La paradoja de ser George Harrison, el inseguro y contradictorio 'Beatle de clase turista'
Philip Norman, biógrafo de Lennon y McCartney, explora la compleja y acomplejada figura del autor de 'Something' en 'Beatle a su pesar', biografía con freno y marcha atrás
El día que Yoko Ono enseñó a inhalar heroína a John Lennon y otros mitos de la historia oral de los Beatles

Explica Philip Norman, celebridad de la biografía rock y ufano mercader de los secretos de Mick Jagger, Jimi Hendrix, Elton John, Buddy Holly y claro, los Beatles (suya es la legendaria y ampliamente criticada por partidista y excesivamente 'johnlennoniana' 'Shout!', la ... primera monografía sobre los de Liverpool) que necesitó años, casi décadas, para lograr comprender a George Harrison. Poco parece, la verdad, para alguien que despidió al autor de 'While My Guitar Gently Weeps' calificándolo de descortés y resentido y aliñando su infame obituario en 'The Sunday Times' con expresiones gratuitamente hirientes como «en ese momento pensé que parecía un imbécil miserable, pero no me imaginé que tenía razón», pero el caso es que aquí está, recién llegada a las librerías 'George Harrison. Beatle a su pesar' (Libros Cúpula), biografía que desentraña, o por lo menos lo intenta, el misterio del Beatle 'no-tan-tranquilo' en 525 páginas.
Un paseo al lado de las 840 y 800 páginas que el propio Norman dedicó a John Lennon y Paul McCartney, respectivamente, pero más que suficientes para glosar la compleja y acomplejada figura de un Harrison que odió con todas sus fuerzas la 'beatlemania' y acabó refiriéndose a sí mismo, no sin cierta guasa, como 'el Beatle de clase turista'. El de orígenes más humildes, por tirar de eufemismo y no recordar las penurias de posguerra que él mismo agavilló en las primeras páginas de 'I Me Mine'; el crío esmirriado, de salud quebradiza y marcado acento 'scouse', ante el que arrugaba la nariz Mimi Smith, la altanera tía de Lennon; y, en fin, el joven silencioso y aparentemente tímido que perdió la virginidad en una litera de Hamburgo mientras Lennon, McCartney y Pete Best, primer batería de la banda, no perdían detalle.
«Vete a la mierda. ¿No ves que estoy meditando?»
Saluden, pues, a George Harrison (1943-2001), el Beatle contradictorio y paradójico. El que, tras años de ninguneo y autoestima por los suelos, firmó con 'All Things Must Pass' el mejor álbum en solitario grabado por un Beatle. El ser de luz que acercó el hinduismo y las filosofías orientales al rock pero se convertía en un ogro gruñón en cuanto se quedaba a solas con su mantra. «Vete a la mierda. ¿No ves que estoy meditando?», que, recuerda el jefe de prensa Derek Taylor, le espetó a un azafato preocupado por los sonidos que emitía durante un vuelo transatlántico. «Su meditación obsesiva, sus cánticos incesantes y constantes giros de la rueda de la plegaria, lejos de traerle la paz interior que prometían, solo parecían ponerle de mal humor e irritarlo», constata Norman.

El pecado original, una vez más, fue la gigantesca sombra que proyectaban Lennon y McCartney y la dificultad de Harrison para abrirse camino entre el cinismo del primero y la hiperprofesionalidad del segundo. Con la moral minada tras años de rechazos, menosprecios no sólo de Lennon y McCartney, sino también de George Martin, y canciones grabadas a regañadientes, Harrison se 'vengó' con el triple LP 'All Things Must Pass', pero incluso entonces seguía balbuceando cosas como que después de pasar tantos años junto a McCartney había perdido la confianza en sí mismo como músico. «Me arruinó como guitarrista», dijo. Mucho más hiriente fue Lennon, quien, aburrido de encontrarse con 'My Sweet Lord' cada vez que ponía la radio, llegó a decir que si Harrison había conseguido brillar era porque «estuvo trabajando con dos compositores jodidamente brillantes y aprendió mucho».
«Necesitaría escribir las biografías separadas de John Lennon y Paul McCartney, y luego de su mejor amigo, Eric Clapton, para comprender la paradoja de ser George: la constante marginación y degradación que tuvo que soportar, restringido a solo un par de sus canciones por álbum de los Beatles, su confianza en sí mismo erosionada especialmente por McCartney, al mismo tiempo que aparentemente es uno de los cuatro seres más benditos del siglo XX», concluye Norman sobre su acercamiento a Harrison.
Saboteando la 'beatlemania'
¿Una primera pista? Veamos el prólogo de 'Beatle a su pesar'. «Cuando a principios de la década de 1960 se desató la locura Beatle, nadie le habría tomado por un músico de segunda. En los directos era casi tan adorado como Paul, con su rostro delicado, sus cejas arqueadas y un pelo tan espeso y manejable que, en palabras de un amigo del colegio de Liverpool, pronunciadas no sin cierta envidia, era 'como un jodido turbante». Pero aquel delicado rostro no era especialmente pródigo en sonrisas, algo que sus fans esperaban de él y es posible que esto fuese la semilla de una idea chocante: la de que ser un Beatle quizá no fuese una fuente de alegría perpetua», leemos.
Algo debía sospechar ya el propio Harrison, quien a punto estuvo de boicotear sin querer y hasta en dos ocasiones los comienzos de la banda. La primera, en 1962, cuando se burló de la corbata de George Martin minutos antes de empezar a grabar 'Love Me Do'. La segunda, en 1964, cuando casi obliga a cancelar la aparición de la banda en el 'Ed Sullivan Show' debido a una faringitis estreptocócica. Dos años después, fue él quien más apretó para que los Beatles dejaran las giras y el primero en amagar con dejar el barco cuando las cosas empezaron a descomponerse. «Esto ya no es divertido, estar en esta banda es deprimente, todo esto es una mierda, gracias, me marcho…», escribió Harrison para ilustrar el nacimiento de 'Wah-Wah', una de las canciones que acabaría en el colosal 'All Things Must Pass'.

