Alejandro Rodrigo: «En los conflictos con hijos adolescentes, nada se arregla solo con el paso del tiempo»
Rodrigo es autor de «Adolescencias reales desde dentro. Cómo prevenir conflictos con adolescentes»
«Nunca pensé que mis padres me iban a internar pero fue lo mejor que pudieron hacer para salvarme»

En el nuevo libro de Alejandro Rodrigo, 'Adolescencias reales desde dentro', hay una niña que pega a su madre, un chaval que se inicia en las drogas, una chica que es maltratada por su novio, un joven adoptado de pequeño que le ha ... hecho (y le hace) la vida imposible a su familia...
Son siete historias que hablan de la incomprensión entre padres a hijos que terminan con un análisis clínico de cómo han llegado estos adolescentes hasta ahí. Cada capítulo trata de explicar cuál es el mensaje codificado que lanzaron esos hijos, con sus conductas y actitudes.
Todas ellas vistas desde el particular prisma de este profesional, uno de los mayores expertos en violencia intrafamiliar en España, aquella que sucede en los hogares de puertas para adentro y cometen los menores hacia sus progenitores. Rodrigo se dedica a la intervención social y educativa con menores en riesgo de exclusión social, así como a las familias que viven en conflicto.
-Antes de este tipo de violencia no se hablaba, o no se reconocía que esto sucedía.
-Diría esto tiene una lectura positiva, y es que cada vez está menos invisibilizado pero sí, son casos y situaciones que cada familia hasta hace relativamente poco vivía de manera muy silenciada. Hay ámbitos de nuestra vida que no queremos compartir, como es el económico o este. Hay ciertos aspectos de los que no se habla abiertamente. Es muy difícil quedar con un amigo, con un familiar y hablar explícitamente de que tenemos problemas de agresividad, de violencia o, quizás, no tan altos pero bastante complicados en casa.
-Cuando hay un conflicto con un adolescente los padres, ¿somos conscientes de que pedir ayuda es un paso adelante y que invisibilizar la situación es dar un paso atrás?
-Nada se arregla solo con el paso del tiempo. Sin embargo, es preocupante, por otro lado, que este tipo de motivos de consulta causan una gran ansiedad entre las familias cuando en principio, podrían ser causas más o menos leves, como el uso de las nuevas tecnologías o que no quiere ir a clase… Pero detrás se esconden situaciones de muchísima ansiedad y tensión. La realidad es que es una casuística que hoy en día está en crecimiento.
-Estas siete historias de adolescencias complicadas que compartes en el libro, ¿comparten algún causante?
-La realidad es que, aunque esto parezca un cliché y una frase hecha, cada caso es un mundo en sí mismo. Dos familias con problemas de conducta graves pueden tener causas bien distintas. Hablar de una generalidad total es muy difícil. Pero sí es cierto que creo que estamos atravesando en los últimos años una grave crisis de autoridad dentro de la familia, de la sociedad, de los centros educativos. Y esto viene unido quizás también a una grave crisis de referentes. Nuestros chicos adolescentes, nuestros jóvenes, nuestros niños… Cada vez carecen más de referentes y de figuras de autoridad. Te pongo un ejemplo muy concreto que todos podremos quizás comprender. Vamos por la calle tú y yo andando. Y de repente vemos un joven, un niño pequeño, un preadolescente de trece, catorce años. Imaginemos que está fumando un tabaco normal. Tú y yo ya no nos paramos a señalar y a decirle: 'Oye, chico, ¿tú qué haces? ¿Fumando tabaco? Si no tienes la edad». De hecho, nos daría hasta reparo, ¿verdad?
-Igual te agreden.
-Esto sabemos que hace mucho tiempo no ocurría. La sociedad era la que educaba a estos chiquillos que estaban en la calle. Ahora, sin embargo, parece que nos aproximamos a ellos con miedo, con cuidado. «A ver qué me va a pasar».
-Hoy estás aquí como autor de tu último libro 'Adolescencias reales desde dentro', donde reúnes siete casos basados en hechos reales. Has cogido un poquito de aquí de allá y has dado forma a las historias. Pero realmente todas ellas las has vivido de alguna forma en consulta y han sido pacientes tuyos. ¿Hay algún hilo conductual?
-Son historias reales basadas en emociones reales. Bien es cierto, como bien has dicho, que no son testimonios, es decir, es un compendio de casos. Al final es la construcción de un relato que viene a lanzar unos mensajes. Pero es cierto que cada historia, cada Raquel, cada Ana, cada Concepción… Vienen a reflejar experiencias reales. Pueden ser la de nuestro vecino que vive encima de nosotros o la de la persona que tienes enfrente. Todas ellas nos enseñan que no hay una sola causa única. Esto que sucedió no fue por el padre, por la madre hicieron 'X' o 'Y'… Sino que es un compendio de causas que al final desembocan en estas situaciones.
Sin embargo, todos ellos comparten algo que es muy bonito, que es el amor que se tienen entre todos los miembros de la familia y se puede ver cómo al final el amor es lo que les lleva adelante. Me gustaría decirte que siempre en la vida real, cuando yo les atendía un despacho, cuando les atendía en el juzgado, cuando les atendía a centros educativos, la realidad superó la ficción. Es decir, son casos que están más atenuados, disminuidos en su nivel de tensión que ya de por sí son bastante altos.
-Alguna de las historias dejan un cierto malestar…
-Claro, dependiendo del caso que te toque, el testimonio te afecta más o menos. Si eres padre de una hija, los dos primeros capítulos te van a tocar bastante. Si eres padre de un chico que está empezando a consumir, cierto capítulo te tocará de otra manera. Hay un caso de adopción también, que es muy importante. Los padres, los lectores, las familias, me dicen que les está gustando mucho.
