El origen de Hamás, el grupo terrorista forjado contra los judíos: «Israel existirá hasta que el Islam lo destruya»
Nacido en 1987 al calor de la Primera Intifada, la organización clama por la Yihad y la destrucción del país que ha atacado estos días
Cómo Hamás ha logrado engañar a Israel para lanzar su mayor ofensiva
Directo | La última hora del conflicto en Oriente Medio
Una vez más, Oriente Medio ha amanecido teñido de rojo. Este fin de semana, Hamás movió ficha en un ataque sin precedentes contra Israel. Las cifras hablan: más de 2.500 misiles lanzados contra objetivos civiles, otros tantos golpes de mano quirúrgicos de sus milicias y centenares de muertos. Todo parece indicar que los vientos de guerra arriban de nuevo sobre la región. Nada nuevo, por desgracia, desde que el grupo terrorista quedase forjado en 1987 al calor de la Primera Intifada y clamara, en su Carta Fundacional, por la aniquilación de sus vecinos: «Israel existirá hasta que el Islam lo destruya».
Controvertido origen
Cada autor se retrotrae a una fecha diferente al hacer referencia al origen más remoto de Hamás –acrónimo de Harakat al-Muqawama al-Islamiya ('Movimiento de Resistencia Islámico')–. En 'Antecedentes históricos del islamismo armado en Palestina', el periodista especializado en Oriente Medio Gonzalo Caretti Oria sostiene que la organización bebe directamente de los Hermanos Musulmanes, uno de los movimientos políticos islamistas más extendidos en el mundo desde que fuera alumbrado allá por 1928. En todo caso, lo que está cristalino es que fue cocida al calor de aquel 'Islam político' que clamaba por la recuperación de la Palestina histórica.
Aunque el germen más directo hay que buscarlo en 1987. Tal y como explica el historiador Juan Pedro Cavero en varias de sus obras –la principal, 'El pueblo judío en la historia'– el 7 de diciembre de ese mismo año cuatro palestinos murieron en un accidente de tráfico en Gaza causado por un vehículo militar israelí. La posibilidad de que fuera un asesinato premeditado, unida a la tensión que se respiraba en el territorio por la ocupación de Cisjordania, Gaza y el este de Jerusalén, derivó a corto plazo en el estallido de algunos disturbios y, poco después, en la declaración de la Primera Intifada contra el país judío.
Durante aquella primera Intifada –término que puede traducirse como 'quitarse de encima' o 'sacudirse'– nació Hamás. El máximo responsable del alumbramiento fue el clérigo casi ciego Ahmed Yassin, en silla de ruedas desde que un accidente le dejara tetrapléjico a los doce años. Y, desde su primer comunicado, la organización apostó por la amenaza: «La intifada de nuestro pueblo rechaza la ocupación y sus presiones. […] El Islam es la solución y la alternativa. Nuestro pueblo conoce el camino del sacrificio y el martirio. Entiendan que la violencia no genera más que violencia, que la muerte no trae más que muerte».
Yassin era un viejo conocido para Israel antes de establecerse como brazo político de los Hermanos Musulmanes en la región. En los sesenta, setenta y ochenta se había dado a conocer como activista islámico y había apostado por ganarse la confianza de la sociedad con movimientos populistas de libro; algunos como orquestar una red de organizaciones de beneficencia o fundar escuelas en la Ribera Occidental del Jordán y de Gaza. Aquello, ligado siempre a la religión, como bien explica Xavier Batalla en 'El mundo es una idea': «Entre 1967 y 1987, las mezquitas se triplicaron en Gaza, pasando de doscientas a seiscientas». Aquello lo hizo con la aprobación de Israel.
