Un falso líder talibán negociaba la paz con el Gobierno de Kabul
El presidente afgano ha depositado en la negociación con la insurgencia su mayor esperanza para el fin de la guerra en el país

Hamid Karzai tuvo un regreso accidentado a casa tras su participación en la Cumbre de la OTAN de Lisboa. El encuentro con los medios preparado para explicar el acuerdo alcanzado para el inicio del repliegue de las fuerzas internacionales de Afganistán quedó eclipsado por la noticia de que el máximo representante talibán en las negociaciones de paz que se desarrollan desde hace varios meses era un impostor. “No creáis a The New York Times (NYT)”, se limitó a responder un presidente que ha depositado en la negociación con la insurgencia su mayor esperanza para el fin de la guerra en el país.
Citando fuentes diplomáticas, occidentales y afganas, y a representantes de las tropas de la alianza, el diario estadounidense asegura que un afgano residente en Pakistán consiguió hacerse pasar por el mulá Akhtar Mohamed Mansour , número dos de la shura de Quetta por detrás del mítico mulá Omar, en las tres citas al máximo nivel que se han mantenido en los últimos meses. El falso talibán “recibió grandes cantidades de dinero” a cambio de su participación y de su promesa de seguir en la mesa negociadora.
El engaño se descubrió en el último encuentro celebrado en Kandahar cuando uno de los interlocutores del gobierno afgano, antiguo compañero del verdadero mulá Mansour, no reconoció a la persona que tenía delante y que se presentaba como el número dos del movimiento fundamentalista. El diario The Washington Post fue aun más lejos y, citando el testimonio de dos altos cargos afganos, presentó al impostor como “un simple comerciante de Quetta”, capital del Baluchistán paquistaní en la que los servicios de inteligencia sitúan a gran parte de la cúpula talibán.
La figura del falso mulá había levantado ciertas sospechas desde el comienzo debido a la moderación de un discurso en el que nunca pidió la salida de las fuerzas internacionales del país, exigencia primera en cada comunicado del mulá Omar, y se limitaba a plantear temas como el retorno de los exiliados talibanes a suelo afgano, la oferta de puestos de trabajo para ex combatientes y la libertad para los presos del movimiento.
Vuelos de la OTAN
Aunque Hamid Karzai se negó de forma tajante a reconocer los hechos, de confirmarse supondría la necesidad de volver al punto de partida ya que las diferentes valoraciones sobre el proceso de diálogo que se habían formulado hasta el momento se basaban en los encuentros con este mulá que, según NYT, viajaba en aviones que la OTAN ponía a su servicio. A él se refería precisamente el general David Petraeus, máximo responsable de las fuerzas internacionales, a mediados del mes pasado cuando afirmó que sus hombres habían “facilitado” la entrada de “un talibán de muy alto rango” a Afganistán para favorecer el proceso de diálogo, unas facilidades que en una ocasión le habrían llevado al mismísimo palacio presidencial donde se encontró con Karzai.
Es el enésimo escándalo que salpica al presidente afgano y la vía del diálogo pierde consistencia día a día. Algunos altos cargos consultados por los grandes medios estadounidenses acusan al ISI, inteligencia paquistaní, de estar detrás de una jugada que ha vuelto a dejar a la luz el desconocimiento internacional y de los propios afganos puestos en cargos de responsabilidad por la OTAN sobre un enemigo al que llevan enfrentándose nueve años con escaso éxito. Otro de los temas que vuelve a quedar patente es el pago a líderes insurgentes de fuertes cantidades de dinero a cambio de paz, una táctica ya denunciada por el diario Times en octubre del pasado año cuando acusó a las fuerzas de italianas de pagar sobornos a cambio de no sufrir ataques en su zona de acción.
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