Sánchez pierde a Gentiloni, su principal apoyo en la Comisión Europea

Gentiloni, el responsable de la cartera de Economía, ha sido sin duda el mejor aliado de Pedro Sánchez en la Comisión saliente durante toda esta compleja legislatura. Cuando el italiano llegó al cargo, en 2019, España tenía un 2,9 % de déficit público, el año pasado fue el 3,66% y se prevé que este año se cerrará con el 3%, en el límite de las reglas de gasto aunque con dudas de que sea superior. El desempleo al inicio de los cinco años de mandato europeo estaba en el 13,92 % y este año ha descendido apenas al 12,19%. Ni siquiera teniendo en cuenta que durante este periodo toda Europa ha vivido la terrible pandemia y sufre las consecuencias de la invasión de Ucrania se podría considerar que la evolución de la economía española ha sido un ejemplo para nadie. Y menos aún sabiendo que ha sido el país más beneficiado por la lluvia de millones de los fondos Next Generation, solo superado -tampoco puede ser casualidad- por Italia y que la deuda no ha dejado de aumentar.

España ha sido la economía que más ha tardado en volver al PIB anterior a la pandemia y nada de esto ha sido tenido en cuenta para recomendar correcciones ni se ha considerado que la reforma que cambiaba los contratos temporales a fijos discontinuos era simplemente una argucia estadística. La realidad es que en 2017, después de la larga recuperación de la crisis financiera, el PIB español per cápita era el 92% de la media de la UE y en 2023 apenas el 73%. La complacencia de Gentiloni, ratificada en ocasiones por la propia Ursula von der Layen, ha sido el principal argumento de Pedro Sánchez para poder decir que la economía española «va como un cohete».

La Comisión es una institución colegial en las que las decisiones se toman por consenso de todos los comisarios y el área económica ha estado también bajo el control de un vicepresidente que forma parte del grupo popular como Valdis Dombrovskis quien ya ha sido designado por el gobierno de su país para un tercer mandato. Sin embargo, el que maneja directamente los informes y el trabajo de los técnicos es tradicionalmente el comisario. Gentiloni ha sido el encargado de hacer esos ajustes más políticos, invariablemente condescendientes con el actual Gobierno español, para el que han desaparecido todas las viejas reclamaciones que estuvieron durante décadas en la agenda del ejecutivo comunitario. Tanto las indicaciones para la liberalización del mercado de trabajo o la reducción de la fragmentación del mercado interno parecen haberse olvidado. Unas veces basándose en la suspensión temporal de las reglas fiscales y otras de manera más discrecional, el italiano ha utilizado siempre ese margen de maniobra para favorecer a Sánchez. Incluso cuando desde el Parlamento Europeo se alzaron denuncias sobre el misterio del uso de los fondos europeos en la comisión de Control Presupuestario.

Lo que puede darse por seguro es que Gentiloni no volverá a ser el comisario italiano en la próxima legislatura. La primera ministra Giorgia Meloni ha dado pruebas de flexibilidad pero no parece razonable imaginar que a la hora de designar al próximo comisario italiano fuera a señalar a un socialista. Menos aún teniendo en cuenta que los demás líderes europeos que pertenecen a la familia popular ya han dado a entender que dos legislaturas con un socialista como responsable de Economía (el antecesor a Gentiloni fue el francés Pierre Moscovici, también socialista) ya es suficiente.

De hecho, en el Consejo Europeo informal del pasado lunes sobre el reparto de cargos para la próxima legislatura, la cuestión de los nombres quedó resuelta enseguida, con la continuidad de Von der Leyen teniendo en cuenta, como se dice en el Tratado, que el PPE ha sido el partido más votado. Lo que no permitió un acuerdo completo fue la discusión sobre la orientación política de la próxima legislatura, el verdadero nudo gordiano de todas las negociaciones. Se comprobó que la elección de los cargos más importantes no es suficiente si el rumbo político de la UE sigue sin definirse en favor de sus posiciones. La familia del centroderecha quiere que la nueva Comisión tenga en cuenta que una mayoría de europeos se ha pronunciado a favor de sus propuestas, muy por delante de los que prefieren un enfoque socialdemócrata.

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En ese reparto de puestos, Pedro Sánchez se ha alzado con la responsabilidad de representar a la familia socialista, lo que le proporciona una posición muy favorable para poder colocar a su candidata a comisaria, la ministra teresa Ribera, en un puesto relevante de la Comisión que seguro no estará en el área económica. Con Nadia Calviño ya en Luxemburgo, sus posibilidades de influir en los dictámenes de la Comisión serán sensiblemente menores.