La encrucijada
La humanidad se encuentra en una encrucijada histórica en la que debe delimitar qué nos define como humanos para que esos atributos únicos sean terreno vedado a las máquinas
La ilusión de Tudanca
Cadena de recuerdos

En pocos años la serie de culto Black Mirror se ha convertido en un auténtico oráculo. Se estrenó en 2011 y trece años después gran parte de sus estremecedores capítulos auguraban una distopía que estamos a punto de tocar con los dedos. Black Mirror llevaba ... al extremo la evolución de los avances tecnológicos para enfrentarlos a las esencias de la propia realidad humana. Resurrecciones virtuales, mascotas robot, sociedades basadas en la puntuación de sus sujetos o realidades mixtas que se confunden con el mundo físico centraron algunas de sus historias más aplaudidas. La profundidad, por verosímil, de esta serie sigue resultando inquietante y perturbadora.
Encontré este aniversario revoloteando por X (si se puede decir revolotear desde que Elon Musk aplastó el pajarito) justó después de leer en las páginas de este periódico las reflexiones de Johannes Kabatek tras recibir el Premio de Hispanismo Internacional de la Fundación Duques de Soria. Alertaba el profesor alemán de que «no podemos dejar todo en manos de la Inteligencia Artificial» al hilo de las cifras de estancamiento global de la enseñanza de idiomas debido a la facilidad que permiten ahora los traductores automáticos. «Los idiomas y las identidades son cosa nuestra, de las personas», insistía Kabatek que se une al movimiento global que urge en la necesidad de rehumanizar nuestras sociedades. La humanidad se encuentra en una encrucijada histórica en la que debe delimitar qué nos define como humanos para que esos atributos únicos sean terreno vedado a las máquinas. No debería preocuparnos que la tecnología nos acabe subyugando por ser más inteligente que nosotros, si llamamos inteligencia a la mera acumulación de todo el conocimiento, porque como apunta el profesor portugués de la Universidad de Washington Pedro Domingos «el verdadero problema es que son demasiado estúpidas y ya se han apoderado del mundo».
La amenaza no es encariñarse de la amable tostadora. El riesgo más grave de la cuarta revolución tecnológica es que a la vez de oportunidades apasionantes e insospechadas suponga una homogeneización global de la humanidad que borre la diversidad y la identidad de los territorios. Es decir, el mismo peligro creciente que supuso la revolución industrial, la globalización económica y el Internet social.
Esta alerta de Kabatek sobre las lenguas, quizá el más perfecto y complejo tesoro evolutivo que nos ha permitido llegar hasta aquí desde los árboles, debería ser una luz roja. El lenguaje es humano. La emoción es humana. La creatividad es humana. La cultura es humana. La singularidad es humana. Sentenció Martin Minsk, uno de los padres de la Inteligencia Artificial, con una frase digna de cerrar otro capítulo de Black Mirror: «¿Heredarán los robots la tierra? Sí, pero serán nuestros hijos».
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete