Maradona, el «10» que le habló a Dios de tú
Cuando en 1987 ganó el Scudetto con el Nápoles, apareció en el muro de un cementerio de la ciudad: «No saben lo que se perdieron»
Muere Diego Armando Maradona a los 60 años tras sufrir un paro cardiaco

*Artículo publicado el pasado 30 de octubre, con motivo del 60 cumpleaños de Diego Armando Maradona
Ayer fue nochebuena y hoy, treinta de octubre, es navidad. Así es, si se profesa el credo de la Iglesia Maradoniana. Como rezaba una pintada frente a su ... casa en Villa Devoto: «El 30 de octubre de 1960 nació Dios». Efectivamente, Maradona cumplió 60 años hace poco menos de un mes , pero el mito volaba libre en lo intemporal hace muchos años. Este miércoles 25 de noviembre quedará marcado para siempre: ha muerto Diego Armando.
La Iglesia Maradoniana no fue la única experiencia de deificación de Diego. En Nápoles le cambiaron la letra al padrenuestro para rezarle, y en alguna procesión sacaron su imagen nimbada. Cuando en 1987 ganó el Scudetto, una pancarta apareció en el muro del cementerio: «No saben lo que se perdieron».
Maradona es una estrella del fútbol, del rock y del siglo XX. Como uno de sus protagonistas, lo mejor de él se quedó allí. El fútbol actual se divide en quienes vieron a Maradona y quienes se atreven a compararlo con Messi . La lista de los más grandes hace con él una excepción: Pelé o Di Stéfano aun responden a criterios cuantitativos, Mundiales o Copas de Europa; cuando se coloca a Maradona como el mejor de todos se atiende al talento puro. Una fascinación por encima del análisis. Como sostiene el desmitificador escritor argentino Juan José Sebreli, Maradona no tenía remate de cabeza ni pierna derecha y en su carrera marcó solo 266 goles . Con Boca ganó una Liga, con el Barça ni eso , su Nápoles empezó a decaer en 1988 y su Mundial no es del todo indiscutible porque se ganó con la Mano de Dios, ese gol, «imposibilidad lógica» según Valdano, con el que Diego vengó Las Malvinas .
La nacionalista fue solo una de las manifestaciones de Maradona. Mucho antes fue imagen de la dictadura militar, cuando distrajo a la Argentina de Videla con su mundial juvenil, y en Nápoles devino en símbolo sureño relacionado con la Camorra. No se quedó ahí Maradona, que se fue convirtiendo en amigo de dictadores y mascota antiimperialista. Se tatuó al Che y a Fidel Castro , por el que, llegó a decir, «daría la vida»; también apoyó a Chávez, Evo Morales y Ahmadineyad.
Esa rebeldía de Maradona amplificaba a nivel planetario su eterna guerra contra los estamentos del fútbol y los poderosos como Grondona, jefe del fútbol nacional, o Joao Havelange , presidente de la FIFA, «la mano negra» que le perseguía cómicamente y contra la que llegó a intentar acaudillar a todos los futbolistas del mundo. Entre los poderosos estaba Pelé, del que un día dijo que «debutó con pibe». A José Luis Núñez , presidente del Barça, le destrozó muy cerca un trofeo Teresa Herrera; disparó a periodistas e incluso atropelló a un cámara al que luego recriminó: «Boludo, ¿Cómo vas a poner un pie debajo de la rueda?». La rebeldía la dirigió contra lo más alto: «El Papa no existe», declaró una vez (y era Juan Pablo II), «creo en Dios, solo en Dios. Línea directa con el Barbas».
La leyenda de la leyenda es su infancia en Villa Fiorito . Era «villero», «cabecita negra», hijo de indígena e italiana, y pobre de solemnidad. Antes de ser futbolista profesional ya aparecía en televisión como prodigio infantil y cuando le regalaron la primera pelota durmió abrazado a ella. Persiguiéndola un día, cayó en un pozo séptico, donde luchó por no hundirse en los excrementos. Esta historia se ha utilizado como símbolo o presagio de su caída en la droga. «Fui drogadicto, soy drogadicto y seré drogadicto». Es parte de la leyenda que en un Boca-Estudiantes se acercó a la grada y recogió de un hincha una bolsita con cocaína para el descanso. Pero hasta con eso llegó a hacerse la vista gorda. En 1994, cuando su adicción era conocida, fue convocado para el campeonato del mundo. Los positivos tampoco eran razón suficiente para menguar la fe. Algunos periodistas defendieron que la cocaína fuera retirada de la lista de sustancias prohibidas, y cuando Japón le prohibió la entrada, una bomba estalló en la embajada en Buenos Aires; con una nota: «Maradona sí, Japón no». Incluso las sanciones se discutían. En 1997 fue suspendido por un positivo y uno de los jueces dejó sin efecto el castigo. Un político llegó a decir que los seres excepcionales merecían soluciones excepcionales. Frente a la AFA , alguien pintó: «Amnistía a Dios».
En los últimos años, de decadencia no solo física, ha dirigido en Arabia, al Sinaloa de México y, de vuelta en Argentina, a Gimnasia de La Plata . Sus intervenciones en ocasiones son ininteligibles, pero es como un Elvis del fútbol. El futbolista es incuestionable, el hombre es criticado, y por encima de ambas cosas está el mito. Esto puede parecer un tópico, pero la experiencia del culto existe. En el último Mundial, Argentina debutaba contra Islandia en Moscú. El estadio estaba lleno. Los equipos formaban en el campo, iban a sonar los himnos y las cámaras miraban a Messi , estrella del torneo. Todo preparado y, de repente, algo pasó. Un rumor se levantó, el inicio de una ola, una fiebre agitó el estadio e hizo que todos se giraran hacia un punto concreto de la grada donde -qué si no- estaba Diego Armando Maradona . Decenas de miles de personas dejaron lo que estaban haciendo, su cántico, su crónica, su bocadillo. Los dos equipos, Messi y el árbitro esperaban, olvidados. Nadie se interesaba ya por ellos. Costó trabajo salir de la fascinación y dar comienzo al partido.
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