Ese es el tipo de material que destila aquí Norman; la materia prima de una historia redundante es sus partes conocidas (casi nada nuevo a lo ya dicho, escrito, filmado y pregonado del periodo 1958-1970) pero valiosa a la hora de explorar e iluminar las notorias contradicciones de un tipo «ridícula y asfixiantemente famoso y al mismo tiempo infravalorado e ignorado». A veces, también, del más hábil malabarista en el alambre pop: enemigo declarado del 'mundo material', acabó teniendo una isla privada en Australia, firmó el primer himno contra el impuesto de la renta («'yeah, I'm the taxman!») y se pasó los setenta despistando a los suyos con lo que Ringo llamaba la pugna constante entre «la bolsa de los rosarios y la bolsa de la cocaína». Drogas, espiritualidad y rock and roll. «Por las mañanas, Pattie (Boyd) me preguntaba: ''¿Qué nos toca hoy, oración o cocaína?'', recuerda en el libro la asistente de Harrison.
Triángulo amoroso
De puertas hacia dentro, su vida sentimental también era un fiel reflejo de esa paradoja andante en la que se convirtió el autor de 'Something': casado con Pattie Boyd desde 1966, tuvo varias aventuras extramatrimoniales (la más sonada y potencialmente dañina, con la mujer de Ringo, Maureen Starkey) y, en un giro hollywoodiano de los acontecimientos, acabó asistiendo en 1979 como invitado a la boda de Boyd con su mejor amigo, un tal Eric Clapton. Uno de los triángulos amorosos más famosos de la historia del rock y nada nuevo bajo el sol de lo que Norman califica de «bucanerismo sexual que coexistía con sus mantras y cuentas de oración».
Capítulo a capítulo, 'Beatle a su pesar' deshoja la margarita de Harrison y va retirando, una a una, todas las capas de hojarasca que acabarían conformando la personalidad del músico británico. Así, conocemos aquí al impulsor del 'Concierto para Bangladesh' y al apasionado de la Fórmula 1; al niño que con 13 años pasó seis semanas ingresado por una nefritis y al adulto que a punto estuvo de morir apuñalado por un intruso que se coló en su casa en 1999; al dedicado guardián de Friar Park, mansión neogótica que rehabilitó con esmero durante 30 años, y al productor accidental que se metió en la industria del cine por amor a los Monty Python.
Lo que tiene que ver con Hand Made Films es, de hecho, lo más revelador de la biografía, ya que ilumina los alrededores de 'La vida de Brian': el 'renacimiento' de la industria cinematográfica británica gracias a títulos como 'El largo viernes santo', 'Los héroes del tiempo', 'Withnail y yo' y 'Función privada', entre otros, y el agujero de más de 32 millones de dólares con el que se encontró Harrison tras años de negligencia contable y demandas que, señala Norman, multiplicaron sus tormentos al final de su vida.
«Al investigar para 'Beatle a su pesar' descubrí que 'el tranquilo' tenía más facetas de las que la mayoría de su público jamás hubiera imaginado; los otros Beatles parecían unidimensionales a su lado», concluye Norman sobre una biografía que se cierra en noviembre de 2001, cuando Harrison falleció a los 58 años tras sufrir un cáncer de pulmón y sus cenizas fueron esparcidas en los ríos Ganges y Yamuna.
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