Roberto Brasero: «El clima de Madrid no es tirano, no es capaz de cincelar el carácter»
COLONOS
Talaverano de pro, ha tenido siempre a la capital en sus coordenadas. Como toda su comarca natal
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Roberto Brasero es el hombre del tiempo, como lo fue Mariano Medina, como lo fue Maldonado. Él es periodista, y por eso, cuando explica las altas y las bajas presiones, o el funcionamiento de la «jet stream» o eso que llaman estrés hídrico ... , lo hace con pasión y didactismo.
Es talaverano, y lleva por orgullo a su Talavera y a su Tajo, que en estos momentos recientes no baja tan contaminado como ha bajado.
En Talavera, el clima forja a sus hijos. Las nieblas de enero y el verano abrasador. Donde las famosas cerámicas hasta pueden cocerse solas. Brasero se ha hecho una enciclopedia del tiempo, y por eso, mediante la climatología, se puede establecer toda una historia de Madrid. Desde las olas de calor consecutivas a los desastres que siguieron al nevazo de Filomena. Un episodio que si en un principio fue un alivio de luto de la pandemia, realmente, por sus dimensiones y por la afección a la vida cotidiana, recordó tanto al confinamiento. Sabe, además, que hay otros climas más tiranos que el madrileño. Y muy cerca.
—¿Qué recuerdos meteorológicos tiene de su cuna talaverana?
—Los vientos del oeste, que predominan cuando llueve; estos vientos del Ooeste, los ábregos, que tanta falta hacen para que rieguen la comarca de Talavera.
—Las tierras de Talavera son fronterizas. Incluso en el acento, en el carácter, ¿Se asimilan de alguna forma a Madrid?
—Sí, tenemos parte de manchegos, parte de extremeños. Y eso nos enriquece. Nos hace tener un carácter muy abierto. Además estamos a las puertas de Madrid, con lo cual estamos un poco en todo.
—El Tajo, por Toledo capital o por Talavera, ya no es el que cantaba Garcilaso...
—Sí, yo he visto las espumas. Últimamente no tanto. Creo que la calidad de las aguas ha mejorado; siempre que el Tajo lleve agua, pues mejor. Será más volumen para el ciclo vital. Y así lo disfruto, cuando viene rebosante, burbujeante. Vivo de agua, peces y pájaros.
—A pesar de esta larga cambiada, seguimos con la Geografía Humana. O con la Historia. Decía Francisco Silvela que Madrid en agosto, con dinero y sin familia, era Baden Baden. ¿Se lo fiaba muy largo o es que eran otros veranos?
—Puede ser que desde esa época haya cambiado un poco. Madrid, aunque muchos madrileños huyan, puede ser un paraíso. Simplemente hay que combatir el calor nocturno. Y para eso tenemos las ventajas de una vida nocturna muy dispar y provechosa; Madrid en verano puede ser un infierno, pero si sabes buscarte lugares de reposo y ocio para cuando baja el calor, puede ser una maravilla.
—Sostenía Sabina que en esta ciudad las estrellas se olvidan de salir. ¿Es porque el madrileño no mira al cielo?
—El madrileño tiene difícil mirar al cielo. Cuando eleva la vista no encuentra nada apetecible. La propia luz de la gran ciudad nos oculta las estrellas. Ahí recomendamos, cuando hay una lluvia de estrellas o algún fenómeno, huir de la contaminación lumínica. Esta luminosidad se ve cuando llegan las fotos de la Estación Espacial Internacional y, rodeado de manchas oscuras, se percibe una gran mancha brillante que es la región de Madrid. La gran ciudad. Es un precio que pagamos por tener acceso a los bienes de la civilización moderna, pero que oculta las ventajas de nuestros antepasados de las cavernas. Aquello de levantar la vista al cielo y ver la infinidad de estrellas que lo adornan. Y creemos que vemos estrellas desde la Casa de Campo, pero hay que alejarse cien kilómetros, a la provincia de Guadalajara, o mucho más allá, a los confines de León, o a la Patagonia, para ver lo que es un cielo estrellado. No tenemos ni idea de lo que es un cielo estrellado, muy diferente a lo que vemos desde una parte oscura de Madrid.
—Subsiguiente a la anterior. ¿Desde Talavera notaba el fulgor de Madrid? Va con segundas...
—Talavera es una ciudad muy volcada a la capital. Veníamos al especialista de niños. O cuando pensabas en estudiar. Madrid ha estado siempre como en el objetivo primordial del talaverano. No sólo para estudiar, también para los negocios. Y con muy buenas conexiones, excepto en los puentes (ríe). Yo, por otra parte, nunca he visto la luz de Madrid desde Talavera. El resplandor de Madrid no llega a tanto, es algo más metafórico...
—¿Filomena fue una liberación? A pesar de los males que trajo, claro.
—Bueno, fue un fenómeno meteorológico muy destacable, pero pensar en una liberación me resulta difícil. Más, viendo los trastornos que causó no la nevada en sí, que sí pudo ser una liberación de felicidad y un estallido blanco de alegría. Lo que no fueron felices fueron las casi dos semanas posteriores se volvió una pesadilla para muchos madrileños. A muchos les recordó de nuevo el confinamiento. Cosas de la naturaleza.
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—¿El clima de Madrid hace al madrileño, o estamos por encima de esas contingencias?
—El clima de Madrid no es capaz de cincelar el carácter como sucede en otros sitios: como pueda ser el cierzo de Zaragoza o el levante del Estrecho. Ya viene el madrileño, de por sí, muy acostumbrado a moldearse a una ciudad cambiante, donde muchos somos de fuera. Y nos adaptamos al clima. No es un clima tirano, de esos que someten la personalidad.
—Le recuerdo, casi en el ensueño, en una 'bicimad'. Por la glorieta de Bilbao. Después toparme con un árbol que olía a jazmín. Era por estas fechas...
—Madrid tiene rincones que huelen a jazmín; rincones donde nieva en primavera por los pétalos de los almendros. Tiene maravillas concentradas en una misma ciudad.
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