Tamara Falcó: «El anillo se lo devolví el sábado antes de irme de casa»
Tamara Falcó reaparecía ante los medios de comunicación tan solo cuatro días después de cancelar su compromiso
«Quiero a una persona que me trate con respeto»
Íñigo Onieva; guapo, vividor y con una sola empresa a su nombre
La tercer en discordia entre Tamara e Íñigo
Recibida entre aplausos, Tamara Falcó reaparecía ante los medios de comunicación tras haber anulado su compromiso matrimonial con el que hasta ahora era su pareja, Iñigo Onieva. Lo hacía radiante pero emocionada y deseosa de dar las gracias a la prensa por haberle evitado un fracaso. A las preguntas de por qué no se había fiado de la información que hasta ahora se había dado tanto por parte de los medios como por parte de su familia y amigos, Tamara confesaba: «Cada uno me decía una cosa, había muchas versiones, pero yo siempre me creía la de él porque estaba enamorada».
Aún le cuesta hablar de Iñigo en pasado porque hasta hace cuatro días era su prometido; «No hay perdón posible, es mejor que haya sucedido ahora aunque es duro, hubiere sido peor si ya hubiésemos estado casados o incluso con hijos».
Aunque muchos piensan que a largo plazo podría haber una reconciliación, Tamara lo tiene claro: «Es imposible, he perdido la confianza y para mí es un valor muy importante y no puedo estar con alguien que no comparte mis valores. El viernes cuando llegamos después de la boda, él me empezó a reconocer que igual las imágenes sí eran de ahora. El resto de lo que sucedió me lo voy a quedar para mí, por el respeto y el cariño que le he tenido. El anillo lo dejé en la mesa el sábado antes de marcharme a casa de mi madre».
También ha querido aprovechar el momento para recalcar que algunas de las cosas que se han dicho son mentira. Ella no ha vuelto a hablar con Iñigo y tampoco su madre, Isabel Preysler, que se siente decepcionada y no le ha llamado para nada como se ha rumoreado. «Mi madre y mis hermanos han sido un gran apoyo, es más, pienso que mi madre es la que ha filtrado los vídeos», ha dicho sonriente antes de marcharse para la proyección de la película 'El sentido de la arquitectura'.
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