ruido blanco
Madre patria
Valladolid tiene que asumir un papel primordial en la reconstrucción de la Hispanidad
La encrucijada
La ilusión de Tudanca

«Nací y moriré en Castilla» escribió la Reina Isabel la Católica cuando esta tierra era tan solo el germen de la Hispanidad que cambió los confines del mundo y agrandó la diversidad de paisajes y despensas de la vieja Europa. La reina de reinas ... es la madre patria de un nuevo mundo en el que entonces comenzó el mestizaje de sus culturas ancestrales con la herencia del humanismo grecorromano. Para aquellas sociedades incas, aztecas o mayas la llegada de los descubridores supuso también el Renacimiento y el progreso. Hubo un tiempo que morir en Castilla era morir en Burgos o en Guanahani (así dijeron los indígenas que se llamaba la isleta donde llegó Cristóbal Colón según las anotaciones del explorador), en Arévalo o en Cuba, en Segovia o en Costa Rica. Por eso ante las actuales tempestades revisionistas de los nuevos populismos latinoamericanos enraizados en el desconocimiento, que jarrean como el aguacero durante el Desfile de la Hispanidad de este sábado, esta tierra tiene una responsabilidad histórica con el impulso de una nueva era de hermanamiento iberoamericano.
Valladolid tiene que asumir un papel primordial en la reconstrucción de la Hispanidad. Es un deber que emana del privilegio de custodiar el Palacio de los Vivero donde se casaron los Reyes Católicos, la casa donde murió Colón, las Casas del Tratado de Tordesillas que decidieron el destino de ultramar o el palacio en Medina del Campo donde la reina Isabel murió y firmó su testamento. También la cuna de los conquistadores Juan Ponce de León en Santervás y Bernal Díaz del Castillo en la villa de las ferias. O de Bartolomé de Olmedo y Cristóbal de Olea (también de Medina del Campo) que viajaron junto al extremeño Hernán Cortés. Valladolid tiene que comprometerse con este liderazgo hoy huérfano con un discurso sin estridencias que se apoye sobre los hombros de los siglos y no en el barro de las consignas políticas. El primer Manifiesto del Día de Hispanidad consensuado por colectivos y comunidades hispanas que viven en la ciudad puede parecer poca cosa pero es el camino adecuado. «Para nosotros España es la madre patria y en nuestra tierra el Día de la Hispanidad constituye una gran celebración… Los hispanos compartimos una historia común que dura ya más de cinco siglos y cuyos testimonios son bien evidentes y nos unen y hermanan desde entonces» dice ese texto. Una llamada necesaria, a quien quiera escuchar, que se une al 'Nuevo Documento de Valladolid' por nuestra lengua española común firmado hace unos meses por todos los Premios Cervantes vivos. Es el camino sensato para recuperar una madre patria que es un puente en el océano, sangre de nuestra sangre por encima de cualquier bandera. Un reto que nos corresponde por herencia.
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