-No deja indiferente y puedes aprender.
-La buena noticia también es que la idea es que los padres que lo lean extraigan una especie de lección. Creo que hay muchísima información, teoría y formación para padres que, a veces los profesionales debemos aterrizar y bajar a la tierra. Cuando le pones nombre a los casos, cuando Raquel y Ana verdaderamente existen… Es entonces cuando podemos sacar un aprendizaje de la lectura.
-¿Cuáles son los indicadores? ¿A qué debemos estar atentos para ayudar a nuestros hijos? Porque tal y como explicas en el libro, muchas veces, los padres nos solemos quedar en la conducta, cuando en realidad se trata de traducir qué hay detrás de esa llamada de atención del niño.
-Pero es normal. Yo soy padre también de dos hijas y, en principio, me sé la teoría y muchas veces me desconecto porque estoy muy vinculado emocionalmente con ellas. Lo que ocurre entonces es que te quedas solamente en la conducta, en lo teóricamente urgente. Sin embargo, la clave fundamental en todos los casos, por mucho nivel de violencia que haya (o de violencia más leve), es siempre sin interpretar qué necesidad te está planteando tu hijo o tu hija que no está cubierta, o qué problema tiene o qué carencia. Lo complejo es que ni ellos mismos muchas veces saben lo que les pasa y por eso las conductas muchas veces son absolutamente disparatadas o desajustadas y nos duelen mucho. Pero todo cambia cuando somos capaces de llegar a interpretar el mensaje. Ahora bien, me gustaría subrayar que esto es muy fácil de decir, pero bastante complejo de hacer.
-Y sobre todo, difícil de ver para los padres.
-Por eso otra de las lecturas es acudir a un profesional que te traduzca eso que está pasando en tu propia casa. Porque, como hemos dicho, estamos muy vinculados emocionalmente a nuestros hijos. Son nuestro proyecto de vida de alguna manera, y lo que ocurre es que estamos dentro de esta dinámica.
Por eso, cuando nuestra capacidad debe estar en afinar y saber discernir y diferenciar los niveles de riesgo o de peligro, es necesario pedir ayuda. De la misma manera que si estamos por la calle, o en el parque y de repente nuestro hijo se hace una herida, le atiendes o le curas, pero si lo que tiene es una fractura importante o ha sufrido un accidente grave lo que necesitas es acudir al hospital. No te lo planteas.
-Sí, pero es complicado leer esos mensajes que, a veces, están demasiado codificados.
-Sí, porque si vienen un martes a las diez de la noche cuando estamos cansados y o cuando estamos en mitad de la vorágine, o vienen un sábado que se supone que es el día en el que todo debería ser perfecto y bonito, ¿no? Nos desubican.
-Una de las frases que más me ha llamado la atención es la de que «no hay que dejar huérfano a un niño, porque eso es lo peor que le puedes dejar a lo que le puedes hacer a un hijo». ¿A qué te refieres exactamente con esto?
-Creo que hay dos niveles. El nivel más difícil, que es el de 'no te mueras': Cuídate como padre y como madre todo lo que puedas, física y psicológicamente, porque somos un referente para ellos. Ellos son un espejo nuestro, por tanto, el cuidado físico y mental es importante.
Pero el verdadero mensaje es otro y es, con toda probabilidad, el mismo que quizás yo o cualquier psicólogo, educador, orientador venimos atendiendo históricamente en nuestros despachos: El mayor miedo que tienen es la tradición de un padre y de una madre. Me refiero a la importancia de mirar. Es la misma cuando el niño es pequeño y en el parque te dice: «¡Mira, mamá!». El adolescente hace lo mismo, de otra forma, cuando siente que no forma parte de la vida del padre o de la madre.
Esa herida es muy profunda y de hecho, ellos en despacho lo demuestran también, aunque parezca lo contrario. Aunque parezca que no quieren que entres en la habitación, que no les acompañes al colegio, que no vayas al partido de fútbol y no te dejen darles un beso. Lo que quieren es todo lo contrario. Verdaderamente lo que quieren es sentirse mirados por sus padres. Que su padre y su madre 'manejen' y sepan qué está pasando con él. Esta es de las heridas más graves, superior incluso que otras que puedan cometer un padre o una madre con una mala decisión. Ellos normalmente sanan cuando se ve esa química y a eso yo le llamo 'el milagro de que vuelven a reconectar la mirada'.
Cuando los chicos que yo he tratado, bien en intervención privada o en el juzgado (que por cierto es el sitio peor que puede haber para una familia), dicen esto de: «Sí, Alejandro, se lo hice pasar fatal, pero no me abandonó nunca». Para el chico es un reconocimiento, un agradecimiento. Es la escenificación del amor.
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-No se trata de buscar culpables.
-Se trata de buscar responsabilidades. Cuando giramos hacia este concepto, cuando lo vemos desde la otra cara de la moneda, de responsabilidad y no culpabilidad, es entonces cuando todo las defensas bajan y vamos mejor. Como padres, debemos ser conscientes de que somos responsables de nuestros hijos. Se trata de unificar la dinámica, de entenderla de forma global. No se trata de decirse: «es que tú has hecho esto», «y tú has hecho aquello». Se trata de mirarnos como familia. Y a partir de ahí, normalmente la reconstrucción suele aparecer. Pero es verdad que este concepto, el primer paso, normalmente deben darlo los padres.
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