Los siete pecados capitales de...
Ingrid García-Jonsson: «Vivir sin pecar es imposible y, además, aburridísimo»
La actriz da vida a una particular asesina en 'Una ballena', su nueva película, que navega entre la ciencia ficción y la fantasía
Los siete pecados capitales de Maxi Iglesias

Ingrid García-Jonsson, polifacética actriz y directora, estrena, a las órdenes del director Pablo Hernando, con el que ya colaboró en los inicios de su carrera, el film 'Una ballena'. Entre la ciencia ficción y la fantasía, y aunque en esta película encarna a ... una asesina nada convencional, aquí hablamos con ella de lo terrenal: de pecar.
—Le perdono un pecado capital.
—Yo creo que está bien que hablemos de todos.
—¿Cuál sería, entonces, su pecado de cabecera?
—Uy, pues yo voy de cabeza a la pereza. Lo tengo clarísimo. Es contra el que más tengo que luchar y es el demonio que siempre me posee.
—¿Sin remordimientos?
—No, no, a veces me entrego sin problemas pero otras veces me siento fatal. Porque pienso que pierdo mucho el tiempo. Pero es que me encanta estar en mi casa sin hacer nada. Por eso lo tengo que combatir, porque está escrito en mi ADN que soy extremadamente vaga.
—Miremos el lado bueno: a lo mejor caer en la pereza le libra de caer en todos los demás pecados.
—Pero sería un poco triste que, como todo te da pereza, al final no vives.
—¿Y cuál es el que podría disculpar en los demás?
—La gula. Se la puedo disculpar a cualquiera. Es que me parece muy disculpable eso de comer todo lo que quieras, cuando quieras. Es tan gustosa. De hecho, he compartido piso durante muchos años y nunca ha sido un problema para mí eso de que alguien se haya acabado los yogures. Es un pecado un poco antiguo, debería estar fuera de la lista.
—Si lo sacamos tendríamos que añadir uno nuevo…
—Pues añadiría como nuevo pecado al que comete el que cuenta todo sobre su vida y el que opina de todo. Yo, al opinólogo, lo volvería un pecador.
—Discúlpenos, al menos, a los que hemos hecho de eso nuestra profesión.
—Por supuesto, esa es otra cuestión. Me refiero al que da opiniones sin que se las pidan. Ese, directo al infierno.
—Sacamos la gula y sacamos la pereza. ¿Qué hacemos con la lujuria?
—Lo que pasa con la lujuria es que sí puede hacer daño a otras personas. La pereza y la gula son más hacia uno mismo, no haces daño al otro. Con la lujuria es más expansiva y hay que ser más cuidadoso. Es divertida y, si hay acuerdo, no está mal, pero hay que tener en cuenta al otro.
—¿Cuál sería el pecado que no podría disculpar jamás?
—La avaricia. Me parece terrible. Creo que estamos en un mundo al que hemos venido para compartir y creo que el ansia de tener más y tener más que nadie no hace nada bueno. O por lo menos yo no lo admiro en absoluto.
—¿Y la soberbia?
—Pues yo es que la soberbia, a veces, la veo necesaria. Y puedo entender, incluso, que sea necesaria para valorarte a ti mismo y para superarte. Yo creo que está muy bien reivindicar un poco el lugar que tú crees que tienes en el mundo. Otra cosa es que te lo den o no, pero decir «aquí estoy yo» y «esto es lo que valgo» me parece necesario. Y es algo que las mujeres no hacemos mucho, así que creo que no está mal ser una mujer soberbia.
—Fuera la soberbia, también. Se nos va a quedar una lista de cuatro pecados capitales.
—Se nos queda una lista escuálida, pero yo creo que es importante pecar para aprender. Los pecados vienen de errores que cometemos en la vida, y eso es enseñanza. Vivir sin cometer errores, sin pecar, es imposible. Y, sobre todo, aburridísimo. Además, sabiendo que nos los perdonan…
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