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Accidente aéreo en Granada

La 'Sociedad de la nieve' española: la gesta de un pueblo andaluz para rescatar a 24 marines

Los vecinos de Jérez del Marquesado, un pintoresco pueblo de Granada, ascendieron en 1960 a más de 2.000 metros bajo un temporal de nieve para rescatar a los soldados de un avión DC-4 siniestrado

Ascender las empinadas lindes de Sierra Nevada no es tarea para bisoños. El todoterreno de José Alejo, bregado en el Rally Dakar hace una década, sufre y traquetea al impactar contra las piedras. 'Tac, tac, tac'. Y eso que el camino permanece virgen de nieve. «Mirad, subieron por esa zona». Nuestro conductor señala una ladera angosta a lo lejos, tras una instantánea formada por mares de pinos. «Ahora, imaginad cómo fue para nuestros paisanos llegar hasta el pico en 1960, sin equipo de montaña, con pellizas y bajo la ventisca y la lluvia», añade. Nos hacemos cargo. Al bajar la ventanilla, el frio conquista el vehículo y nos azota sin pudor; de poco sirven bufandas, chaquetones y guantes.

ABC recorre hoy los alrededores de Jérez del Marquesado –sí, con tilde en la primera 'é'–; un coqueto pueblo granadino que entró en la historia después de que un avión de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos se estrellara en el Picón, a 3.000 metros de altura, y sus vecinos decidieran arriesgar la vida para rescatar a los supervivientes. La gesta es digna de don J. A. Bayona y la 'Sociedad de la nieve'. Sin antropofagia, eso sí; no se puede tener todo. A cambio, aquel accidente dejó una huella indeleble en un municipio que recibe a los visitantes con un monumento dedicado al avión que impactó, a los norteamericanos que sobrevivieron y a los héroes que se volcaron en el rescate.

EL ACCIDENTE

El accidente

El 8 de marzo de 1960 debía ser un buen día para un equipo de baloncesto formado por 18 marines norteamericanos, pues sus integrantes volvían a la base de Rota tras jugar un partido en Nápoles. Sin embargo, tornó de forma abrupta en una pesadilla cuando el DC4 en el que viajaban impactó de lleno, horas después de salir de Italia, contra el Picón de Jérez, en Sierra Nevada, a 2.450 metros de altura.

Lugar del accidente

Nápoles

Italia

Base de Rota

12.00 h aproximadamente

El DC4, en su ruta sobre Sierra Nevada, se encuentra con una ventisca de nieve.

Una fuerte corriente de aire hacia abajo le hace descender 400 pies (121 m) abruptamente y pierde 80 nudos de velocidad (148,16 km/h).

Probablemente roza con el ala derecha en un risco.

El comandante se da cuenta de que no tiene potencia ni espacio para remontar y decide realizar un aterrizaje de emergencia y tira del morro hacia arriba y sube la potencia.

Unos 8 metros de nieve amortiguan el impacto.

Después lo deja caer suavemente para ir tomando tierra. En este momento las hélices tocan con el suelo y los motores se dañan.

El avión resbala por la ladera hasta que se detiene, muy cerca de un barranco, sin apenas daños estructurales. Aunque hay fuga de combustible no se origina ningún incendio.

Las lesiones de los ocupantes

En total hubo 12 personas ilesas, un herido leve, 4 menos graves, 6 graves y uno muy grave.

Piloto y copiloto

Ileso

Leve

Tripulación

Menos grave

Grave

Muy grave

Pasajeros

El ‘sendero del avión’

A las tres menos cuarto de la tarde el piloto y copiloto comienzan el descenso hacia un pueblo que se divisa en la zona baja de la montaña. A las tres horas llegan a la casa forestal del Posterillo donde dan las primeras explicaciones de lo ocurrido.

Paratas de Chorreras Negras

Lugar del aterrizaje de emergencia

2.450 m

Jérez del Marquesado

1.250 m

Casa forestal Del Posterillo

1.500 m

Centro logístico improvisado

durante el rescate

Altimetría

Jérez del Marquesado

Lugar del accidente

1.250 m

Paratas de Chorreras Negras

Altitud

(m)

2.450 m

2.500

Casa forestal Del Posterillo

1.500 m

2.000

1.500

km

0

2

4

6

8

10

12

Tras el accidente, el pueblo se volcó con los marines. Un primer grupo de siete vecinos ascendió hasta las Chorreras Negras bajo un terrible temporal y bajó a los once primeros heridos. En los días posteriores, otros tantos habitantes, agentes y autoridades subieron hasta el DC4 y colaboraron en las labores de rescate. Todos ellos sobrevivieron y agradecieron para siempre al pueblo su compromiso.

