La familia doblemente golpeada por Hamás: tres miembros asesinados y siete secuestrados
Algunas familias, como una del kibutz de Be'eri, han sufrido la tragedia del ataque terrorista del pasado 7 de octubre de manera extraordinaria. Su historia ha dado la vuelta al mundo. ABC ha hablado con ellos
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Gilad Korngold se muestra vehemente: «No entiendo de política, mi profesión es ser abuelo». Y ese papel, además del de padre y suegro es el que está protagonizando estos días más que nunca para reclamar el regreso de sus seres queridos, secuestrados el pasado ... 7 de octubre por Hamás en el kibutz Be'eri. Entre los cautivos están su hijo Tal Shoham (38), su nuera Adi (38) y sus nietos Naveh (8) y Yahel (3). Los cuatro, que viven en el norte de Israel, habían viajado al kibutz para pasar el fin de semana con la madre de Adi, Shoshan Haran (67), que también fue secuestrada. «Mi mujer y yo vivimos en otro kibutz cercano. Y el sábado tenían que venir a visitarnos», recuerda. Pero la visita nunca se produjo. Ese día, a las 6.30 de la mañana comenzaron las incursiones de Hamás.
Según relata Gilad a ABC, a través de videoconfencia, todos se encontraban en una habitación segura, de hormigón, que tienen las viviendas por ley tras la guerra de Sadam Husein. Un espacio que protege de los misiles, pero no está preparada para bloquear las puertas ante un ataque terrorista. La casa fue incendiada «y el humo fue el que provocó que salieran de la habitación segura», señala. Tras el ataque, en el interior solo se halló un balón –«a mi nieto le encanta el fútbol»– y una pequeña zapatilla deportiva.
Días despúes, Gilad envió a un amigo a revisar la casa. «Estaba quemada, pero me dijo que no había muertos». Aquello de alguna manera le tranquilizó; también que otro hombre del mismo kibutz, que había sido secuestrado junto a su esposa e hija, y pudo escapar, le confirmase que había visto a su hijo Tal con vida, «con las manos atadas y en la parte trasera de una camioneta».
Visibilizar a los rehenes
Ahí empezó para él, como para muchos otros familiares de rehenes, la pesadilla y la lucha por visibilizar la situación de los suyos. «Tenemos que hacer todo lo que podamos desde nuestra posición, tienen que liberar a las mujeres y a los niños –hay bebés entre ellos–, que no reciben sol, no tienen aire, no tienen nada...». Gilad exige su liberación antes de facilitar alimentos, agua o combustible a cambio de ellos. «No hay que darles nada, antes hay que liberar a los niños y las mujeres. Ellos no forma parte de la negociación».
Esta movilización para lograr el regreso de su familia ha llevado a Gilad a Alemania hace unos días, donde se reunió con miembros del Gobierno federal y del de Berlín para pedirles ayuda Allí se sentó con miembros de la embajada de Qatar –uno de los países mediadores entre Israel y Hamás–.

«Tenemos que hacer todo lo que podamos desde nuestra posición, tienen que liberar a las mujeres y a los niños –hay bebés entre ellos–, que no reciben sol, no tienen aire, no tienen nada...»
Gilad Korngold
«El mundo tiene la obligación de sacarlos», espeta. Y se muestra muy crítico con organismos como la Cruz Roja, que no ha podido entrar a la Franja para poder ver el estado de los rehenes. «Pero yo creo que sí pueden. Tienen que decirnos en qué condiciones están: sí están vivos o muertos», reclama. «Darles medicinas. Lo pueden hacer en todo el mundo, también en Israel, pero cuando nosotros se lo pedimos, no pueden hacerlo. No me lo creo», insiste.

Gilad explica cómo todas las familias de secuestrados han abandonado su vida cotidiana para participar en numerosas acciones, marchas –ayer llegaron miles personas procedentes de Tel Aviv a Jerusalén y se manifestaron ante la casa de Netanyahu–, ruedas de prensa, entrevistas con los medios. Incluso aquellos que perdieron a alguien el 7 de octubre «están dejando a un lado el duelo para ayudar a recuperar a los rehenes», afirma.
Una liberación parcial
Y es que en su familia, además de siete secuestrados, otras tres personas fueron asesinadas –además de un cuidador– aquel trágico sábado. Este doble drama también lo ha sufrido Hen Avigdori, marido de Sharon (52) y el padre de Noam (12). Ambas, que habían viajado a pasar el fin de semana para ver a Shoshan Haran, fueron secuestradas. «De vez en cuando va allí, pues hay animales y es una zona tranquila. Mi hijo, de 16 años, y yo decidimos no ir porque no nos apetecía», señala Hen desde Tel Aviv. «Mi hija Noam no tiene hermanos pequeños y quería estar con sus tíos y sus primos».
A las 11 de la mañana de ese sábado el hermano de Sharon, Avshalom (66), envió un mensaje desde Be'eri que decía: «Tenemos grandes problemas», lee Hen. «Después de eso fue asesinado». Desde ese día, no ha vuelto a saber nada de su esposa ni de su hija: no han aparecido en ningún vídeo o red social, como ha sucedido con otros rehenes.

Preguntado sobre si existe algún tipo de avance en la liberación de los secuestrados, afirma que «el Gobierno no habla con nosotros. Imagino que porque se trata de información que afecta a la seguridad nacional, y que si se conociera beneficiaría a Hamás en la negociación». Pero concede que al parecer estarían circulando noticias de que «tal vez pronto puede haber algún tipo de acuerdo que permita la liberación de al menos una parte de los rehenes».
En cuanto a si tiene esperanza de que aparezca su familia o algunos rehenes tras la evacuación del hospital Al Shifa, donde se cree que pudieran estar cautivos en los túneles construidos por Hamás, considera que «todo lo que estamos viendo que está pasando allí nos confirma que Hamás es un grupo terrorista que utiliza a los civiles como escudos humanos». Y que «por toda la actividad que se ha encontrado debajo de Al Shifa –ordenadores, colchones...–», que demostraría que los rehenes estaban ahí, cree que «justo ahora es el momento para liberarlos, sin esperar a que lo haga el Ejército».
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