La polémica carta de 1917 que pidió por primera vez un Estado para los judíos en Palestina
Más de un siglo después, la interpretación de la Declaración Balfour todavía enfrenta a los líderes de Europa y Oriente Próximo, pues fue el primer paso en el proceso histórico que condujo a la proclamación del Estado de Israel en 1948
Supertanque Merkava IV: el arma secreta de Israel para destruir a Hamás
Se cumple el undécimo día de la guerra entre Israel y el grupo palestino Hamas que se desató el pasado 7 de octubre tras los feroces ataques de la organización terrorista que dejaron 260 muertos en el Estado hebreo. La masacre se produjo ... durante la celebración del Festival Nova en pleno desierto del Neguev, cerca del kibutz Reim. A la mañana siguiente, Benjamín Netanyahu declaró: «Hamás ha cometido un error de proporciones históricas». Y este mismo fin de semana, el primer ministro israelí ha amenazado con el «asedio total» de la Franja de Gaza.
Desde entonces, la rápida escalada del conflicto ha dejado ya más de 3.850 muertos en ambos bandos, que se suman a los de un conflicto que lleva décadas activo. En ABC mismo hemos recordado esta semana algunos episodios históricos que nos ayudan a entender mejor los acontecimientos actuales, como la ignorada participación del Estado judío en la creación de esta organización durante la década de 1980 o el origen del tanque, en la década de 1970, con el que Israel pretende invadir Gaza. Pero hoy vamos a retroceder hasta 1917, al primer documento en el que se pidió «el establecimiento de un hogar nacional» en Palestina para la comunidad judía.
«El Gobierno de Su Majestad contempla con beneplácito el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo», aseguraba la carta en su segundo párrafo. La carta está fechada el 2 de noviembre, un año antes de que concluyera la Primera Guerra Mundial. Y continuaba con la siguiente declaración de intenciones: «Se entiende claramente que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o los derechos y el estatus político de los judíos en cualquier otro país».
En 2017, el entonces secretario del Foreign Office, Boris Johnson, llegó a criticar a Israel por no cumplir con la cláusula. Las palabras exactas del posterior primer ministro fueron que esta salvaguarda «no se ha ejecutado por completo». Y, a continuación, reivindicó que la salida al conflicto tenía que ser la de establecer dos estados que pudieran convivir en paz: el de Israel y el de Palestina. Pero la guerra continúa y, desde la Primera Intifada en 1988, han muerto 13.400 personas, según los datos del Centro de Información Israelí para los Derechos Humanos en los Territorios Ocupados. El 87%, palestinos.
Conquista de Palestina
Las 130 palabras de este documento, conocido como la Declaración Balfour, son consideradas el primer acontecimiento importante en el proceso histórico que condujo a la proclamación del Estado de Israel en 1948. Lo publicó el Gobierno británico el 2 de noviembre de 1917 y muestra, por primera vez, la voluntad de una gran potencia de crear un Estado para los judíos en la región de Palestina, que en ese entonces formaba parte del Imperio Otomano desde nada menos que 1517, cuando los turcos de Asia Menor derrotaron a los mamelucos.
El país quedó dividido en varios distritos administrados por los palestinos arabizados, descendientes de los cananeos y de los colonizadores posteriores. Curiosamente, las comunidades cristiana y judía recibieron una amplia autonomía, pero el 11 de diciembre de 1917, con la Primera Guerra Mundial en uno de sus momentos más críticos, se produjo el segundo acontecimiento capital para el futuro de Palestina: Gran Bretaña, bajo el mando del general Allenby, entra en Jerusalén –«el momento supremo de la guerra», en palabras de Lawrence de Arabia– y pone fin a los cuatro siglos de dominio otomano.
Aunque la Declaración Balfour estaba incluida en una carta firmada por el ministro de Relaciones Exteriores británico, Arthur James Balfour, tras la conquista de Palestina los judíos no recibieron su Estado. No importó el compromiso de estar dirigida al barón Lionel Walter Rothschild, máximo líder de la comunidad judía en Gran Bretaña, quien a su vez la transmitió a la Federación Sionista de Gran Bretaña e Irlanda. El objetivo estaba claro, pero tardaron aún más de treinta años en concederles su pedazo de tierra prometida.