Fuente

Antonio Castillo López, Carlos Jaldo Jiménez, Agency Investigation USA. Air. Washington

 

Infografía ABC

FJ Torres y JdeVelasco

El accidente

El 8 de marzo de 1960 debía ser un buen día para un equipo de baloncesto formado por 18 marines norteamericanos, pues sus integrantes volvían a la base de Rota tras jugar un partido en Nápoles. Sin embargo, tornó de forma abrupta en una pesadilla cuando el DC4 en el que viajaban impactó de lleno, horas después de salir de Italia, contra el Picón de Jérez, en Sierra Nevada, a 2.450 metros de altura.

Nápoles

Lugar del accidente

Italia

Sierra Nevada

Granada

Base de Rota

12.00 h aproximadamente

El DC4, en su ruta sobre Sierra Nevada, se encuentra con una ventisca de nieve.

Una fuerte corriente de aire hacia abajo le hace descender 400 pies (121 m) abruptamente y pierde 80 nudos de velocidad (148,16 km/h).

Probablemente roza con el ala derecha en un risco.

El comandante se da cuenta de que no tiene potencia ni espacio para remontar y decide realizar un aterrizaje de emergencia y tira del morro hacia arriba y sube la potencia.

Después lo deja caer suavemente para ir tomando tierra. En este momento las hélices tocan con el suelo y los motores se dañan.

Una capa de nieve de unos 8 metros amortigua el impacto de la aeronave contra el suelo.

El avión resbala por la ladera hasta que se detiene, muy cerca de un barranco, sin apenas daños estructurales. Aunque hay fuga de combustible no se origina ningún incendio.

Las lesiones de los ocupantes

En total hubo 12 personas ilesas, un herido leve, 4 menos graves, 6 graves y uno muy grave.

Ileso

Leve

Menos grave

Grave

Muy grave

Piloto y copiloto

Tripulación

Pasajeros

El ‘sendero del avión’

A las tres menos cuarto de la tarde el piloto y copiloto comienzan el descenso hacia un pueblo que se divisa en la zona baja de la montaña. A las tres horas llegan a la casa forestal del Posterillo donde dan las primeras explicaciones de lo ocurrido.

Paratas de Chorreras Negras

Lugar del aterrizaje de emergencia

Jérez del Marquesado

2.450 m

1.250 m

Casa forestal Del Posterillo

1.500 m

Centro logístico improvisado durante el rescate

Altimetría

Lugar del accidente

Paratas de Chorreras Negras

Altitud (m)

2.450 m

2.500

Casa forestal Del Posterillo

2.000

1.500 m

1.500

Jérez del

Marquesado

0

2

4

6

8

10

12

km

1.250 m

Tras el accidente, el pueblo se volcó con los marines. Un primer grupo de siete vecinos ascendió hasta las Chorreras Negras bajo un terrible temporal y bajó a los once primeros heridos. En los días posteriores, otros tantos habitantes, agentes y autoridades subieron hasta el DC4 y colaboraron en las labores de rescate. Todos ellos sobrevivieron y agradecieron para siempre al pueblo su compromiso.

: Antonio Castillo López, Carlos Jaldo Jiménez, Agency Investigation USA. Air. Washington

Fuente

: FJ Torres y JdeVelasco

Infografía ABC

El accidente

El 8 de marzo de 1960 debía ser un buen día para un equipo de baloncesto formado por 18 marines norteamericanos, pues sus integrantes volvían a la base de Rota tras jugar un partido en Nápoles. Sin embargo, tornó de forma abrupta en una pesadilla cuando el DC4 en el que viajaban impactó de lleno, horas después de salir de Italia, contra el Picón de Jérez, en Sierra Nevada, a 2.450 metros de altura.

Nápoles

Italia

Granada

Base de Rota

Lugar del accidente

12.00 h aproximadamente

Sierra Nevada

El DC4, en su ruta sobre Sierra Nevada, se encuentra con una ventisca de nieve.

