El último mohicano de El Caracol, el centro comercial abandonado que ofrecen como plató

Jesús regenta el único súper abierto de esta vieja galería que forma parte del catálogo de la Madrid Film Office

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Jesús es el encargado del Covirán, el único supermercado de este centro comercial ochentero Ignacio gil

Jesús es de esos comerciantes que aún conoce a sus clientes por su nombre de pila. «Mi abuelo vendía aquí carburo, así que imagínate si llevo tiempo en el barrio. El trato aquí es muy cercano, yo me he criado aquí, a mí esta gente ... me ha visto nacer. Así que aquí seguimos ayudando a la gente y dando servicio al barrio», reconoce el encargado del supermercado Covirán, uno de los pocos locales abiertos que quedan en la planta baja de lo que fue el centro comercial Orcasur, conocido como El Caracol, que se sitúa justo frente al viejo mercado de Orcasur.

Alrededor de esta tienda de barrio todo son persianas bajadas (y vandalizadas), a excepción de un bazar de alimentación chino, una pequeña peluquería y una asociación que colabora en la inserción social y laboral de los colectivos más desfavorecidos. Ni la tienda de compraventa de oro logró sobrevivir. Con salida a la calle de Orcasur sí hay un par de negocios más: un bar y un centro de empleo. Eso es todo.

No siempre fue así, recuerdan los vecinos y atestiguan los rótulos de viejas tiendas que aún no se han borrado: Autoescuela Paz, Clínica Dental, Centro médico, Joyería Artiguez... Cuando el mercado de Orcasur funcionaba, ambas galerías se retroalimentaban. De hecho, recuerda Jesús, el plan que impulsó, junto con otros comerciantes del barrio, para revitalizar la zona en el marco del proyecto Reinventing Cities incluía una ampliación de su supermercado con un segundo local en la nave municipal. Pero ese plan de 2019 nunca se realizó.

«Ha cambiado todo mucho, pero nosotros seguimos intentando mejorar el servicio, porque nuestros clientes de siempre se lo merecen. Tenemos nuestras formas de llegar a ellos», relata Jesús, que reconoce que, el viejo centro comercial está tan abandonado que les toca a ellos recurrir a la lejía para mantener aseada, al menos, su entrada. Antes, al menos acudía el Selur a realizar limpiezas exprés: «Aquí hay gente que está todo el día bebiendo sus cervezas y las tira aquí, se orina en las esquinas...».

La vida en El Caracol Arriba, Alfonso, en el local que ha reformado para convertirlo en su hogar. Abajo, a la izquierda, una panorámica del centro comercial. A la derecha, una antigua joyería abandonada Ignacio Gil

En la primera planta la estampa es similar: persianas bajadas, grafitis y suciedad. Alfonso, cuenta mientras fuma en la balconada, tenía una tienda de zapatos que también cerró. A falta de un techo mejor, ahora la ha reformado y vive con su familia. Justo enfrente, unos cartones sirven de refugio a personas sin techo.

Un anuncio de coches

Sí se ha utilizado, cuentan los vecinos, para rodar anuncios publicitarios. «La forma tan peculiar que tiene, abierto y con esas dos escaleras laterales, es un reclamo. Hace cinco meses estuvieron aquí grabando un spot de una marca de coches de lujo», explican desde la agrupación vecinal.

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De hecho, El Caracol, ubicado en una parcela de casi 2.000 metros cuadrados, forma parte del catálogo de localizaciones de la Madrid Film Office, que lo clasifica bajo las etiquetas «centro y galería comercial» y «abandonados o en ruinas». Construida en los años ochenta, destaca también su estructura en un espacio abierto y cubierto, con dos niveles comerciales que se comunican mediante dos rampas helicoidales de hormigón.

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