LAPISABIEN
Esas pequeñas - y casuales- cosas
Madrid también son los anexos a la basura, donde alguien, con delicadeza, ha puesto el arpa de Bécquer
El 'gashego' de los trenes
A veces, cuando un cubo de basura aparece en la calle para reciclar o lo que sea, este mismo cubo rebosa historias íntimas, aparecen objetos que formaron toda una existencia, una vida con sus altos y sus bajos, sus momentos de paz ... y de desazón.
Con sus luchas familiares, sus noches sin dormir para alcanzar un objetivo soñado, dorado. Otras veces, 'champiñonean' libros que se han salvado de una mudanza, y que explican quién fue su usuario, quién los disfrutó.
Que se sepa, mi psiquiatra no me ha diagnosticado ningún Diógenes, pero en Madrid siempre irrumpen libros, apilados, casi besando la geometría, en los que siempre hay una joya bien conservada. Dentro, quizá un número de teléfono casi borrado, ya sin prefijo. Fuera, en el mismo cubo, un escrito inspirador e inspirado que de seguro no ha tenido ninguna relación con el libro de marras.
Se ven a hombres bien vestidos con un ojo mirando hacia estos saldos gratuitos, en los que no sólo hay libros, mesas, tresillos de otro tiempo que quedarían bien en una segunda vida. A veces hay carteles de la cerveza irlandesa del tucán, ahí, para recordar al cliente que el tucán queda bien en la salita de casa, que no molesta, y que trae al paladar las noches pasadas en buena compañía.
No es el Rastro esta costumbre, ni tampoco una costumbre institucionalizada en Madrid, sino más bien un sano movimiento de ponerse en el lugar del otro. De que hay cosas que son inservibles conforme y según. En otras ciudades, apedrean los televisores para que no tengan una segunda vida. Y ellos no serán dueños de libro alguno, ni habrán contribuido al poema de 'Dicen de un sabio que un día'.
Yo seguiré mirando. Sí, hay sitios donde llevar estos cachivaches, pero allí molestan y no son, digamos, ni demasiado presentables ni de primera necesidad.
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Madrid también son los anexos a la basura, donde alguien, con delicadeza, ha puesto el arpa de Bécquer porque quizá tenga algún vicio, y quien se la lleva, bien sabe a quién mete en casa.
Esto pasa en Madrid, de noche en noche, y conviene citarlo para que veamos que hay vecinos que, en el momento del adiós a sus cosas, le hacen este luto.
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