El plan secreto de Franco y la Legión para desterrar a Primo de Rivera al archipiélago perdido de España
El 19 de julio de 1924, el dictador se personó en la base de La Legión en Ben Tieb; allí, varios oficiales habían urdido un plan para capturarle y llevárselo en avión si proponía retirar a las tropas españolas de África
Gerardo Muñoz Lorente, autor de 'La dictadura de Primo de Rivera', desvela a ABC los pormenores de este ardid que, al final, no se llevó a cabo
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Miguel Primo de Rivera no fue un dictador al uso; el español tuvo sus claros y sus oscuros. Miliar de familia y de corazón, estaba convencido de que había que abandonar el Protectorado por haberse convertido en un sumidero de sangre, sudor y dinero para el país. Y eso, a pesar de que había ganado la Cruz Laureada de San Fernando allí. Por ello, en 1924 organizó una gira a lo 'rock star' por las posesiones rojigualdas ubicadas al otro lado del Mediterráneo: para convencer a los altos mandos más africanistas de que asumieran que aquello estaba perdido y que era mejor abandonar la extrema vanguardia. Los rifeños eran demasiados, estaban bregados en el combate y no parecían dispuestos a rendirse.
Con esas ideas arribó a la base de La Legión en Ben Tieb a mediados de julio de 1924. En su cabeza sería llegar, dar un discurso convincente y marcharse. Pero no ocurrió así. En frente se topó con unos soldados que, desde hacía tres años, vertían sangre por España y no estaban dispuestos a abandonar la zona sin combatir. Y, a la cabeza de los mismos, al entonces teniente coronel Francisco Franco, un militar aguerrido y contestatario que le iba a dar mil y un quebraderos de cabeza. Tras escuchar los comentarios derrotistas del dictador, el líder de aquella unidad especial forjada en 1921 respondió de forma airada: sus chicos no se moverían de allí. A partir de ahí estalló el jaleo. Gritos, puñetazos en la mesa y algún amago de sacar la pistola.
«A nosotros, los periodistas, había llegado la noticia, por conducto de confidencialidad, de que se trataba de exteriorizar un acto de indisciplina por parte de las fuerzas del Tercio», escribió, años después, el reportero Emilio Herrero. Según explica a ABC Gerardo Muñoz Lorente, autor de 'La dictadura de Primo de Rivera' (Almuzara), lo peor no fue aquel follón, sino que Franco y sus hombres tenían un 'as' en la manga con el que convencer al dictador: raptarle, meterle en una avioneta y llevarle a las Islas Chafarinas. Para ello contaban con la complicidad del aviador Ricardo Burguete Reparaz y el comandante José Enrique Varela Iglesias; ambos, recién llegados desde Tauima, sede la Escuadrilla de Bombardeo de Melilla.
-¿Por qué Primo de Rivera anhelaba retirar a las tropas de Marruecos?
Primo de Rivera jugó con la ambigüedad en el manifiesto que elaboró durante el Golpe de Estado. No fue claro con las soluciones que planteaba para solventar los problemas tan agudos que padecía el país; entre ellos, la guerra de Marruecos. En principio dio un paso atrás en su tradicional abandonismo de la región para conseguir el apoyo de todos los militares. Y eso que había sido un firme defensor de que era necesario dejar la zona a pesar de haber participado en la campaña de África y de haber logrado la Laureada de San Fernando. Estaba convencido de que había que retirar las tropas del protectorado español.
Al final, ya como dictador, y pocos meses después de llegar al poder, volvió sobre sus pasos y aprobó un plan en el que ordenaba que se llevase a cabo un repliegue hasta la línea Ceuta-Tetuán/Tánger-Larache y reducir las fuerzas en la zona de 125.000 a 50.000 militares. La consideraba una guerra innecesaria. Debemos recordar que incluso perdió dos puestos de gran importancia, la Capitanía General de Valencia y Madrid, por defender la posibilidad de negociar con Gran Bretaña el intercambio de algunas plazas como Ceuta.
-¿Cuál era el objetivo de esta curioso plan?
