El caos económico de Trump esconde en realidad un plan para provocar una recesión
El 'Acuerdo de Mar-a-Lago', la apuesta más arriesgada del presidente de EE.UU., pretende devaluar el dólar para ser más competitivos y prevé la posibilidad de desestabilizar los mercados financieros e incluso caídas temporales del PIB
El caos comercial de Trump y el temor a una recesión sacuden los mercados
Aranceles que se imponen y eliminan a toda velocidad, en un vaivén que desconcierta a mercados y socios comerciales. Promesas de reducción drástica del gasto público, mientras se anuncian recortes de impuestos que agravan aún más el déficit. Caídas alarmantes en los valores de la ... Bolsa, una depreciación del dólar que amenaza con desestabilizar la economía, e inflación que sigue sin bajar lo esperado. Un escenario de incertidumbre permanente, donde las reglas del juego cambian sin previo aviso. La política económica de Donald Trump en el inicio de su mandato parece improvisada, un caos sin aparente método, pero la Casa Blanca insiste en que no es así. Lo que parece caos, defienden, es en realidad parte de un plan meticulosamente diseñado: el llamado 'Acuerdo de Mar-a-Lago'.
El 'Mar-a-Lago Accord', como se le conoce en inglés, es una estrategia negociada por el equipo económico, comercial y diplomático de Trump con un objetivo claro: debilitar intencionalmente el dólar y reestructurar el comercio global en favor de la economía estadounidense, haciéndola más competitiva frente a países que hasta ahora imponen mayores barreras comerciales.
El nombre del acuerdo hace referencia a la mansión de Trump en Florida, del mismo modo que el 'Plaza Accord' de 1985 recibió su nombre por el hotel donde se firmó un acuerdo entre EE.UU., Japón, Reino Unido, Francia y Alemania para devaluar el dólar y fortalecer la competitividad industrial estadounidense bajo la presidencia de Ronald Reagan.
Según los detalles que ha deslizado el equipo de Trump en los últimos días, la clave de este acuerdo es reducir la fortaleza del dólar para beneficiar las exportaciones frente a rivales como China y Japón. Para ello, la estrategia incluye aranceles agresivos como método de presión, clasificando a los países en tres categorías: aliados (código verde): con quienes se buscaría una mayor cooperación; países en negociación (código amarillo) con los que habría margen de acuerdo, y adversarios (código rojo) a quienes se aplicaría la máxima presión comercial y financiera.
Lo más llamativo del plan es que sus impulsores, incluido el secretario del Tesoro, Scott Bessent, creen que las medidas drásticas generarían una recesión inicial que aceleraría las negociaciones y facilitaría la reducción de tasas de interés, un objetivo que Trump persigue desde que asumió el cargo.
Eso explica que, a diferencia de su primer mandato, Donald Trump no ceda ni muestre signos de pánico cuando los mercados se desploman. Su equipo económico sostiene que, en lugar de medir el éxito con el comportamiento bursátil a corto plazo, la Casa Blanca prefiere evaluar la reacción de los grandes empresarios estadounidenses, considerando que son ellos quienes realmente impulsan la economía.
Los portavoces de Trump dicen ignorar los 'espíritus animales', término popularizado por John Maynard Keynes, que hace referencia a la confianza y percepción subjetiva de los inversores sobre el futuro económico. En este caso, la Administración Trump lo descarta como una métrica confiable, argumentando que la volatilidad de los mercados no refleja necesariamente la efectividad de sus políticas.
Bessent, el secretario del Tesoro, ha señalado que «las correcciones de mercado son saludables y necesarias», y que los efectos inmediatos de la política económica de Trump —incluidos los aranceles y la devaluación del dólar— deben evaluarse en función de su impacto a largo plazo en el empleo, la manufactura y el crecimiento industrial.
Por eso, pese al desplome de los mercados, que rozan un periodo de corrección y podrían anticipar una recesión, Trump no cede terreno. Lejos de moderar su discurso, insiste en que los estadounidenses deberán apretarse el cinturón. «Aguanten un poco, porque después vendrá una época de riqueza sin límites. Tendremos tanto dinero que no sabrán qué hacer con él», afirmó recientemente a bordo del avión oficial Air Force One.
Pantallas baratas
Bessent ha reforzado esta idea minimizando la caída del mercado bursátil, calificándola de «saludable y normal». En cuanto al encarecimiento del costo de vida, rechazó la idea de que la prosperidad dependa de bienes baratos. «El sueño americano no es dejarlos consumir teles de pantalla plana baratas», afirmó, en referencia a la dependencia de productos importados a bajo costo.
Estados Unidos también plantea ofrecer a otros países o inversores la opción de cambiar reservas en dólares y bonos del Tesoro de corto plazo por instrumentos financieros a largo plazo, como bonos perpetuos. La idea es aliviar la presión sobre la deuda a corto plazo y garantizar estabilidad financiera, sin perder el dominio del dólar en los mercados globales.
Sin embargo, esta estrategia choca con la necesidad de mantener la confianza en el dólar como moneda de reserva mundial y atraer inversiones extranjeras. Stephen Miran, próximo presidente del Consejo de Asesores Económicos, sostiene que «el origen de los desequilibrios económicos es la sobrevaloración persistente del dólar, lo que impide el equilibrio del comercio internacional». Según su análisis, «esta sobrevaloración se debe a la demanda inelástica de activos de reserva», y advierte que «a medida que el PIB global crece, la carga de financiar estos activos y mantener el paraguas de defensa de EE.UU. se vuelve cada vez más pesada, recayendo principalmente en el sector manufacturero y en los bienes comerciables». Miran sugiere que este modelo no es sostenible y que «una devaluación del dólar podría ser necesaria para restaurar la competitividad de la economía estadounidense».
Con este escenario, el Acuerdo Mar-a-Lago se convierte en una de las apuestas económicas más arriesgadas de Trump. Lo que sus aliados ven como una reestructuración del comercio global, sus críticos lo consideran una jugada temeraria con consecuencias impredecibles.
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