La Graílla
Ciudad sin ley
El siguiente paso de la izquierda será crear espacios donde recuperarse del trago de ver campañas que no gustan
El obispo párroco
Antes de leer
Es un inconsciente aquel que vaya por las calles con toda tranquilidad y sin miedo a sufrir ninguna desgracia. La izquierda hace mucho tiempo que avisa de que Córdoba es una ciudad sin ley en que acecha el peligro de leer ideas contrarias, ... de ofenderse o traumatizarse con apenas levantar la vista.
Va alguien caminando por la acera, se asoma a una plaza o espera el autobús y antes de que se dé cuenta hay en la marquesina una campaña que puede hacerle daño. Fue primero aquella que se preguntaba si la mujer nacía o se hacía, y que llevó a la gente de Hacemos Córdoba a tomar la democrática decisión de taparla con celo oscuro.
Fue desde luego mucho más fácil que hacer una contracampaña en que demostrasen con informes médicos, literatura científica e hipótesis demostradas con el debido contraste que alguien que había nacido varón podía identificarse a sí mismo como mujer, entrar al mismo vestuario que las que ya lo eran desde el mismo momento de la concepción y competir con ellas en el deporte e imponerse por conservar una fisonomía mucho más fuerte que va más allá de los órganos genitales o de la forma en que alguien se mire al espejo.
Quizá no hubieran convencido a quienes ya piensan que el sexo se define de fuera hacia adentro, de lo que uno o una tienen al nacer y que condiciona su vida a partir de entonces. Puede que ninguno de los recalcitrantes hubiera creído que el ser humano es un ectoplasma con una identidad determinada y que al ver la luz cae en un cuerpo que puede ser el que le corresponde o no.
Si es equivocado, y ahora hay quien gusta de hacer la pregunta a los demás, vendrá toda una vida de operaciones, tratamientos brutales y negación de la naturaleza para conseguir la felicidad que un médico arrebató al asignar el sexo según lo que había visto entre las piernas.
Se limitaron a tapar y a pedir que se prohibiera, como luego harían, y en eso se les unió el PSOE, con la siguiente campaña, también de la Asociación Católica de Propagandistas. Era la que veía una incongruencia entre felicitar a las personas con síndrome de Down por su día y después dar barra libre al aborto en que tantos de ellos perecen cuando los médicos han visto el cromosoma de más y ponen a los padres en la disyuntiva de si seguir. Podía ser incómodo y desagradable, pero tampoco hubo la menor oportunidad de poner otra razón que no fuera la igualdad, la perspectiva de género y el derecho sagrado del aborto.
Como ha ocurrido en muchas universidades norteamericanas el siguiente paso tendría que ser levantar espacios seguros, públicos, por supuesto, en que las criaturitas impactadas por una publicidad de signo contrario pudieran acariciar peluches, mascar gominolas y hacer respiraciones para quitarse el mal trago de haber visto algo tan desagradable que les deja sin fuerzas para elaborar un mínimo argumento que demuestre que los demás se están equivocando.
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