Una fuerte corriente de aire hacia abajo le hace descender 400 pies (121 m) abruptamente y pierde 80 nudos de velocidad (148,16 km/h).

Probablemente roza con el ala derecha en un risco.

El comandante se da cuenta de que no tiene potencia ni espacio para remontar y decide realizar un aterrizaje de emergencia y tira del morro hacia arriba y sube la potencia.

Después lo deja caer suavemente para ir tomando tierra. En este momento las hélices tocan con el suelo y los motores se dañan.

Una capa de nieve de unos 8 metros amortigua el impacto de la aeronave contra el suelo.

El avión resbala por la ladera hasta que se detiene, muy cerca de un barranco, sin apenas daños estructurales. Aunque hay fuga de combustible no se origina ningún incendio.

Las lesiones de los ocupantes

En total hubo 12 personas ilesas, un herido leve, 4 menos graves, 6 graves y uno muy grave.

Ileso

Leve

Menos grave

Grave

Muy grave

Piloto y copiloto

Tripulación

Pasajeros

El ‘sendero del avión’

A las tres menos cuarto de la tarde el piloto y copiloto comienzan el descenso hacia un pueblo que se divisa en la zona baja de la montaña. A las tres horas llegan a la casa forestal del Posterillo donde dan las primeras explicaciones de lo ocurrido.

Paratas de Chorreras Negras

Lugar del aterrizaje de emergencia

2.450 m

Jérez del Marquesado

1.250 m

Casa forestal Del Posterillo

1.500 m

Centro logístico improvisado durante el rescate

Altimetría

Lugar del accidente

Paratas de Chorreras Negras

Altitud (m)

2.450 m

2.500

Casa forestal Del Posterillo

2.000

1.500 m

1.500

Jérez del Marquesado

1.250 m

0

2

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6

8

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12

km

Tras el accidente, el pueblo se volcó con los marines. Un primer grupo de siete vecinos ascendió hasta las Chorreras Negras bajo un terrible temporal y bajó a los once primeros heridos. En los días posteriores, otros tantos habitantes, agentes y autoridades subieron hasta el DC4 y colaboraron en las labores de rescate. Todos ellos sobrevivieron y agradecieron para siempre al pueblo su compromiso.

Fuente: Antonio Castillo López, Carlos Jaldo Jiménez, Agency Investigation USA. Air. Washington

Infografía ABC: FJ Torres y JdeVelasco

El accidente

El 8 de marzo de 1960 debía ser un buen día para un equipo de baloncesto formado por 18 marines norteamericanos, pues sus integrantes volvían a la base de Rota tras jugar un partido en Nápoles. Sin embargo, tornó de forma abrupta en una pesadilla cuando el DC4 en el que viajaban impactó de lleno, horas después de salir de Italia, contra el Picón de Jérez, en Sierra Nevada, a 2.450 metros de altura.

Nápoles

Italia

Granada

Lugar del accidente

Base de Rota

12.00 h aproximadamente

Sierra Nevada

El DC4, en su ruta sobre Sierra Nevada, se encuentra con una ventisca de nieve.

Una fuerte corriente de aire hacia abajo le hace descender 400 pies (121 m) abruptamente y pierde 80 nudos de velocidad (148,16 km/h).

Probablemente roza con el ala derecha en un risco.

El comandante se da cuenta de que no tiene potencia ni espacio para remontar y decide realizar un aterrizaje de emergencia y tira del morro hacia arriba y sube la potencia.

Después lo deja caer suavemente para ir tomando tierra. En este momento las hélices tocan con el suelo y los motores se dañan.

Una capa de nieve de unos 8 metros amortigua el impacto de la aeronave contra el suelo.

El avión resbala por la ladera hasta que se detiene, muy cerca de un barranco, sin apenas daños estructurales. Aunque hay fuga de combustible no se origina ningún incendio.

Las lesiones de los ocupantes

En total hubo 12 personas ilesas, un herido leve, 4 menos graves, 6 graves y uno muy grave.