Fue un arrebato motivado por la ira de los militares africanistas encabezados por Franco. Ellos estaban de acuerdo con que hubiera un Gobierno militar, pero no con que se diese esa retirada. Lo que intentaban era convencer por cualquier medio al dictador de que cambiar su orden de retirada por otra no solo de mantenimiento de las tropas, sino de ofensiva. Aunque sabían que era muy difícil porque el Ejército español sufría derrota tras derrota y parecía casi imposible mantener las posiciones en la extrema vanguardia. Fue una medida de coacción, más que un golpe de Estado como tal.
-¿Cómo surgió este plan?
Todo ocurrió en julio de 1924, cuando Primo de Rivera llevó a cabo un viaje por la zona oriental del Protectorado para tratar de convencer a los oficiales y jefes del Ejército de que había que retirar a las tropas. En Ben Tieb, que era parte de su trayecto, tenía planeado dar un discurso en el cuartel de La Legión, que mandaba por entonces el teniente coronel Francisco Franco. Pero se encontró con que había un ambiente muy contrario a su criterio, además de una indisciplina alta.

-¿Cómo fue el recibimiento a Primo de Rivera?
Aquello fue un encontronazo tremendo en el que las fuerzas del Tercio de La Legión mostraron de una manera muy vehemente su discrepancia con los criterios del dictador. Franco dio un discurso muy duro que respondió Primo de Rivera entre gritos, amenazas y posibilidades de que hubiera, según dijo Sanjurjo, intercambio de disparos. Incluso se prohibió que ingresaran algunos militares con sus pistolas en el pabellón donde se llevaba a cabo el acto.
-¿Por qué no se conoció esta noticia?
Por muchas causas. Para empezar, el discurso fue muy violento en palabras. Con todo, Primo se mantuvo firme y exigió que se le obedeciera. El líder de La Legión ofreció su dimisión, pero el dictador no la aceptó. En este sentido fue muy hábil porque, de haber dicho que sí, habría creado un mártir. El Directorio impidió que la noticia saliera a la luz por los problemas que generaría. Por eso ha pasado desapercibida para las crónicas. Algunos periodistas estaban allí, pero se les prohibió publicarlo. Entre ellos destacan el reportero de United Press, Emilio Herrero y el cronista Víctor Ruíz Albéniz. El general Sanjurjo y el Conde de Romanones también contaron en sus memorias el hecho.
-¿No sospechó nada el dictador?
A Primo de Rivera le llamó la atención que hubiera pilotos en la base. Le extrañó de forma especial la presencia del capitán aviador Ricardo Burguete, que había aterrizado con su avioneta y varios militares de su escuadrilla para perpetrar el secuestro. El dictador le preguntó qué hacía allí, y él se limitó a responder que había sufrido una avería y que se había visto obligado a descender. Todo estaba preparado: si no cedía, acabaría en las Islas Chafarinas hasta que cambiara de criterio y de opinión sobre la retirada del Ejército. Al final, sin embargo, recularon.
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-¿Cómo cambiaron sus ideas abandonistas en favor de una ofensiva definitiva contra el Rif en el Desembarco de Alhucemas?
Primo de Rivera cambió de opinión en cuanto al abandonismo de las tropas como consecuencia de un error estratégico de Abd el-Krim. El líder rifeño atacó al ejército francés entre la primavera y el verano de 1925, abriendo un segundo frente que, a la postre, acabó por mellar sus tropas. Eso le llevó a reducir su ofensiva sobre el Protectorado. Además, provocó una alianza franco-española que, hasta entonces, no se había dado por diferencias políticas. Ese pacto se concretó en el Desembarco de Alhucemas, que se planeaba desde hacía años. Aquello fue el principio del fin de la resistencia y de la recién proclamada República del Rif. Primo, aún así, mostró cierta resistencia a penetrar por el norte de África, pero fue animado por Sanjurjo y por los galos para atacar y llegar hasta el cuartel general enemigo. La conclusión fue que no cambió por decisión propia, sino por la sucesión de acontecimientos.
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