Sánchez y González, un recelo crónico
El acto del expresidente con Guerra en el Ateneo y la airada reacción de Ferraz dinamitan los intentos de reconciliación de los últimos años
Felipe González y Guerra aseguran defender al PSOE más que Sánchez
Pedro Sánchez y Felipe González en la celebración del 40 aniversario de la llegada del PSOE al poder
Pocos apellidos -con permiso de García- tan comunes como los de Pedro Sánchez y Felipe González, que sin embargo son totalmente singulares ya en la política española. El del primer presidente socialista de la democracia y el del tercero y actual. Les separa un abismo ... generacional (podrían perfectamente ser padre e hijo) y nunca tuvieron un especial vínculo. Pero desde esta semana, con el cisma del Ateneo de Madrid protagonizado por González y su antiguo número dos, Alfonso Guerra, que provocó una airada reacción de Ferraz, cuyo secretario de Organización, Santos Cerdán, les tildó de «desleales» por sus críticas al líder del partido y su furibunda oposición a una amnistía, ese abismo es ya político, profundo, y muy posiblemente irreconciliable.
Aunque en realidad la relación de ambos siempre estuvo marcada por el mutuo recelo. Cuando Sánchez irrumpió en 2014 como líder del PSOE contra pronóstico, después de derrotar a Eduardo Madina en las primarias que dilucidaron la sucesión de Alfredo Pérez Rubalcaba, González se encontró con el sucesor más desconocido. Tras su salida de la política activa en 1997 le sucedió su estrecho colaborador y ministro Joaquín Almunia, y luego José Luis Rodríguez Zapatero, con el que ya había un importante salto generacional, y con el que igualmente las diferencias se han ido agudizando con el paso del tiempo.
Tras la salida de éste de Moncloa y de la Secretaría General, en 2012, llegó al cargo un felipista de pro como el mencionado Rubalcaba, ya fallecido, tras derrocar en un congreso federal a la también desaparecida Carme Chacón, con quien González tuvo un importante nivel de interlocución. El expresidente, además, votó a Madina, y más de una vez ha ironizado sobre su aciaga suerte en las elecciones internas del partido, donde siempre ha tenido la rara habilidad de optar por el candidato derrotado. Desde José Bono en el XXXV Congreso de 2000, cuando ganó Zapatero, hasta Susana Díaz en 2017, en el XXXIX Congreso que entronizó definitivamente a Sánchez.
El expresidente señaló en el acto del Ateneo de marras que desde 2008, la última elección con Zapatero como candidato, no había vuelto a hacer campaña. Fue un lapsus o quizás una omisión deliberada, porque lo cierto es que aunque ya en las últimas campañas no ha tenido presencia alguna, sí que llegó a mitinear con Sánchez en 2016, en las elecciones repetidas aquel año tras el primer bloqueo político de la historia de España. Y no lo hizo en un día cualquiera. Fue el viernes 24 de junio, último día de la campaña, en Villaverde, el único distrito de Madrid en que el PSOE, con su peor resultado de la historia (85 escaños y a punto del sorpasso por Podemos) logró resistir como la formación más votada. Aquella mañana veraniega venía marcada por una noticia de alcance internacional, el sorpresivo sí del referéndum del Brexit, celebrado el día anterior en el Reino Unido.
Y en ese contexto González pronunció una frase sobre el entonces primer ministro británico, David Cameron, que bien podría recuperar hoy para advertir de las intenciones de Sánchez de conceder una amnistía a Carles Puigdemont y al resto de encausados por el procés: «Cameron incendió la casa para salvar los muebles. Y ahora está sin casa y sin muebles. No cabe mayor irresponsabilidad. ¿Y por qué lo hizo? Porque se olvidó de los intereses generales de Gran Bretaña. Y sólo atendió a sus intereses personales y a los pequeños intereses de su partido. Y por esa irresponsabilidad ha fracturado a Gran Bretaña en dos mitades». Un Sánchez aún bisoño como líder aplaudía.
Poco después de las elecciones se produjo el primer encontronazo serio con González. El líder socialista se enrocó en su ya célebre 'no es no', oponiéndose a una abstención que permitiese a Mariano Rajoy gobernar. Algo que sólo terminó ocurriendo tras la abrupta salida de Sánchez de la Secretaría General ese mes de octubre. Y en aquel momento González, en una sonada intervención en la Cadena Ser el 28 de septiembre, manifestó sentirse engañado, pues aseguró que en una conversación privada Sánchez le había explicado que se abstendría para facilitar un Gobierno de Rajoy. «No tenía ninguna necesidad», señaló con grave tono de indignación, y añadió que «no sólo me siento engañado, sino que no entiendo sus razones». La respuesta de Sánchez se produjo ese mismo día en otra entrevista en 'El Diario', donde trató de dar un golpe de autoridad: «Respeto las opiniones de Felipe González, pero las decisiones las toma esta Ejecutiva y las tomo yo, en primera persona, como secretario general». La relación quedó seriamente tocada.
Llegó luego la moción de censura (2018), la coalición con Podemos (2019), los acuerdos de Presupuestos con Bildu y ERC (2020) y los indultos a los cabecillas del procés (2021), y nada de eso les acercó. Pero ese mismo año tocaba celebrar un Congreso Federal de número redondo, el XL, y Sánchez no desaprovechó la oportunidad para la reconciliación. Se fundieron en un abrazo en aquel cónclave en Valencia, al que asistieron también Zapatero y Almunia.
Un año después, la efeméride redonda del cuarenta aniversario del histórico triunfo de 1982 volvió a reunirles en un acto en Sevilla. Aunque Ferraz excluyó a Guerra de esos fastos, algo que el expresidente reprochó. Transcurridos doce meses de aquello, parece difícil que esos dos apellidos tan comunes, Sánchez y González, pero tan singulares políticamente, vuelvan a figurar en el mismo cartel algún día.