Ileso

Leve

Menos grave

Grave

Muy grave

Piloto y copiloto

Tripulación

Pasajeros

El ‘sendero del avión’

A las tres menos cuarto de la tarde el piloto y copiloto comienzan el descenso hacia un pueblo que se divisa

en la zona baja de la montaña. A las tres horas llegan a la casa forestal del Posterillo donde dan las primeras

explicaciones de lo ocurrido.

Paratas de Chorreras Negras

Lugar del aterrizaje de emergencia

2.450 m

Jérez del Marquesado

1.250 m

Casa forestal Del Posterillo

1.500 m

Centro logístico improvisado durante el rescate

Altimetría

Lugar del accidente

Paratas de Chorreras Negras

Altitud (m)

2.450 m

2.500

Casa forestal Del Posterillo

2.000

1.500 m

1.500

Jérez del Marquesado

1.250 m

0

2

4

6

8

10

12

km

Tras el accidente, el pueblo se volcó con los marines. Un primer grupo de siete vecinos ascendió hasta

las Chorreras Negras bajo un terrible temporal y bajó a los once primeros heridos. En los días

posteriores, otros tantos habitantes, agentes y autoridades subieron hasta el DC4 y colaboraron en las

labores de rescate. Todos ellos sobrevivieron y agradecieron para siempre al pueblo su compromiso.

Fuente: Antonio Castillo López, Carlos Jaldo Jiménez, Agency Investigation USA. Air. Washington

Infografía ABC: FJ Torres y JdeVelasco

Los blancos muros de la casa de la cultura de Jérez relumbran con el primer sol de la mañana. En su interior aguarda Carlos Jaldo. Estudió medicina pero, como sus vecinos, siempre ha sentido pasión por aquella gesta. Tanta, como haber publicado el ensayo 'Las bengalas de Chorreras Negras' junto a Antonio Castillo. «¿Que resuma el accidente en pocas palabras? ¡Imposible!», bromea. Aunque recoge el guante. «Todo sucedió el 8 de marzo de 1960. Un avión DC-4 volaba de Nápoles hasta la base de Rota con un equipo de baloncesto de marines americanos». Entre tripulantes y pasajeros sumaban 24 personas. «El piloto pasó por Alicante sin problema. Sin embargo, en Sierra Nevada se topó con una fuerte ventisca», desvela.

El aguanieve, lo que por estos lares llaman 'grajea', redujo la visibilidad y condenó al DC-4. «De repente, el copiloto se percató: iban a estrellarse contra un macizo montañoso», sentencia. Era la zona oriental del Picón de Jérez. El golpe era inevitable, aunque el tipo, como reconoce Jaldo, debía de ser un artista de altos vuelos: «Cuando el ala derecha impactó contra un saliente y el aparato cayó, él lo dirigió hacia una sima inclinada. Tuvo la suerte de aterrizar en Chorreras Negras, en un ventisquero. Eso amortiguó la caída». Se hace el silencio; el rostro de mesetarios nos delata. «Un vestisquero es una acumulación de nieve. Este tenía ocho metros de altura». Se agradece la aclaración.

El accidente provocó piernas rotas, contusiones, dolor... pero ningún muerto. Fue un milagro del dios de la montaña. «¡Es algo único! No hemos podido documentar otro accidente aéreo, militar o civil, en cotas superiores a 2.400 metros en el que no haya habido que lamentar víctimas mortales», apostilla el experto. La cruz de la moneda tiene nombres y apellidos: Francis Samuel Roncone. El suboficial se fracturó la vértebra décimo segunda y quedó relegado para siempre a una silla de ruedas. «Durante toda aquella noche no dejó de aullar de dolor. Pedía a sus compañeros que le disparasen para acabar con aquel terrible sufrimiento», cuenta Jaldo. Lo que se apoderó de todos fue el desconcierto: ¿dónde estaban y cómo podrían escapar de allí?

DESCENSO... Y ASCENSO

A sus 82 años, Juan Valenzuela está hecho un chaval. Sube todos los días a la sierra montado a caballo, resiste el duro febrero con una chaquetilla y no ha borrado de su mente esa noche. «Fui el primero que los vi: dos hombres altos, vestidos de blanco. Serían como las cuatro de la tarde y yo había salido a cuidar de las bestias», explica a ABC. Aquellas figuras fantasmales eran el piloto y el copiloto del DC-4. «No me pude acercar. Corrían ladera abajo hacia el Posterillo para buscar ayuda», confirma mientras señala el sendero por el que pasaron. «¿El Posterillo?», preguntamos. «Sí, un grupo de casas ubicadas en la sierra. En ellas vivían, entre otros, un guarda forestal y un viverista», sentencia.

