban a controlar el territorio.
Las ejecuciones con inyecciones letales han supuesto muchos problemas en los últimos años, con reos que se retuercen durante minutos interminables sin que la droga acabe de conseguir su efecto mortífero. Las inyecciones se adoptaron para dejar de lado otros métodos que se consideraban más crueles y menos efectivos -silla eléctrica, horca-, pero varias ejecuciones problemáticas las pusieron en duda. Las farmacéuticas empezaron a bloquear la venta de los químicos si se usaban para ejecuciones y muchos estados empezaron a buscar alternativas. Los estados han buscado salvaguardas y compuestos más efectivos. Pero varios estados han adoptado los pelotones de fusilamiento como alternativa: Idaho -lo aprobó esta misma semana-, Oklahoma y Misisipi, además de Utah y Carolina del Sur.
Las encuestas muestran que la mayoría de los estadounidenses están a favor de la pena de muerte. King, el abogado de Sigmon, leyó su último mensaje. El ajusticiado, convertido en un cristiano devoto en sus años de condena, quiso que fuera uno de «amor y de llamamiento a mis compañeros cristianos para que nos ayuden a acabar con la pena de muerte».
«En ningún lugar del Nuevo Testamento da Dios la autoridad al hombre de matar a otro hombre», dijo.
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