investigadores contra el fuego
«No es fácil, pero este verano ya hemos detenido a varios incendiarios»
a pie de monte
La Unidad de Investigación de Incendios Forestales tiene como misión determinar de qué manera se crearon los incendios, tarea fundamental para detener a posibles pirómanos o incendiarios
El día de su cumpleaños, Isabel Calvete no tenía la cabeza en la celebración. Era el 14 de julio, día en el que más de 6.000 rayos cayeron sobre Galicia provocando algunos de los mayores incendios de la historia de la Comunidad. Clavete es una de las investigadoras de la Unidad de Investigación de Incendios Forestales (UIFO) de Medio Rural. Su misión es encontrar las causas que han provocado los incendios, ya sean naturales, negligencias o provocados de manera intencional. Desde aquel 14 de julio «el verano está siendo frenético», cuenta a ABC.
Esta temporada de incendios ha tenido dos fases claramente diferenciadas: desde el 14 de julio hasta agosto, los fuegos que asolaron Galicia fueron provocados por aquella tormenta. Los de Folgoso do Courel o Carballeda de Valdeorras han pasado a la historia como los más grandes de Galicia: más de 10.500 hectáreas cada uno. Calvete, toda una veterana antiincendios (lleva casi 30 años investigando), no había visto nunca nada así. «Ahora hay incendios de 10.000 hectáreas, cuando antes que tuvieran un tamaño de 40 ha ya era la leche», recuerda.
La segunda ola de fuegos veraniegos llegó con agosto: estos no tienen causas naturales (más allá de las condiciones de sequía), sino que son provocados, bien de manera intencionada o bien por negligencia. Y son precisamente estos los que más motivan al equipo de la UIFO. Poco se puede hacer contra los que nacen de la propia naturaleza, que surgen de tormentas y alimentados por el cambio climático, cuenta; pero «tenemos que intentar bajar los que tienen causas no naturales».
Para ello, en agotadoras jornadas de 12 horas, el personal de la Unidad está pendiente de cada alerta que llega: en cuanto se detecta un fuego, van corriendo hacia allí. «Es importante llegar rápido», y no solo para identificar a los propios incendiarios —si no se cogen con «las manos en la masa», como incidía el conselleiro de Medio Rural, es muy difícil emprender acciones legales contra ellos—, sino porque las propias evidencias que podrían dar pistas sobre las causas del fuego podrían ser destruidas por las voraces llamas.
Lo primero, es buscar el punto de origen de las llamas. Además de preguntar a los agentes forestales y vecinos, «comenzamos a buscar las evidencias físicas, las marcas que deja el propio incendio». Una vez localizado el inicio, «buscamos si encontramos algo»: colillas, mecheros, velas, pastillas de encendio, papeles de periódico... Dar con el comienzo antes de que se destruyan las pruebas (por las llamas, por las propias labores de extinción) puede ser determinante.
Todavía no hay datos definitivos sobre la intencionalidad de los incendios de esta segunda ola que acaba de pasar, pero sí está claro que la gran mayoría tienen al hombre detrás como causante. No siempre a propósito, pues este verano «ha habido muchas negligencias». Prender un fuego en la época estival, y más en tiempos de sequía, es extremadamente fácil. Desde barbacoas o churrascadas a tractores o cosechadoras. «Con esta poca agua se prende cualquier cosa», resume Calvete.
Casi cualquiera que haya pasado este verano en Galicia ha escuchado fuegos artificiales celebrando las fiestas o el patrón de cada localidad. Lo que muy pocos saben es que su uso está prohibido. «Se deniegan los permisos, pero los vecinos los consiguen igual», y cuenta la investigadora que sorprendería la cantidad de incendios que comienzan así.
En este sentido, este verano ha habido también muchos incendios provocados por colillas. Tirarlas al suelo puede parecer un gesto insignificante, y la gente puede pensar que no pasa nada: «No pasa nada, hasta que pasa», advierte la profesional de la Unidad de Investigación de Incendios Forestales. «No hay necesidad».
«Bastante bien se ha salido de la ola provocada por la tormenta», a pesar de haber quemado casi 35.000 hectáreas, como para tirarlo todo a perder ahora. «Lagente no es consciente del peligro hasta que el fuego está en su perta», insiste Isabel Calvete. Las profesiones relacionadas con el control y extinción de incendios «son muy peligrosas» y por suerte «no ha habido que lamentar ningún fallecimiento» este año, pero no siempre es así.
Las personas que provocan los incendios conocen bien los montes y es muy complicado cogerlos en el acto. Las hipótesis del último incendio de Verín apuntan a que el incendiario habría provocado un foco cerca del núcleo de población para concentrar a los efectivos antiincendios, para luego ir prendiendo hasta 10 más a lo largo de una carretera monte arriba. «No es fácil» identificarlos, aunque este verano también se han producido varias detenciones. «Si hay pruebas suficientes, se puede acusar».
Hay mucho de trabajo policial en la UIFO: hay que entrevistar y preguntar a los vecinos de los municipios afectados por si tienen alguna pista o han visto algo, pero no siempre se obtienen respuestas satisfactorias. Lo explica Calvete: «Hay aldeas en las que hay incendios de forma reiterada, y todo el mundo sabe quien los hace, pero la gente no lo dice. Es totalmente comprensible». Añade que «es difícil conseguir información directa, y no es porque los vecinos toleren esos comportamientos, sino que la situación en la que se encuentran es complicada». Hay miedo incluso de que si se dicen nombres, puedan quemar cerca de las casas. «Por eso insistimos tanto en la colaboración ciudadana, para que los incendiarios no se sientan impunes», sentencia.
¿Qué puede llevar a alguien a quemar de manera intencionada los montes? Los motivos, cuenta Calvete, son tantos como incendiarios hay. Aunque de todos los que enumera Calvete ninguno entra dentro de lo justificable, la lista parece inacabable. Además de los casos de personas con trastornos mentales clínicos, los pirómanos, prender fuego puede estar visto como algo normal por los incendiarios. «Hay muchas causas: desde una riña hasta conflictos por lindes». «El fuego se utiliza para todo»: conflictos por agua, porque hay gente acampada en algún sitio, gamberradas de niños, discusiones familiares, renovación de pasto, presencia de jabalíes... «Cualquier excusa sirve, hay todas las motivaciones que quieras», resume la investigadora.
Investigación de los incendios se lleva haciendo desde hace décadas, pero esta Unidad apenas tiene un año de vida. «Tenemos que investigar todos y cada uno de ellos, y ahora ha habido tantos que vamos con un poco de retraso», explica Calvete. Pero incide en la importancia de su trabajo, porque con «estas investigaciones se hacen las políticas de prevención adecuadas» y se puede llegar a coger a los incendiarios, sobre los que recae, además de penas de cárcel, cuantiosas multas y gastos de extinción «que no son ninguna tontería», advierte.
«Es un trabajo ilusionante, porque todos tenemos ganas de que esto cambie. Todos los que formamos la UIFO llevamos muchos años en esto», relata la investigadora. Y todavía se pueden sacar lecturas positivas, porque «estamos viendo que el número de incendios cada vez es más bajo». Eso sí, en el otro lado de la balanza, «su virulencia es cada vez mayor». Calvete lucha, entre otras muchas cosas, por tener sus cumpleaños lo más tranquilos posible.
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