Bernarda Carrillo, la hija de aquel guarda, recuerda también cómo fue la noche del 8 de marzo. «Estaba jugando con mi hermana fuera, en el Posterillo, cuando aparecieron dos hombres», afirma mientras detiene la mirada en la frondosa arboleda. «Pensé que eran mantequeros –asesinos que quitaban la grasa a los niños– o maquis. Me dieron miedo porque eran muy altos y me metí corriendo en casa». La hospitalidad granadina hizo que sus padres recibieran a aquellos desconocidos. «Les dieron de comer huevos con matanza. El problema es que no sabían inglés, así que les entregaron una pizarra para que dibujaran lo que había pasado. Así se enteraron», confirma. Ella tenía siete años y se fue a dormir pronto, pero no olvida que su padre llamó a un vecino para que les acompañara al cuartel de Jérez.

Cuando el reloj frisaba las nueve de la noche, los americanos pisaron el pueblo y explicaron la tragedia a la Guardia Civil. «Cogieron una hoja de periódico, hicieron un pequeño avión de papel y lo lanzaron contra el suelo. Bastó con eso. Luego, les pusieron en contacto con las cercanas minas de Alquife en las que había gente que sí hablaba inglés», desvela, en este caso, Jaldo. El experto tiene todavía ese recuerdo en su casa, aunque hoy no ha podido traerlo. «Me lo han cambiado de sitio los niños», se disculpa. Y queda perdonado. Así fue como, en el corazón de Jérez, arrancó un rescate a vida o muerte; una dolorosa prueba contra los elementos para ascender al lugar del accidente, a 2.450 metros de altura.

UNA NOCHE BAJO CERO

La voz de Antonio Lorente resuena grave en la sala, no ha perdido el acento andaluz a pesar de que hace años que se marchó de Jérez: «La noticia me cogió en la escuela, tenía 17 años. Un chico nos dijo que se había caído un avión en la montaña y que se estaba reuniendo gente para ayudar». La noche, sostiene, era insoportable: lluvia intensa, nieve, ventisca... y frío, muchísimo frío. «¡Bah! Las nevadas ya no son como las de antes». Vestido con la misma chaqueta que se había puesto aquella mañana, este jerezano se montó en un camión con un pequeño grupo de valientes. La idea era ascender en vehículo, pero fue imposible. «Nos dejó en una zona que se llama Corral Nuevo. Derrapaba y era peligroso», insiste.

De allí salieron cinco hacia el avión, y Maite Villalba conoce bien a uno de ellos. «Mi padre, Manuel, vivía cerca y fue a casa a por algo de abrigo y calzado apropiado, pero solo tenía botas de regar. Subió con ellas», explica a ABC. Tiene claro qué le motivó: «Repetía que lo que había allí arriba eran criaturas y no animales; que había que salvarles». El reloj marcaría las once de la noche cuando dejaron Corral Nuevo, aunque saberlo con exactitud es una tarea imposible. Unos y otros coinciden: la subida fue una pesadilla. «No se veía nada. Menos mal que iban algunos que ya habían estado en la sierra. Desconozco si había linternas por entonces, pero en el pueblo, desde luego, no teníamos», explica Lorente. Se orientaron con las bengalas que, de cuando en cuando, los americanos lanzaban desde el DC-4.

Ataviados casi de cualquier manera, con botas de regar o con una manta sobre la cabeza, los habitantes de Jérez se echaron a la montaña al rescate de los americanos

No todo fueron penalidades. A medio camino, el grupo se topó con otro valiente que se había animado a subir, y en solitario. Manuel Porcel se presenta a ABC ataviado con una boina y armado con un cayado. Responde de forma directa y expresiva, pero siempre con una sonrisa: «Salí de trabajar de la mina y me dijeron lo que había ocurrido. Conocía bien la sierra, así que cogí una mantilla pequeña, me tapé la cabeza con ella, y empecé a caminar». Reconoció al grupo principal por las voces que daban en mitad del monte. «¡No veía nada!». Ya juntos, los seis jerezanos superaron el último tramo en su periplo: una acequia de aguas gélidas a la que cayeron varias veces. Para ellos, aquello fue como zambullirse en una piscina de cuchillas.

