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Marta Riesco: «Pensaba que nadie querría volver a estar conmigo»

La reportera de 'Ni que fuéramos' recuerda su infancia y nos habla de su carácter, de sus sueños, del amor y de sus ganas de ser madre

Marta Riesco

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Cuando llega al pisito que acoge el plató del programa 'Ni que fuéramos', Marta Riesco nunca sabe lo que espera, así que acepta el reto de cada reportaje como una aventura: «Me dejo llevar y trato de ser natural, actuar en función de lo que pasa, ser simpática y educada. Puede ser un reporterismo incómodo, pero hay que ser educado y demostrar buen humor, porque si sacas una carcajada al protagonista, entra en el juego. Soy intuitiva».

Su entrevista con Patón a bordo de un autobús forma parte de los momentos más surrealistas de la televisión: «No pensé que tuviera valor informativo, solo era entretenimiento, y no fui consciente de su repercusión hasta que no vi las redes sociales». A Marta le duele que otros compañeros no la citen cuando dan sus exclusivas («es importante alabar y reconocer la labor de los demás») y se enorgullece de haber dado noticias como la monja que ejerce de guía espiritual de Iñaki Urdangarín o las fiestas de Jacobo Ostos.

Para Marta, a veces su mejor virtud puede ser problemática: «Soy demasiado sincera, tanto que pienso que debería taparme la boca con celofán. Me ha traído muchos problemas, demasiados». Y si a eso le sumamos lo que le gustaría cambiar, «mi impulsividad, que no la controlo», el resultado es «catastrófico y me ha llevado a terapia. Tengo que aprender a controlar los tiempos». Busca la paz «en el sofá de mi casa, junto a mi chico y Tomasito, mi perro, viendo una buena peli». Y le saca de quicio «la mentira, la falsedad, la gente que vende a otros por dinero o fama, los falsos amigo».

Le gustaría tener rutinas diarias, pero no puede, su trabajo no se lo permite, «aunque no me preocupa porque, la verdad, creo que me aburriría. Necesito salseo en mi vida». Marta se define un poco caprichosa, «pero no materialista. Cuando quiero hacer algo, lo quiero a mi manera y lo quiero ya. He sido muy mimada». Pero es, sobre todo, muy soñadora: «Idealizo las cosas, me despierto feliz todos los días. Hubo un tiempo en que me acostaba triste porque vivía en un túnel oscuro, pero gracias a la medicación lo superé. Ahora me levanto feliz y me acuesto casi feliz. He aprendido a relativizar».

Marta se confiesa una romántica empedernida: «La culpa es de películas como 'Dirty Dancing' o 'Titanic', de las que soy fanática. Le pongo literatura a mis relaciones». Y no disimula su felicidad: «Estoy muy enamorada. Alejandro y yo tuvimos un encuentro de cine, mientras rodaba su videoclip. Al mes se vino a vivir conmigo y ya llevamos casi un año. Apareció tras una relación muy dura para mí, cuando pensaba que no me volvería a enamorar. Tras un año y medio soltera, pensaba que ya nadie querría estar conmigo. Hasta que descubres que no solo hay gente normal, hay gente muy especial».

Marta Riesco

Con Alejandro hay planes de boda, «me gustaría celebrar un 'bodorrio' por todo lo alto», e incluso ha recuperado su deseo de ser madre: «Estaba en proceso de congelar los óvulos, pero me dio pereza. Ahora lo deseo y estoy en la edad biológica. Me gustaría ser una madre moderna y criaría a mi hijo o hija desde la libertad, mostrándole todas las opciones, pero también sería una madre con un punto estricto. No sería su amiga, su colega, no creo que sea ése el papel de los padres, estaría para enseñar y marcar los límites, pero siempre pasándolo bien, desde el amor».

En el futuro, Marta se imagina como una abuelita vitalista «viviendo hasta el último instante, en plan intenso. A lo mejor incluso iría al programa de Juan Y Medio. Me gustaría llegar diciendo '¡Jo, qué bien lo hice y cómo remonté!'».

Por lo visto, Marta lleva el reporterismo en la sangre. Tan pronto como empezó a hablar, se dedicó a narrar las anécdotas que sucedían en su casa: «Las profesoras de la guardería no daban crédito a que fuera tan habladora». Su familia la llamaba Martita: «Era súper inquieta y revoltosa, muy diferente a mi hermano Jorge, que ahora es economista y no tiene nada que ver con la farándula. Él es el de ciencias, yo de letras; él es introvertido, yo soy extrovertida. De pequeña ya era muy sociable y lideraba el grupo de amigas, llevando la voz cantante. Hasta que me tocó ir al colegio, que coincidió con una etapa en la que tuve que llevar un parche en el ojo. Fueron dos años duros de 'bullying' en los que me llamaban 'pirata' y los niños mayores me despreciaban cuando había que formar equipo para jugar o para hacer excursiones. Eso me marcó el carácter».

La cosa no mejoró con los años, porque en su adolescencia quedó marcada por la separación de sus padres y varios cambios de colegio: «Al final sufrí más acoso por ser la nueva. Era lista, tenía buenas notas, pero era muy protestona. Era un colegio de curas y me castigaban cada dos por tres, incluso me expulsaron tres días por organizar una protesta en el recreo. Era la líder de los 'frikis', aunque había sido aceptada por los 'guays'. Ya entonces sentía la vocación de un reporterismo de denuncia y la vocación del derecho para luchar contra las injusticias».

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