«Se me partía el alma al pensar que a mi hija la estaban sedando sin estar yo a su lado»
Varias madres solicitan que los hospitales permitan acompañar a sus hijos al quirófano en el momento de la sedación y reanimación. De momento han logrado 100.000 firmas en Change.org
El entrenamiento físico que permite a los padres ser activos en la curación del cáncer de sus hijos
El pasado mes de diciembre, la hija de Carla López tenía que entrar en el quirófano. Con tan sólo cuatro añitos. En la cita con el anestesista, esta madre no dudó en preguntar si podía entrar con su pequeña hasta que se durmiera y, posteriormente, durante la reanimación para que la niña viera a su madre nada más despertar. La respuesta del anestesista fue tajante: «No».
La explicación desde el Hospital Quiron Salud de Barcelona fue que era imposible por protocolo. «Me dijeron que era una cuestión logística, debido a que no había espacio suficiente para que yo entrara y también por cuestiones de esterilización en el quirófano. No entendía nada porque yo dí a luz en este hospital y durante la cesárea mi marido pudo estar junto a mí llevando la bata, gorro y patucos reglamentarios y la higiene exigida para la ocasión. ¿Por qué si se puede acompañar a un adulto en estos casos no se permite estar al lado de un menor? Tener que dejar a un bebé en un momento así en manos de desconocidos y ver cómo se aleja llorando es innecesario si no hay una justificación médica de peso detrás. Me parece un protocolo muy agresivo con los niños. Se me partía el alma al imaginarme a mi niña pequeña siendo sedada sola, sin nosotros a su lado y, después, al despertarse sin saber dónde estaba rodeada de gente desconocida con mascarilla y sin ver a su mamá ni su papá».
Esta madre apunta que la evidencia científica demuestra que el acompañamiento infantil en estos momentos críticos reduce los niveles de ansiedad, disminuye la agitación postoperatoria, reduce complicaciones físicas y facilita una recuperación más rápida y menos traumática. «Y, sin embargo, a mí me estaban dando a elegir entre la salud física de mi hija o la salud emocional».
Ante esta negativa, Carla López puso una queja en el portal del paciente de este hospital. Cuál fue su sorpresa cuando finalmente pudo estar con ella hasta que la sedaron. «El personal de enfermería me preparó para ese momento. Me dijeron, 'vas a ver a tu hija muy nerviosa, llorando, gritando..., pero entra dentro de lo normal. Sin embargo, una vez allí la vi en calma y todos los médicos la trataron muy bien, con mucho cariño mientras la ponían cables y finalmente la mascarilla hasta que se durmió. El personal allí presente reconoció, incluso, que cuánto se notaba que la niña había estado con su madre todo ese tiempo. Fue hasta un momento bonito porque me lo habían pintado tan mal que me quedé muy tranquila».
Como a la reanimación no la dejaron pasar, tuvo que enfrentarse a la persona que estaba en la administración y tras un 'conflicto' y su insistencia, logró estar al lado de su niña justo cuando abrió lo ojos. «¿Cuánto tiempo he dormido, mamá?», fue lo primero que quiso saber su hija.
Para evitar que más familias pasen por una situación así, y puedan acompañar a sus hijos en una situación similar, Carla López impulsó una recogida de firmas en Change.org para lograr normalizar en todos los hospitales que los padres puedan estar junto a sus hijos hasta que quedan dormidos por la anestesia y, posteriormente durante la reanimación. «No podemos dejar que este acompañamiento básico dependa de un hospital u otro, o del criterio de quién esté ese día allí. Queremos que todos los niños de España tengan este derecho garantizado. Pedimos que en todos los hospitales haya protocolos de acompañamiento familiar durante la inducción anestésica en cirugías pediátricas. No queremos más niños solos en el momento de la anestesia y al despertar tras la operación. Llevamos dos meses en esta lucha y ya llevamos 100.000 firmas».
Y es que a esta iniciativa se han sumado varias madres, como Anna que en noviembre de 2023 se vio en la misma situación que Carla cuando la anunciaron que tenían que operar a su pequeño de cuatro años y en el anestesista del Hospital Mútua de Tarrassa no quiso que Carla entrara con su hijo al quirófano. «Es algo que no puedo entender porque está demostrado científicamente que hay correlación entre la manera que entran y salen del quirófano con que la recuperación sea más o menos rápida. Los focos del quirófano, las batas de los médicos, sus mascarillas, el instrumental...«.

Asegura que el miedo y estrés de los niños en ese momento «es equiparable al que siente un adulto en una guerra y tiene grandes efectos en su salud mental. Debemos cuidar de la infancia. Sólo en Cataluña son operados 3.500 niños a la semana. Es necesario que se unifique este acompañamiento en todos los hospitales de España porque es un Derecho de los niños, no podemos depender de la suerte del médico que nos toque».
Pilar Herreros, directora de Enfermería del Hospital Universitario Niño Jesús de Madrid, no duda en asegurar que es fundamental que los padres puedan estar con sus hijos en todo momento en cualquier intervención médica. «Es muy beneficioso para los pequeños porque les ayuda a bajar su nivel de estrés y ansiedad, a reducir su miedo y, además, les ayuda a sentir menos dolor que si están rodeados de gente desconocida. No hay que olvidar que su espejo es la cara de los padres y si los adultos están en calma, ellos también lo estarán».
Apunta que en el Niño Jesús siempre que los niños están en la UCI, en reanimación de una cirugía o en pruebas que incluyen algún tipo de sedación como pueda ser una resonancia, punción lumbar o colocación de una vía profunda están acompañados por sus padres. Sin embargo, reconoce que el hospital es muy antiguo y en los quirófanos no hay un espacio adecuado para que puedan entrar familiares. Explica que hay un solo pasillo que conecta todos los quirófanos «y es por el que transitan todos los profesionales, una media de seis sanitarios por operación, y además es donde está todo el material que utilizan, y es necesario que esté extremadamente protegido para garantizar la asepsia y que los cultivos ambientales del aire en suspensión sean los adecuados de esta zona de alto riesgo».
Los niños, matiza, «no se van plenamente conscientes al quirófano». Previamente se les ha medicado «por lo que suelen ir tranquilos y una vez dentro, a través de colocarle la mascarilla, se duermen rápidamente. No sienten ningún tipo de dolor porque una vez que están sedados es cuando se procede a todo, comenzando por la colocación de la vía».
No obstante, añade que cuando hay una petición muy expresa de la familia porque el niño tenga una incapacidad emocional o discapacidad, se ha podido hacer una excepción, pero no es lo habitual por los problemas de estructura de esta zona del hospital.
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La solución, según la jefa de Enfermería de este hospital de referencia pediátrica, es que en las reformas de la estructura del edificio -algo que ya se tiene en cuenta- se habilite una zona específica para que los padres puedan acompañar a sus hijos durante la sedación ante de una operación. «También que los nuevos hospitales que se construyan hagan lo necesario para que padres e hijos estén juntos en esos momentos críticos por el estrés que genera. Somos consciente de la importancia de que estén acompañados. Nuestra labor es escuchar las necesidades de los niños, y de sus padres, para adaptar nuestras limitaciones y beneficiar a todos».
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