El grupo arribó al avión a las cuatro de la madrugada. «Dentro ya había otro paisano que vivía en la sierra, Manuel Peralta», explica Antonio. Los jerezanos se toparon con un panorama escalofriante. Los soldados luchaban contra el frío con mantas y café, pero la ventisca golpeaba con fuerza. En declaraciones posteriores, todos ellos lo confirmaron: con los españoles llegó la esperanza. Manuel Porcel recuerda sus palabras: «Repetían algo así como 'merrico', 'merrico'. No sabíamos qué decían. ¡Qué 'merrico' ni qué ocho cuartos!». Por suponer, suponemos que se refiere a 'very good'… Poco después, los héroes decidieron dividirse en dos grupos: cuatro de ellos bajarían al Posterillo para informar de la situación, y tres –Peralta, Porcel y Lorente– se quedarían con los Marines.

La noche, dicen, la pasaron al calor de las lamentaciones. «Dormir fue imposible por el frio. Yo me quité los pantalones y se quedaron de pie, helados», desvela Lorente. Por fortuna, la mañana trajo consigo el abrazo del sol. «A las siete hicimos un grupo con los once que mejor estaban y les indicamos por señas que bajábamos. Me puse delante y Lorente detrás, por si se caía alguno», señala Porcel. Todavía recuerda que ayudó a los americanos a arroparse antes de salir: «Les metí el pantalón doblado dentro de los calcetines para que la nieve no les entrara en las piernas». El descenso fue mucho más sencillo, como recuerda entre risas Antonio: «¡Me hacían señas para que fuese más despacio! Yo les dije que apretaran los cojones y que se diesen prisa».

EL DÍA DESPUÉS

Así acabó la primera subida, pero no la última. En las horas posteriores se contaron por decenas los vecinos, agentes y autoridades que ascendieron hasta el avión para ayudar a los americanos. Clubs de montaña, habitantes de pueblos cercanos… Hasta un helicóptero de Rota que no pudo aterrizar en la cumbre. Todos los soldados fueron rescatados y atendidos gracias, entre otros tantos, al padre de Jaldo. «Era el practicante y se dedicó a entablillar fracturas y aplicar morfina», afirma mientras señala una instantánea en la que se ve a un herido vendado. «Este fue el fruto de su trabajo», insiste con una sonrisa.

Tan agradecidos quedaron los americanos, que regalaron los restos del DC-4 a Jérez del Marquesado para que fuese vendido como chatarra. José Antonio Guejar conoce bien esta parte de la historia: «Mi padre era soldador y le pagaron para que hiciese trozos el aparato y lo bajase en bestias», explica. La chatarra les aportó más de un millón de pesetas de la época. Dinero que sirvió para llevar agua corriente a las casas, arreglar las escuelas y hasta comprar instrumentos para la banda de música local. Aunque, según explica José Ángel Pereda Hernández, el alcalde del municipio, no fue lo único: «Enviaron muchas cosas de forma recurrente. Queso, por ejemplo. En el recreo, a los niños nos daban un vaso de leche regalada por ellos».

En su despacho, Pereda nos confirma que ha hecho sentidos esfuerzos para levantar un museo dedicado a la historia del avión. Aunque su mayor ilusión es mantener las buenas relaciones con los americanos. Las bases están puestas: en el 50 aniversario del evento, la anterior administración consiguió que visitaran Jérez el embajador de EE.UU., Alan D.Salomont, y varios soldados supervivientes. Por entonces, el Club de Montaña Barranco Alcázar inauguró el 'Sendero Solidario El Avión', de unos 12 kilómetros, todavía activo. Aunque el mejor ejemplo de que el cariño pervive lo ofrece Manuel Porcel: «Cuando vinieron al pueblo los marines, me acerqué a uno de ellos y le metí el pantalón por debajo de los calcetines. ¡Y me reconoció!». Aquello dice, permanecerá perenne en su memoria.

Créditos

  • Texto: Manuel P. Villatoro

  • Vídeo: Nerea Balinot

  • Infografía: Julián de Velasco y FJ Torres

  • Diseño y edición: Jorge González y Javier Nadales

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