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Los secretos del dictador Primo de Rivera para convertir España en una potencia económica: «Creó Iberia y Telefónica»

Gerardo Muñoz analiza en 'La dictadura de Primo de Rivera' los cambios que se produjeron en el período totalitario que arrancó en 1923

El héroe del Día D español que aplastó el terror rifeño de Abd-el Krim

Miguel Primo de Rivera, durante su etapa como dictador ABC
Manuel P. Villatoro

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La tensión se palpaba en Miguel Primo de Rivera, entonces Capitán general de la IV Región Militar (Cataluña). Era un 14 de septiembre de 1923 convulso, se había materializado el golpe de Estado contra el gobierno constitucional... y Alfonso XIII no respondía a sus mensajes. «Tenemos la razón y por eso tenemos la fuerza», volvió a escribirle. Sabía que, sin el apoyo regio, el Ejército no movería un dedo, pero el Monarca dudaba. No fue hasta la tarde cuando aceptó, y casi obligado. «Estaba de acuerdo en que hacía falta un paréntesis para curar la pésima situación económica y política española. Además, hay que tener en cuenta el momento histórico: la guerra europea, la revolución rusa y la pandemia de gripe».

El que habla es Gerardo Muñoz Lorente, investigador y autor de casi un millar de artículos históricos. Lo hace sin titubear y cargado con una bolsa de datos que apoyan su teoría; todos y cada uno, recogidos en 'La dictadura de Primo de Rivera' (Almuzara), libro que presenta un año antes del centenario del levantamiento. Va con adelanto, como le sucedió al militar al suponer el apoyo del Monarca. «Aquel 14 de septiembre arrancaron 2.329 días de un período que ha sido oscurecido por la Guerra Civil y el franquismo. Una dictadura que, si bien supuso un impulso económico, ha pasado desapercibida», afirma. Aunque, a la velocidad del rayo, le pone apellido a esta afirmación: «No apoyo el autoritarismo, solo anhelo dar luz a este episodio escondido».

Revolución económica

Puesta la tirita, arranca la argumentación. Una de las primeras medidas que tomó Primo de Rivera durante el Directorio Militar, la fase inicial de la dictadura, fue instaurar un Consejo de la Economía Nacional para defender los intereses de las compañías patrias. Le urgía, al fin y al cabo, que España alzara la cabeza por encima de la marea económica internacional. «Protegió a las industrias de las importaciones de otros países y les dio subvenciones importantes. Un ejemplo fue el sector del algodón, afincado en Cataluña, o el automovilístico», sentencia. Los aranceles, tan típicos de los regímenes autoritarios, hicieron su aparición, al igual que un Real Decreto –el del 30 de abril de 1924– para favorecer la creación de empresas en el seno de nuestras fronteras.

La creación de monopolios paraestatales fue su siguiente objetivo. Un ejemplo, y los hay a pares, fue la Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos (Campsa), impulsada por el dictador y su ministro de Hacienda, Calvo Sotelo. «Hasta entonces, todo el comercio petrolífero en España era de extranjeros, principalmente americanos e ingleses», añade. Otro tanto pasó con Iberia, Compañía Aérea de Transporte, constituida el 28 de junio de 1927. «Se unificaron varios conglomerados que operaban de forma eficiente», incide.

Aunque, si hubo un caso llamativo, ese fue el de Telefónica. «Primo de Rivera quería acabar con la multiplicidad y el localismo de las empresas de teléfonos. Al final, le concedió el monopolio a un coronel americano que había fundado la 'International Telephone & Telegraph' a través de sus experiencias en Puerto Rico», sentencia.

Luces y sombras

Pero las aguas en las que mejor navegaba era en las de las ayudas sociales; en gran parte, por su carácter populista. Muñoz está convencido de que Primo de Rivera «sabía que, si tenía contentas a las clases bajas, se evitaría problemas». Por ello, impulsó medidas para favorecer a los trabajadores de las grandes urbes. «Con excepción de alguna reforma timorata para el ámbito rural que no se aplicó por la oposición de los terratenientes y los grandes empresarios, centró sus esfuerzos en las ciudades», completa. Al fin y al cabo, la población rural estaba mucho más dispersa y no contaba con un apoyo tan férreo de los movimientos sindicales. «Permitió las huelgas como válvula de escape, siempre que fueran por motivos laborales, y no políticos», añade el autor.

