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La gran presa del Nilo Azul tensa las relaciones entre Egipto y Etiopía

La construcción se ha llevado a cabo sin la firma de un acuerdo entre los países que se pueden ver afectados, a pesar de las peticiones de la ONU

Tigray, la tierra etíope del Arca de la Alianza tomada por la violencia

La Gran Presa del Renacimiento construida en el Nilo Azul REUTERS
Silvia Nieto

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Considerado junto a Tucídides padre de los historiadores, Heródoto dijo que Egipto era «un don de Nilo»; se trata de un hallazgo feliz, pues nos recuerda que la naturaleza antecede y condiciona las creaciones humanas, a pesar de que su esplendor nos vuelva arrogantes o un poco olvidadizos. Leyendo al sabio griego, se entienden mejor las dimensiones del conflicto diplomático entre Egipto y Etiopía, dos países que llevan más de una década enredados en una disputa por la Gran Presa del Renacimiento (GERD, por sus siglas en inglés), una obra de dimensiones colosales levantada en territorio etíope, en concreto en el Nilo Azul.

«La magnitud de la GERD es veinticinco veces superior a la presa española de Alcántara», cuenta por teléfono Javier Latorre, colegiado del Colegio de Ingenieros Técnicos de Obras Públicas. «Su longitud es de casi 2 kilómetros y al principio se hablaba de que podía generar 5.000 megavatios de electricidad, pero parece que ahora puede alcanzar los 6.000», añade. «Etiopía es un páramo: solo alrededor del 3 por ciento de su superficie es de regadío y el resto es de secano. Una obra de estas características cambia radicalmente las cosas, no solo en cuanto al progreso agrícola, sino también al industrial».

La inauguración de la GERD se celebró en febrero de 2022, con la puesta en marcha de una de sus turbinas. El primer ministro etíope, Abiy Ahmed, un deslucido Nobel de la Paz por la guerra en el Tigray, asistió al acto, con hechuras de hito nacional. «Etiopía marca el comienzo de una nueva era, ¡felicito a todos los etíopes!», exclamó con orgullo. No es para menos, pues, según ha trascendido, el proyecto ha costado alrededor de 4.200 millones de dólares.

Como puede imaginarse, la nueva presa no ha despertado el mismo entusiasmo en Egipto. El ministro de Recursos Hídricos e Irrigación, Hani Sewilam, advirtió a finales de marzo de que la infraestructura podía dañar severamente la economía de su país, según declaraciones recogidas por 'Middle East Monitor'. Sewilam lamentaba que la obra se hubiera llevado a cabo sin la firma de un acuerdo entre Egipto, Sudán y Etiopía, documento que la ONU animó a alcanzar en julio de 2021. Sin embargo, el ahora cuestionado líder sudanés, el general Abdel Fattah al-Burhan, dijo en enero que estaba de acuerdo con el proyecto, durante un encuentro en Jartún con el primer ministro etíope. No obstante, no está claro cómo evolucionará su posicionamiento, pues la guerra civil en la que el país está inmerso hace pender de un hilo cualquier compromiso diplomático.

Aunque a menudo se asocia a un caudal de agua que fluye con placidez y refleja una pirámide, no hay que olvidar que el río Nilo en realidad nace en Jartún, capital de Sudán, por la confluencia de otros dos ríos: el Nilo Blanco, cuyas fuentes están en el lago Victoria, bordeado por Tanzania, Uganda y Kenia, y el Nilo Azul, que surge de las cataratas del lago Tana, en Etiopía. Como curiosidad, el primer europeo que vio las fuentes del Nilo Azul fue el jesuita Pedro Páez, un religioso español que vivió entre los siglos XVI y XVII y trató de cerca a los 'Negus Negast' ('Rey de reyes', título que ostentaban los emperadores etíopes). El misionero, en fin, protagonizó una biografía digna de una novela de aventuras.

Para Egipto, que el Nilo nazca en lugares remotos supone un inconveniente. Así lo señalan las recomendaciones del Departamento de Comercio de Estados Unidos, donde se especifica que el 97 por ciento del agua del país procede de fuera de sus fronteras, lo que causa una evidente «falta de control de las fuentes de sus recursos hídricos».

«Etiopía marca el comienzo de una nueva era, ¡felicito a todos los etíopes!», dijo el primer ministro etíope

«El suministro es muy vulnerable y sensible a cualquier acontecimiento descoordinado aguas arriba, especialmente después del establecimiento de la Gran Presa del Renacimiento Etíope», se lee en la página web del Departamento de Comercio. Como añade esa misma misma fuente, Egipto importa cada año el 55 por ciento de los productos alimentarios que necesita, una cifra que se puede elevar al 75 por ciento por culpa de la presa. La razón es simple: el llenado de los embalses reducirá el caudal del Nilo Azul y, por lo tanto, del Nilo, provocando la pérdida «de alrededor de 2 millones de acres de tierra cultivable» en el país.

Conscientes de que su vida dependía de los caprichos del Nilo, los egipcios del siglo XX -orgullosos de su pasado pero muy diferentes de sus ancestros, tras la conversión de su tierra en provincia romana y de la conquista musulmana del siglo VII- emprendieron obras colosales para someter a las aguas a su voluntad. Primero, comenzaron con la presa de Asuán (1899-1902), bajo dominio británico, y, luego, con la segunda presa de Asuán (1959-1970), mucho más célebre, que fue impulsada por el expresidente Gamal Abdel Nasser y levantada gracias al respaldo de la Unión Soviética. Para que el llenado del embalse no destruyera de forma masiva patrimonio, se organizó el rescate de los yacimientos arqueológicos afectados, razón por la que el Templo de Debod hoy se encuentra en Madrid.

Dependencia milenaria

Según el 'The World Factbook' de la CIA, Egipto continúa dependiendo de los recursos del Nilo de forma casi tan determinante como en la Antigüedad, pues no hay que olvidar que el florecimiento de la civilización egipcia fue posible gracias a las crecidas periódicas del río, que inundaba las orillas en julio y regresaba a su cauce unos cuatro meses más tarde. Al retirarse, dejaba tras de sí un limo de gran calidad, el llamado 'kemet' (algo así como 'negro', en egipcio antiguo), arcilloso, oscuro y rico en nitrógeno, y también excelente para la agricultura. «La regularidad de las cosechas y la capacidad de almacenamiento de agua para reducir el impacto de las variaciones interanuales -se lee en el libro 'La alimentación y la nutrición a través de la historia' (Glosa, 2005)- aseguraron la continuidad de la cultura egipcia durante tres milenios».

Según el 'The World Factbook' de la CIA, Egipto continúa dependiendo de los recursos del Nilo de forma casi tan determinante como en la Antigüedad

Como en otras religiones, la importancia de ese fenómeno se trasladó al panteón; Hapi, dios de las inundaciones, era representado como un hermafrodita, con barba y pechos abultados y rodeado por motivos vegetales. Según ha recordado Irene Vallejo, el Nilo también es un espacio clave para nuestra cultura, pues en sus orillas crecen los juncos en los que está el origen del libro y con los que, según el relato bíblico, se construyó la canasta cubierta de brea en la que Moisés fue rescatado por una hija del faraón.

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