Ignacio del Valle: «Al final, cuando vives en Madrid no dejas de cabalgar a un tigre»
COLONOS
Toda la dureza de la capital queda compensada por la visión del mundo que la ciudad le ofrece al novelista
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Ignacio del Valle ha hecho bueno ese lema de Camilo José Cela de resistir y ganar. Lo hizo cuando en el lejano 2001, el año en que 'empezó' este milenio tan complejo, vino a Madrid desde Oviedo a triunfar en la literatura. ... Se dio un plazo de dos años, aunque si la vida no tuviera estos golpes de pecho, estos cambios bravos de parecer, Del Valle no estaría en la capital, ni sería escritor. Quizá abogado laboralista. Aunque la existencia es así; y más en esta ciudad poliédrica, áspera, cuyo peaje las gentes de las letras pagan diariamente.
Del Valle sabe que la capital no hay que olvidarla; que la lucha por la vida que hay implícita en ella también compensa. Con sus estímulos y esa materia de la que se nutren sus libros. Su Arturo Andrade es la sublimación, en el misterio, de Plinio, de García Pavón. Por citar dos detectives ibéricos; cada uno con sus cosas. 'El tiempo de los emperadores extraños' lo llevó al cine Gerardo Herrero con Juan Diego Botto entre las nieves rusas de la División Azul. Luego, también ha escrito poemarios desde Madrid; porque en la ciudad hay que estar sí o sí.
El escritor sabe que la ciudad es dura, todo lo dura que es una urbe que, en pocos años, él ya ve con hechuras de Londres. No de París, de Londres. Más vertical, y lo dice alguien que ha vivido la historia más reciente de Madrid. La que se ha deshecho y ha revivido.
Es, claro, la historia de una conquista, como ya vieron los clásicos, quienes acuñaron esa máxima de que «A Madrid se viene a pretender y a ganar la suerte». En su novela 'Coronado', relato de un expedicionario español en el suroeste de los Estados Unidos, hay una visita a lo que significó España. Cuando fue centro de todo un mundo. De esa época, aunque no quede nada demasiado tangible, sí que se mantienen en estas calles el Conde de Villamediana, o Francisco de Quevedo: ahí es nada. Dicho en sus palabras, toda «una sedimentación cultural».
La ciudad da, como a todo hijo de vecino, sus inevitables coletazos. Una capital de un dolor que se acaba calmando, casi de forma simultánea, con los estímulos.
—Ovetense hecho escritor en Madrid. Son ya 22 años. Toda una vida, como el bolero.
—Había estudiado Derecho. Iba para abogado laboralista. Pero aquello no me interesaba nada. Yo quería ser escritor.
— Y como Umbral, se vino a la conquista de la capital.
—Me di en principio dos años para intentarlo. Como decían los clásicos, aquí se viene a pretender y mejorar la suerte. En Madrid no hay hechos diferenciales, en Madrid casi todo el mundo es de fuera, es un cliché, pero es así. En Madrid están las concatenaciones de circunstancias que te pueden llevar a tu propio Valhalla o la concatenación de circunstancias que te pueden devolver a tu casa.
—De Oviedo aquí, ¿cambia eso que los modernos llaman 'las vibras'?
—Cambia mucho la visión del mundo, tu 'scope'. En Oviedo tienes una concepción concreta, aquí estás expuesto a una cantidad de estímulos, a una cantidad de personajes y de personas que no tienes en otras partes.
—Es tradición que nuestros 'colonos' reflexionen sobre de qué, y entiéndase la pregunta, somos capital mundial. En la literatura, ¿lo somos?
—Si quieres triunfar en la música latinoamericana tienes que irte a Miami; pues bien, Madrid es el centro de la literatura en español. Antes lo era Barcelona, pero por las circunstancias, el polo se ha movido a Madrid.
—En la novela 'Coronado' se ve que la leyenda negra no era tan negra. Pero, ¿existe una leyenda negra contra Madrid?
—Las leyendas se crean, básicamente, por envidias, porque quieres ponerte en su lugar.
— ¿Qué queda Madrid de cuando este país fue el centro del mundo?
—Queda Quevedo, queda el Conde de Villamediana. Queda la influencia que tenemos y que tuvimos. La sedimentación cultural.
—Del pasado al presente. Al menos el más cercano. ¿Qué futuro le espera a esta ciudad?
—Madrid se ha acelerado mucho desde que yo llegué aquí. En los últimos cinco años, el rostro sociológico, el rostro demográfico, el rostro económico de la ciudad ha cambiado. El destino de Madrid, el destino manifiesto posiblemente sea ser Londres.
—Entiendo que con menos niebla, pero, ¿Londres?
—Pensaba que para llegar a esa posibilidad quedaría una década más, pero no. El Brexit, la gente que llega de América. De aquí a nada, esto, como decía Alfonso Guerra, y en tan solo diez estaciones de metro, no lo va a conocer ni su madre. (Ríe). Veremos una ciudad con rascacielos.
—Y tal variación del 'skyline', ¿es buena?
—Es inevitable.
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—Su relación con el Madrid de ahora, ¿cómo es?
—Yo adoro Madrid. Tengo una sensación de posesión como la que tenía Umbral cuando vino de Valladolid. Yo vine de Asturias, e igual que él estoy muy conectado a la ciudad, no me gusta abandonar el territorio. Pero, sí, hay que abandonarlo cada dos o cada tres semanas. O plantearse viajes.
—Reconoce, al menos, un breve retiro de Corte.
—A mí me sirve estar una semana fuera, y vuelvo con muchas ganas de retornar a la ciudad. Ahora bien, hay que estar preparado para los coletazos de la ciudad. Al final, cuando vives en Madrid no dejas de cabalgar a un tigre.
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