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Festividad

Las dos apariciones de San Rafael que desataron el fervor de Córdoba

El protector de la ciudad se apareció al portugués Fray Simón de Sousa en 1278 y al padre Roelas, en hasta cuatro ocasiones, en el siglo XVI

San Rafael, en el libro de Tobías antes que en Córdoba

(Vídeo) San Rafael, la medicina de Dios que sana cuerpos y almas en Córdoba

Triunfo de San Rafael V.M.

D.Delgado

Córdoba

La devoción en Córdoba a San Rafael hunde sus raíces en el siglo XIII. Desde entonces, la ciudad se ha encomendado a su Custodio para obtener su protección ya que, como recogen los textos, el mismo arcángel se irguió como el «ángel a quien Dios tiene puesto por guarda de esta ciudad».

Dos son las apariciones en las que tiene su germen el fervor del pueblo cordobés hacia San Rafael. La primera de ellas está datada en 1278. En el lugar en el que hoy se levanta el Palacio de la Merced había entonces un convento donde el fraile mercedario Fray Simón de Sousa aseguró haber tenido delante al arcángel.

Por aquel entonces, Córdoba estaba padeciendo una de las peores epidemias de peste y hasta el propio fraile se contagió. Una noche, se le apareció San Rafael que le dijo: «Dirás al obispo don Pascual que está Dios muy satisfecho de su vigilancia y cuidado, y que por sus oraciones y de otras personas (...) se ha compadecido de este pueblo».

La figura trasladó a Fray Simón de Sousa que transmitiese a todos los cordobeses una petición: que fueran devotos suyos. De eses modo, y tal y como relata Teodomiro Ramírez de Arellano en sus célebres 'Paseos por Córdoba', la protección de San Rafael libró a la ciudad de la terrible enfermedad.

Hay una segunda aparición y más conocida. Tuvo lugar a finales del siglo XVI, cuando, de nuevo, una epidemia de peste estaba causando estragos en Córdoba y en media Europa.

Cuenta la leyenda que el arcángel se apareció al Padre Roelas hasta en cuatro ocasiones, revelándole la misión que Dios le había encomendado y que era salvar a la ciudad. Roelas, que también se había infectado y temeroso de que las apariciones fuesen un artificio de sus sentidos, consultó el caso con los teólogos de la Compañía de Jesús y visitó al Provisor, que le ordenó que si se producía una quinta aparición, le preguntase a figura quién era.

Aparición definitiva

En la madrugada del 7 de mayo de 1578, cuenta el pasaje histórico, que se produjo la quinta aparición y que tras preguntar el Padre Roelas al visitante su identidad, San Rafael le dijo al sacerdote: «Yo te juro, por Jesucristo Crucificado, que soy Rafael, ángel a quien Dios tiene puesto por guarda de esta ciudad ». Dice la leyenda que al poco tiempo de la quinta aparición dejaron de morir personas en Córdoba a causa de la epidemia.

La historia no se conoció en la calle hasta pasados 25 años. Entonces, la devoción de los cordobeses sirvió para levantar la Iglesia del Juramento, en 1601, destinada a rendir culto al Custodio.

Diametralmente opuesta es la opinión de Antonio Urquízar y Noemi de Haro, quien en su libro 'La escritura visual de Córdoba' asegura que el padre Roelas «comenzó a sufrir alucinaciones, donde decía ver a distintos personajes. Entre ellos se encontraba un joven vestido de blanco que se pretendía protector de la ciudad. Roelas, como su contemporáneo Alonso Quijano, había pasado mucho tiempo entre libros, aunque en vez de las novelas de caballerías, prefería el más devoto tema de los mártires cordobeses».

Desde entonces, se han atribuido numerosos milagros al arcángel, como que el terremoto de Lisboa de 1755, que resultó prácticamente destruida a consecuencia del seísmo y de un tsunami posterior. Murieron allí unas 90.000 personas. En la capital cordobesa apenas provocó daños. Solo algunos edificios se vieron algo dañados, como la actual Sala Orive, donde aún se puede contemplar la grieta que ocasionó el movimiento de tierra.

También en 1996, tras el atentado de ETA que le costó la vida al sargento Miguel Ángel Ayllón, se pensó en colocar algún altar o triunfo en la zona en la que se colocaron las bombas, puesto que muchos vieron en San Rafael la mano protectora que evitó más muertes en la explosión.

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