FOTOMATÓN
Alejandro Sanz, triste, pero menos
No es la primera vez que cae en la melancolía, o el desánimo. Ha padecido rachas de «nube negra». Hasta suspendió una gira, hace años, por ansiedad y otras tormentas interiores, que son las de peor cura
La depresión de Alejandro Sanz: triste, cansado y sin 'likes' de su novia

«No estoy bien. A veces no quiero ni estar. No sé si esto sirve de algo pero quiero decirlo. Estoy triste y cansado». Este mensaje lo firmaba, hace días, Alejandro Sanz, y, obviamente, se extendió la inquietud, y la alarma. Pero hemos llegado ... hasta hoy, cuando empieza su gran gira, que parece que no le va ser un incordio a Alejandro sino un auxilio, incluso. Ya nos alegramos. No es la primera vez que Alejandro cae en la melancolía, o el desánimo. Ha padecido rachas de «nube negra», que decirlo en la acuñación de Joaquín Sabina, y hasta suspendió una gira, hace años, por ansiedad y otras tormentas interiores, que son las de peor cura.
Aquello fue hace más de una década, y a ratos ha subido y ha bajado la tensión de vivir en Alejandro, hasta que siempre se aupó, recontento de nuevo, como un flamenco, dispuesto como un rockero, rescatado por sí mismo de varios infiernos, o purgatorios. Está bien que Alejandro confiese estas febrículas de malestar, porque el éxito no es la felicidad. A veces, resulta incluso lo contrario. Se encumbró, internacionalmente, con el álbum 'Más', y nunca ha ido a menos. Alejandro tuvo un día club de fans, todas bachilleras de carpeta, pero ya tiene una afición de multitud. De modo que es un artista.
En la boda con Raquel Perera estuvo Paco de Lucía, ese genio. Cómo no va uno a respetar y admirar a Alejandro. Raquel, en estos días, promociona un libro de consejos a los dos hijos que tuvo con Alejandro, y nos ha dejado el mensaje tranquilizador de que Alejandro va prosperando, hasta donde ella sabe, porque hoy Raquel es la 'ex'. Alejandro va fijo en un amor último, Rachel Valdés, artista cubana, desde hace unos años. En la hemeroteca queda Jaydy Mitchel, con la que casó por lo balinés, y hasta Valeria Rivera, que se vino un rato a España, casi antaño, a hacer gira de platós. Tanto pasado tiene ya muy poco futuro, salvo los hijos prósperos.
Alejandro, a veces, repercute de noticia sin escenario. Como ahora, cuando confiesa decaimiento, aunque el escenario está ahí, esta misma noche. La boda con Raquel Perera fue un boda por el rito de lo secreto, que siempre es un susto para la afición. Aquella boda fue en el 2012, en una finca extremeña, y los convidados pensaban que iban a un bautizo. Hasta que se encontraron a dos novios de matrimonio. Por Antonio Carmona me enteré, en su momento, que hubo «muy poca peña, pero muy buen rollo». El propio Alejandro lo ilustró a su manera: «Es lo más punkie que he hecho en toda mi vida».
Raquel empezó a su lado, de asistente listísima, y luego fue la música arterial de su vida. Raquel ha significado mucho en los alivios del luto del artista, y yo arriesgaría que hasta fue la culpable mayor de que él a menudo se pusiera tan en forma. Alejandro ha sabido capear de alma todos los temporales, incluyendo alguna manager de desacuerdo, alguna amante de plató, y la incómoda dispersión de un hijo aquí, y el otro allá. Tiene más de cincuenta palos, y aún vemos en él a un chaval que se las sabe todas. Parece, de rato en rato, que estuviéramos ante un nuevo Alejandro, pero el nuevo es el de siempre: un artista largo, y un tipo de corazón sin coraza. Está de gira, y es una gran gira. No hay mejor cura, o alivio. Para él. Para todos.
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