Con esos mimbres en la mente creó una ley de 'casas baratas' que primó la compra frente a los alquileres. SI hasta 1924 se habían construido apenas 1.290 viviendas en ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia y Sevilla, esta cifra se multiplicó a mayores hasta la crisis económica de 1930. Además, el dictador estableció ayudas fijas que cubrían entre el 10 y el 20% del coste de la compra y obligó a los Ayuntamientos a seleccionar terrenos específicos para levantar este tipo de casas. Por último, basó su sistema sindical en los Comités Paritarios. Creados mano a mano con la UGT y el PSOE, aprobaban leyes sobre cuestiones de trabajo y solucionaban los conflictos entre la patronal y los obreros.

A pesar de todo, el descontento social ante la dictadura y las diferencias con Alfonso XIII provocaron la caída de Primo de Rivera. Lo que no pasó en 1923 sucedió en enero de 1930: el Rey le retiró el apoyo y, con él, se esfumó también el del Ejército. «La tensión era demasiada. Las represalias, los encarcelamientos y el destierro de los opositores acabaron con él. Lo mismo que la censura absoluta que promovió», finaliza.

La dictadura de Primo de Rivera

Imagen - La dictadura de Primo de Rivera
  • Páginas 544
  • Editorial Almuzara
  • Precio 29,95

-¿Por qué un nuevo libro sobre la dictadura de Primo de Rivera?

El 13 de septiembre se cumplirá el centenario del golpe de Estado que dio Miguel Primo de Rivera y que supuso el inicio de una dictadura que duró seis años y cuatro meses en España. Con ese motivo, hace un par de veranos empecé a trabajar sobre esta época del país. Para muchos historiadores este período representaba un paréntesis dentro de la primera restauración borbónica. Se suele pensar que no acontecieron grandes cosas en él, pero sí, y bastante importantes para bien y para mal. Esta no es una biografía más, sino un análisis concienzudo que se zambulle en un tiempo obviado.

-¿Qué supuso para España?

Para empezar, el principio del fin de la Monarquía, muy tocada ya por el Desastre de Annual y la exigencia de responsabilidades políticas y militares en la calle y en el parlamento. La anuencia del Monarca, que estaba bajo la sombra de la sospecha por haber incitado al general Silvestre a dar el paso que propició la tragedia, fue uno de los muchos factores que provocaron la llegada de Primo de Rivera al poder. Años después, la identificación que se hizo entre la dictadura y la Corona puso en contra de Alfonso XIII a los partidos conservadores y tradicionalmente monárquicos, como el cuerpo de Artillería.

-¿Qué enemigos se ganó el dictador?

Todos. A pesar de sus medidas económicas, se generó muchos enemigos entre los políticos, los militares y la misma sociedad. Su carácter contradictorio le hizo mostrarse en contra de sectores que le habían apoyado durante el golpe, como los catalanistas regionalistas y la propia Iglesia. Le sucedió otro tanto con los terratenientes, la gente más rica del país; se ganó su odio cuando quiso instaurar unos impuestos progresivos mediante una reforma fiscal muy impopular entre las clases altas. El Monarca, con el que no mantuvo una buena relación, tuvo que aguantar esto hasta 1930.

-¿Impulsó económica y socialmente España?

Sí. Social en cuanto a la paz social. A los trabajadores los benefició en parte, aunque solo al área urbana; a la rural la abandonó a su suerte. Los campesinos siguieron teniendo los mismos déficit, como tradicionalmente habían estado. Pero quiero reseñar que todas sus medidas las hizo a costa de obviar los derechos individuales y colectivos.

-¿Existe algún ejemplo cercano de un régimen similar al de Primo de Rivera?

China. Este país ha llevado a cabo un avance económico industrial en las últimas décadas que ha enriquecido a muchos ciudadanos de las grandes ciudades. Pero los campesinos, en las zonas rurales, siguen igual o peor. La clave es que quién impone esta política de avance es un Gobierno autócrata y dictatorial; un partido único, el comunista, que ha suprimido los derechos individuales y colectivos. Ahí está el dilema. Para avanzar de una forma importante no es necesario, según las democracias occidentales, que haya un Gobierno dictador.

-¿Cuál es su balance de la dictadura de Primo de Rivera?

España se vio beneficiada de esta política dictatorial de revolución desde arriba en varias cuestiones económicas. También es cierto que no hubo ejecuciones de disidentes, pero sí se encarceló y desterró a muchos. Además, la censura era absoluta. Mi balance es que no fue un paréntesis vacío a nivel social y fiscal, pero sí a nivel político... ¡Era una dictadura!

-¿Cómo acabó su relación con el Rey?

Él manipuló al Rey todo lo posible hasta que el rey le manipuló a él y, con su borboneo, le obligó a exiliarse.

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