«Injusticia histórica»
La interpretación de esta carta es todavía causa de enfrentamientos en Oriente Próximo más de un siglo después. En Israel, es considerada como la primera piedra del Estado hebreo, que se fundó finalmente en 1948, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial. Para los palestinos, que representaban el 90% de la población de la región desde hace cien años, la declaración marca el inicio de un imparable retroceso territorial. En 2017, Netanyahu celebró el centenario de la misiva en Londres junto con la jefa del Gobierno británico, Theresa May, y afirmó: «La declaración reconoció la 'Tierra de Israel' como hogar nacional para el pueblo judío, avanzó las medidas para establecer el Estado de Israel [...] y le proporcionó impulso internacional».
Ese mismo año, los dirigentes palestinos encabezaron una manifestación en Ramala para exigir al Reino Unido que pida perdón por dicha carta. El entonces primer ministro de la Autoridad Palestina, Rami Hamdallah, la calificó de «injusticia histórica». Esta misma corriente de opinión asegura que, antes incluso de tomar el control territorial de Palestina en 1917, el Gobierno imperial de Londres necesitaba garantizarse el control del canal de Suez para mantener la comunicación con sus colonias en Asia, y que para ello buscó atraerse el apoyo de los judíos mediante la Declaración Balfour.
La carta, sin embargo, no fue la única promesa que realizaron los británicos, que jugaron a varias bandas y cortejaron también a los árabes. Lo demuestra la correspondencia que Henry McMahon, alto comisionado en Egipto, entonces colonia inglesa, mantuvo con el jerife de La Meca, Husein bin Alí, en la que el militar británico prometió la independencia del país si este apoyaba a los aliados contra el Imperio Otomano. Lo mismo ocurrió con los kurdos, a los que Londres también ofreció un Estado propio si contribuía a la misma causa.
Maraña de promesas
Durante las discusiones del Gabinete de Guerra británico que condujeron a esta declaración, el conflicto mundial llevaba unos meses estancado. Las tropas de Estados Unidos no estaban desplegadas todavía y los rusos estaban distraídos con la Revolución de Octubre. El secretario de dicho gabinete, Mark Sykes, inició conversaciones formales con el líder de los sionistas en febrero de 1917. En ese momento, Arthur James Balfour pidió que se prepararan varios borradores de dicha declaración antes de hacerla pública en noviembre.
Esos borradores fueron discutidos por el Gobierno británico durante meses. Las diferentes versiones contaron con aportaciones de judíos sionistas y antisionistas, pero nunca de la población local que ya vivía en Palestina. Sin embargo, estos no eran más que la cristalización de un anhelo largamente sentido por el pueblo judío, convertido además en necesidad histórica por la escalada del antisemitismo que se produjo con los pogroms de Rusia desde 1881. Se los llegó a culpar, incluso, del asesinato del zar Alejandro II en 1918. En este sentido, es importante comprender que estas reivindicaciones son muy anteriores al Holocausto nazi, habitualmente considerado como la causa principal del reconocimiento de los derechos del pueblo judío.
La Primera Guerra Mundial y la previsible caída del corrupto Imperio otomano solo fueron la oportunidad para los pueblos sometidos, en este caso el judío, hicieran válidas sus reivindicaciones. Y aunque la Declaración de Balfour no se llegó a aplicar, en 1922, la Sociedad de Naciones acabó adjudicando un mandato a Reino Unido para administrar en exclusiva el territorio de Tierra Santa. Desde entonces y hasta 1935, la población judía en la Palestina británica pasó de menos del 10% a un 27%. Viendo esta evolución, Londres redujo los cupos de inmigrantes judíos poco antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial. Esa fue una de las razones por las que, en 1944, grupos armados clandestinos hebreos se rebelaron contra las fuerzas británicas con atentados tan llamativos como el del hotel King David de Jerusalén, en el que murieron 92 personas.
No obstante, la carta tuvo pocos efectos en términos legales. De hecho, se eludió deliberadamente la palabra «Estado» en el texto. «Era legalmente impotente, porque Gran Bretaña no tenía derechos soberanos sobre Palestina ni autoridad para disponer del territorio», aseguró el diplomático estadounidense Sol Linowitz en la segunda mitad del siglo XX. En marzo de 2017, la profesora de la Universidad Hebrea de Jerusalén Gaia Golán publicó un artículo en el 'Times of Israel' titulado 'Balfour no es para tanto', en el que defendía que era solo el pronunciamiento de una «potencia colonial», mientras que la Resolución 181 de la Asamblea General de las ONU de 1947, en la que se acordó dividir Palestina en dos Estados con un régimen internacional especial para Jerusalén, poseía la «legitimidad conferida por la comunidad internacional».
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete