Ejercicios militares frente a Taiwán: «No tememos a China, estamos ya acostumbrados a sus maniobras»
En las islas Matsu, a solo 10 kilómetros de la costa china y blindadas por el Ejército de Taiwán, sus vecinos ya ni se inmutan ante las amenazas de Pekín
China ensaya ataques de precisión contra objetivos clave de Taiwán

Desfilando por la calle fusil al hombro, un pelotón de soldados nos da la bienvenida nada más aterrizar en el aeropuerto de Beigan, la segunda isla del archipiélago taiwanés de Matsu, que se ubica a 200 kilómetros al noroeste de la capital, Taipéi, pero ... dista solo diez de la costa china. Visibles entre la neblina que emerge del mar, allí se distinguen las playas de la provincia de Fujian, donde el Ejército chino terminó ayer sus tres días de maniobras cercando la isla de Taiwán. Independiente 'de facto' pero reclamada por Pekín, su territorio incluye una serie de archipiélagos que se hallan en primera del frente, como Matsu y Kinmen, más cerca de China continental que de Taiwán.

Islas Matsu
(Taiwán)
CHINA
Taipéi
La isla de Beigan se encuentra a 10 km de la costa de China
Estrecho
de Taiwán
TAIWÁN
100 km
ABC

La isla de Beigan se encuentra a 10 km de la costa de China
Islas Matsu
(Taiwán)
CHINA
Taipéi
Estrecho
de Taiwán
TAIWÁN
100 km
ABC
A pesar del alarde militar de las maniobras, con decenas de barcos y aviones e incluso disparando munición real, en Beigan ni se han inmutado porque están ya habituados. Por su proximidad a China, este archipiélago de 36 pequeñas islas fue bombardeado con furia junto a Kinmen en el verano de 1958. Ese año, Mao Zedong intentó invadir Taiwán para vencer definitivamente al Generalísimo Chiang Kai-shek, quien había huido del continente con el Gobierno del Kuomintang (KMT) tras perder la guerra civil en 1949.
Como no lo consiguió, la reunificación de Taiwán se ha erigido desde entonces en una auténtica misión sagrada para el autoritario régimen chino, cada día más poderoso. Tanto que se permite el lujo de postularse durante la semana como mediador de paz en Ucrania ante el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y durante el fin de semana llevar a cabo sus propios juegos de guerra para preparar una hipotética invasión de Taiwán.
Para ello, el Ejército Popular de Liberación debería atravesar antes esta cadena de islas con fuerte presencia militar, que serían claves para detener, o al menos frenar, la ofensiva china. Por ese motivo, y junto al cerco completo de Taiwán, una de las operaciones de estos ejercicios consistía en simular «ataques de precisión» contra «objetivos estratégicos» como las defensas antiaéreas y antibarco de las dos mayores islas Matsu, Nangan y Beigan, y la cercana Dongyin.
Asfixiar la economía
Pero ni los 12 buques y 91 aviones detectados hasta las seis de la tarde de ayer por el Ministerio de Defensa taiwanés han conseguido perturbar, y mucho menos intimidar, a los 2.500 habitantes de Beigan. «No tememos a China, ya estamos acostumbrados a sus maniobras. Aquí es siempre lo mismo», explica entre risas A-hao, quien regenta una tienda de té de burbujas en la calle principal del pueblo. Mientras su hija hace los deberes al otro lado del mostrador, el hombre, de 42 años, asegura que los ejercicios militares de los tres últimos días «no me han provocado ningún sentimiento especial ni he oído barcos ni aviones ni cañonazos». Visiblemente relajado, recuerda que tampoco se alarmó el verano pasado, cuando Pekín llevó a cabo sus mayores maniobras militares por la visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi.

A pesar del ruido de sables a ambos lados del estrecho de Formosa, insiste en que «Beigan es bastante tranquilo y seguro». Curiosamente, su mayor inquietud es que los turistas chinos llevan ya casi cuatro años sin venir a la isla, primero por la tensión política con el Gobierno soberanista de la presidenta Tsai Ing-wen y luego debido a las restricciones que hubo durante la pandemia del Covid. Intentando asfixiar a la economía de Taiwán, el régimen del Partido Comunista abre y cierra el grifo de sus turistas según quién gobierne en Taipéi. Cuando lo hace el partido nacionalista KMT, cuyo expresidente Ma Ying-jeou acaba de visitar China, una avalancha de viajeros del continente inunda Taiwán dejándose una millonada. Pero, cuando le toca al Partido Democrático Progresista (PDP) de la presidenta Tsai, los turistas dejan de llegar con su consiguiente impacto para la economía. Más aún que en la isla principal de Taiwán, el daño es enorme en estos archipiélagos próximos a la costa china, ya que prácticamente todo su comercio es con sus vecinos del continente.
Turismo de guerra
Paliando en parte su ausencia, a las Matsu siguen viniendo viajeros taiwaneses incluso durante las maniobras. «Llegué de Taoyuan con mi familia el fin de semana y no hemos tenido ningún problema», cuenta el señor Tsai, quien comparte apellido con la presidenta, sobre uno de los ciclomotores que se alquilan a los turistas para recorrer la isla, de solo diez kilómetros cuadrados.
Además de sus templos y de los ciervos sica de Formosa que se pueden ver en la isla contigua de Daqiu, entre sus reclamos destacan los búnkeres de sus playas, el Museo de la Guerra y la Paz y el Túnel de Beihai, construido en 1968 para defenderse de los obuses chinos como los que cayeron diez años antes en la llamada Segunda Crisis del Estrecho. Al igual que en las islas Kinmen, que visitamos por última vez en noviembre y tienen una playa a solo tres kilómetros de la ciudad china de Xiamen, el turismo de guerra es uno de los atractivos de Beigan.
A pesar de los ejercicios militares chinos, que han cercado la isla durante tres días, los turistas han seguido visitando este archipiélago
Ajenos al ruido mediático de las maniobras chinas, que han incluido al portaaviones Shandong para sellar Taiwán desde el sureste, los vecinos de las Matsu siguen con su rutina diaria. Mientras los soldados cargan sus armas a plena vista en un cuartel del centro, junto al edificio del Gobierno y una pista de atletismo, los estudiantes hacen deporte y las maestras pasean a los niños pequeños. Al lado de otra guarnición junto a una playa, los campesinos trabajan en sus diminutos huertos. En la calle principal, las tenderas despiezan el pescado y lo secan a la puerta de los restaurantes mientras los militares hacen cola en dos Seven Eleven. Omnipresentes en Taiwán, hasta en un pueblo tan pequeño como Beigan hay un par de estas tiendas de conveniencia a pocos metros una de otra. Con sus tejados puntiagudos iluminados al anochecer, los turistas se fotografían ante el hermoso templo de Shuibu Shangshugong y dos reclutas de reemplazo regresan a su cuartel. Salvo por las maniobras que han rodeado Taiwán desde el sábado, termina un nuevo día sin novedad en el frente.
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