Sangre y kamikazes
Las verdaderas intenciones de Hamás se paladearon poco después. Al poco, declararon que la OLP –la Organización para la Liberación de Palestina–, a la que habían calificado de «hermana política», era demasiado moderada para liderar las relaciones con Israel. «Compartieron el objetivo de liberar Palestina, pero, a diferencia de ellos, que pretendían establecer un estado secular mediante negociaciones con Israel, Hamás rechazó toda vinculación y negociación, y buscó la implantación de un Estado islámico», explica José de Jesús López Almejo en 'Hamás: ¿entre la táctica terrorista y la vía política?'. El ejemplo es que, durante sus primeros años de existencia, Israel se valió de Hamás para que ejerciera como contrapeso del grupo de Yasir Arafat, Fatah, la facción mayoritaria dentro de la OLP.
Desde entonces, sus milicias armadas (las Brigadas Qassam) han sido las que más bajas civiles y militares han causado al país judío mediante ataques convencionales y el uso de kamikazes. Los ejemplos se cuentan por decenas. En 1989, Yasín fue condenado por un tribunal israelí por ordenar a los integrantes de su organización secuestrar y matar a dos soldados judíos. El 16 de abril de 1993 –después de otros asesinatos como el del civil Doron Shoshan en el asentamiento Kfar Darom de Gaza–, Hamás lanzó un ataque suicida junto a una cafetería en la colonia judía de Mehola. Fue el primero de los muchos que perpetraron por este método durante esa década, tanto contra objetivos militares como contra objetivos civiles.
Occidente –Estados Unidos, Canadá, Japón, la Unión Europea y hasta el vecino Egipto– considera a Hamás una «organización terrorista» que sigue negándose a aceptar las exigencias de la ONU. Principalmente, el reconocimiento del derecho de Israel a existir, la renuncia a la violencia terrorista y a aceptar los Acuerdos de Oslo de 1993 por los que el entonces líder palestino, Yasir Arafat, y el primer ministro israelí, Isaac Rabin, recibieron el Premio Nobel de la Paz. Mientras que para sus seguidores, así como para algunos países árabes aliados –Rusia y Turquía– no es más que un movimiento de resistencia legítimo que tomó el relevo a la Organización para la Liberación de Palestina. En todo caso, fue en 2006 cuando tomaron Gaza tras las elecciones parlamentarias en la región.
Llamada a la Yihad
Hamás hizo pública su Carta Fundacional, llamada también Pacto de Hamás, el 18 de agosto de 1988. En total, fueron 36 artículos, unas 9.000 palabras, en los que clamaba por borrar a su enemigo de los mapas. Ya lo decía en el preámbulo: «Israel existirá y continuará existiendo hasta que el Islam lo destruya, tal como ha borrado a otros antes». Y otro tanto sucedía a lo largo de las páginas, como en el artículo 13: «Las llamadas soluciones pacíficas y conferencias internacionales contradicen los principios del Movimiento de Resistencia Islámica [...]. Estas conferencias no son más que un medio para designar infieles como árbitros en las tierras del Islam. No existe ninguna solución al problema palestino que no sea la Yihad».
La Carta Fundacional incluía otros puntos como:
–Artículo 22: «Los judíos se esforzaron por amasar una grande y sustantiva riqueza material, que dedicaron a la realización de su sueño. Con su dinero tomaron el control de los medios de comunicación del mundo, las agencias de noticias, la prensa, las empresas editoriales, las emisoras de radio y otros. Con su dinero atizaron revoluciones en distintas partes del mundo para alcanzar sus fines. Estuvieron detrás de la Revolución Francesa, de la revolución comunista y de la mayoría de las revoluciones de las que hemos sabido».
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–Artículo 28: «Los judíos buscan socavar las sociedades, destruir los valores, corromper las conciencias, deteriorar el carácter y aniquilar el islam. Están detrás del comercio de drogas y el alcoholismo en todas sus formas para facilitar su control y expansión».
–Artículo 32: «Los planes sionistas no tienen fin y, después de Palestina, desearán la expansión desde el Nilo hasta el Éufrates. Después de asimilar la zona en la que hayan plantado las manos pensarán en seguir expandiéndose, y así sucesivamente».
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