Galicia se prepara para los incendios estivales
Los equipos de brigadistas y bomberos ultiman las últimas labores de prevención las semanas antes de que comience el verano, preparando pistas, pozos y limpiando el monte
Más de 1.600 hectáreas quemadas en Galicia en la primera ola de incendios del año
Un bombero trabaja en un incendio en O Irixo (Orense) en 2022
Tocando madera, y teniendo en cuenta que en materia de incendios forestales no hay nada por seguro, la situación de los montes gallegos a pocas semanas del verano es mucho mejor que en 2022. Quizá merezca la pena recordar el último periodo estival: tuvieron lugar en Galicia los peores incendios de la historia. Tras una sequía que se prolongó durante meses, el 14 de julio —el «jueves negro»— cayeron sobre Galicia más de 6.000 rayos, provocando fuegos en toda la Comunidad. Pero, sin duda, los de Carballeda de Valdeorras y Folgoso do Courel fueron los más letales: arrasaron casi 12.000 hectáreas cada uno. «Lo que vi en el 2022 en el Courel nunca lo había visto». Son palabras de un brigadista que lleva 20 veranos apagando fuegos.
Ángel Rodríguez, bombero forestal y jefe de brigadistas, comenzó a trabajar en el 1994. Es decir, vio con sus propios ojos la oleada de incendios de 2006, y también los peligrosísimos fuegos que asolaron Galicia en 2017. Pero lo del año pasado no tiene parangón. Claro, explicaba por aquel entonces Agustín Merino, catedrático de Forestales por la USC e impulsor de la iniciativa 'Plantando cara al fuego', que las condiciones de aquel verano eran un «cóctel explosivo». Hoy, y diciéndolo con mucha precaución, la situación no es comparable. «El estado del monte es mejor porque en los últimos días ha habido precipitaciones, que hacen que el terreno sea un poco menos propenso a incendios». «El año pasado la sequía era brutal», recuerda Rodríguez.
En cambio, esta primavera ha llovido en Galicia. Y bastante. «Esto nos ayuda, hay humedad en el combustible, los fuegos vana ser distintos…», dice con alivio el bombero, aunque siempre muy precavido, porque «nunca se sabe». Una racha de viento traicionera y unas llamas se pueden convertir en un macroincendio.
La velocidad, fundamental
Mientras el verano no llegue y comience la verdadera temporada de incendios, los brigadistas ultiman preparativos para dejar los montes en las mejores condiciones posibles para, en caso de un incendio, poder actuar con celeridad. «Llegar rápido es clave», abunda el bombero. Por ello muchos de los trabajos que se vienen haciendo en las últimas semanas pasan por limpiar pistas y anchear caminos para facilitar el paso de los camiones y motobombas. En este punto, especifica Rodríguez que «no preparamos el monte para que se incendie» y sean menos las consecuencias, sino «para que, de incendiarse, haya una infraestructura adecuada para poder actuar». También están haciendo la «segunda ronda» de mantenimiento de los más de 4.000 pozos en todo el territorio.
Pero lo que quizá sea más importante es la propia limpieza de los montes y fincas. Apunta Merino que la «gran mayoría» del monte gallego es privado, por lo que la Administración tiene capacidad de actuación, pero hasta cierto punto. Aunque un propietario tenga su finca impecable, si las de alrededor no lo están, todo arderá. Al respecto, el brigadista explica que «un incendio depende del combustible. Si el combustible es menor, no va a arder tanto y la superficie quemada será menos. Es fundamental la cantidad que haya de matorral y la gestión del monte». Y luego, claro, las condiciones meteorológicas que pueden complicar cualquier fuego. Por otra parte, se da una «paradoja» en cuanto a riesgo de incendio en un monte: es más probable y más peligroso que arda una superficie que ya había ardido otros años. La calidad del suelo es menor, y «ese terreno es propenso, aunque parezca contradictorio. Hay una cantidad de biomasa seca de otros años» que es como gasolina.
Señala el profesor lo que cree que es un problema generalizado: «Quizá la formación no esté llegando a los propietarios ni a la sociedad en general», porque la responsabilidad es, dice, colectiva. Y echa en falta —y por ello nace la iniciativa de 'Plantando cara al fuego'— una educación en esta materia más extendida. En Japón, ejemplifica, saben como actuar ante terremotos, porque es algo que ocurre con relativa frecuencia. Aquí toca asumir que los incendios de verano forman parte de nuestra realidad rural, no es solo cosa de «pirómanos», sino que es algo «histórico» heredado del tipo de uso que se le ha dado a lo largo de los años al suelo en el territorio. «Tenemos que aprender a convivir con el fuego».
A pesar de todo, Galicia es referente mundial en esta materia. Rodríguez, cuando lo recuerda, todavía se sorprende —con alegría— de que durante el verano de 2022 no hubiera que lamentar ningún fallecimiento de sus compañeros o población civil, como desgraciadamente sí ocurrió en otros puntos del país. «Fue algo que honró a los profesionales y a los vecinos, que ayudaron dentro de sus posibilidades«. »Galicia estuvo a la altura de las circunstancias«, sentencia.
Durante los últimos años, la formación del personal antiincendios y sus equipos ha mejorado, asegura. La Consellería de Medio Ambiente, cuenta, está volcada en prevención y en proteger los núcleos urbanos. Los fuegos «interfase» son los que más preocupan: son aquellos que afectan tanto al monte como a los núcleos urbanos. El pasado año, uno que asoló Verín fue el más peligroso de este tipo. Estuvo a solo unos metros de las casas. Resultó ser intencionado, y su autora entró en prisión. En los últimos años, cuenta el bombero, se está haciendo mucho hincapié en la formación en este tipo de incendios.
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