Enrique Cornejo: «Que nadie se enfade ni piense mal, pero mi Madrid es el elegante»
COLONOS
Hijo de madrileño, pucelano de Madrid, extraña ese mundillo de las tertulias literarias de la capital
'Que de noche lo mataron', Lope 'revisited'

Enrique Cornejo tiene el teatro en la cabeza, Todo, desde Jardiel Poncela a los musicales. Hombre de honda cultura, en su despacho hay no solo recuerdos de un tiempo feliz; el de Alberto Closas, el de Pepe Bódalo...
También el mundo del toro se ... le acerca, le ofrenda, y así en el despacho de su local, uno de ellos, van y vienen fotografías de toreros que a él, marcha motriz del espectáculo, le dan la vida. Añora Cornejo la vida cultural, la de entonces. La que empezaba en un salón de té, donde un pintor se asomaba a los dramaturgos y se generaba una suerte de parnaso creativo. Él sabe, que ya estrenó 'Chicago' en su día; que el público es soberano.
Su inquieta vocación cultural lo lleva a apadrinar premios de Poesía, y aquí la mayúscula es justificada. Es lector apasionado, y sabe de carrerilla a Muñoz Seca, Lope de Vega y así. Cornejo, en suma, ha hecho un pacto con el Diablo y su energía es contagiosa. De Valladolid, plaza dura, a Madrid, este madrileño elegante, pulcro, sabe que la capital es la que es. Que han muerto las tertulias; que el teatro de autor languidece y, aún así, lo defiende. En su despacho hay que verlo santiguarse con el retrato de Lina Morgan. Día a día. Mañana con mañana.
Tiene muy claro un Madrid que ya no existe, y hay que insistir en este aspecto. Es empresario teatral, fue boxeador, pero nadie va a quitarle un deseo de ese otro Madrid. Cuando un estreno conllevaba una parla postrera, una gacetilla, y la felicidad que es inherente a todo hacedor de Cultura.
—Hablemos de teatro.
—El teatro es una ilusión cara. El teatro está fuera de época. No se les respeta ni en su calidad, ni en su memoria. El público es soberano.
—Visto así... Volvamos a Pucela y a Madrid. Hábleme de aquel Madrid tan ponderado por las crónicas.
—Aquel Madrid era una maravilla. Había más de cuarenta teatros privados. Y había quince oficiales. Hay un detalle significativo: en cualquier acto cultural de enjundia, desde la toma de posesión de un académico, desde un jurado, siempre había algún miembro del mundo teatral cualificado. Hablo de José María Rodero, Don Carlos Lemos...
—Un tiempo y un país... Abunde.
—En Madrid había una bohemia organizada. La época de las tertulias con Fernán Gómez, con Agustín González. Se habla de la bohemia teatral del Gijón, que también, pero es que en la calle Montera había una pastelería que se llamaba La India, y ahí, había un salón de té, y allí nos reuníamos la gente de teatro. Y en el Café Teide. Al Teide iba yo por ver escribir a César González-Ruano. De alguna manera se parecía a mi padre, aunque con un bigote más 'daliniano'. Y admiraba su talento. Un día me preguntó: «Joven, ¿trabaja usted por aquí?», y le contesté que no, que «vengo a tomar café por saludarle y sin hablarle, porque soy admirador suyo».
—La vocación de emprender con los cómicos viene de atrás...
—Lo primero que tuve fue una carpa itinerante. Que solo estaban en poder de los circos y de las federaciones de boxeo. Y me hice boxeador. Durante nueve meses dábamos teatro, y durante tres, boxeo.
—Caramba, qué loco lo suyo. Tanta vida, y está usted como para debutar con picadores, le habrá dejado nombres. No le digo que le hayan cambiado, pero sí que le hayan influido.
—Cambiado no sé, influenciado. No es que influyese en mí, pero he admirado a quien transmite felicidad a los demás, y en aquella época, citaría a Alberto Closas. Fue gran amigo.
—Alberto Closas. Quizá uno de los mejores, o sin quizá. Ya me la pone botando. ¿Su mejor momento, el de la felicidad máxima en Madrid?
—Cuando estrenamos 'Chicago', uno de los grandes musicales.
—Me ha dejado caer que el público es soberano. ¿Es más soberano en Madrid?
—Lo es porque hay mucho. Aunque por ejemplo, Valladolid tiene fama de que es muy exigente, y un éxito allí se tiene en cuenta.
«Habría que revisar a los clásicos, que no revisan»
—Realmente, ¿Madrid entiende de teatro?
—Sí hombre, Madrid es desbordante. Falta, quizá, un 'teatro' como el que había, no en la proporción, pero habría que revisar a los grandes, que no se revisan.
—Una obra de teatro que le evoque esta ciudad.
—'Ni pobre, ni rico', sino todo lo contrario. O 'Usted tiene ojos de mujer fatal', de Jardiel Poncela.
—Jardiel. Retomo la pregunta. Más nombres.
—He tenido la suerte de coincidir generacionalmente con una serie de maestros. Maestros como Don José Tamayo, Gustavo Pérez Puig, Arturo Castilla. Grandes empresarios. Y eso ha hecho que mi vocación de servicio al mundo empresarial me haya llevado a estar integrando la CEIM-CEOE.
—El Madrid de hoy para alguien de teatro, ¿es bueno?
—He tenido la suerte de coincidir generacionalmente con una serie de maestros. Me enseñaron mucho en aquella ciudad.
—¿Hemos ido a peor?
—No quiero molestar a nadie. Pero aquellas fechas, aquellos años, eran más completos, porque había otra escala de valores. Y todo con menos prisa, más devoción por aprender.
—¿Desconecta usted de Madrid?
—Nada, no desconecto.
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—Su Madrid dilecto.
—Yo, que leo sus entrevistas, pues yo elijo el Madrid elegante. Y que no se me acuse ni de cursi ni de empalagoso.
—¿Qué no le gusta?
—El desarrollo urbanístico, desde hace cuarenta o cincuenta años. Cada alcalde quiere transformar Madrid.
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