'Vuelan palomas', la conciencia desde el púlpito

No es extraño por eso que baje hasta las alcantarillas de nuestras ideas para llevar a cabo un ejercicio de limpieza, que se asome a la Historia de España para ver sus delirios, sus dolores, sus brillos y sus paradojas. La España que retrata este sermón de sermones es una crónica de purgas, de persecuciones, de braseros donde arden las herejías, de expulsiones y desarraigos raciales, de aquella búsqueda de una pureza religiosa que debía dar sentido a una idea de nación.

Y sin embargo España siempre se ha escapado de España, siempre que se la ha querido reducir (y esto vale para España como país y para cada uno de los territorios que la forman) se ha mostrado más compleja, más rica, más plural. El proyecto español, el sentido de ser español lo cifra José Luis Gómez en la fraternidad, el humanismo y la espiritualidad abierta.

Siempre al lado de silenciados por la historia, ve en las mujeres a esas víctimas que necesitamos restituir, darles dignidad si queremos pensarnos como comunidad digna de tal nombre, si queremos limpiar los agravios del pasado. 'Vuelan las palomas' es un homenaje a todas esas mujeres que quedaron orilladas de nuestros grandes relatos, empequeñecidas en sus habitaciones, en las celdas de sus conventos, en sus revoluciones interiores y en sus críticas.

Pero como no podía ser de otra manera, 'Vuelan palomas' es también un gran acto de celebración, la fiesta del español como lengua, de las hablas, de los acentos y pluralidades del idioma. No hay una empresa mayor que esa patria sin fronteras, que ese tributo a nuestro papel en la historia de la cultura y cuyo presente es de un vigor que está más allá de los rencores y los resentimientos.

José Luis Gómez crea sobre las tablas un territorio emocional, no hay fábula, no hay descripción sino el intento de sentir, de pensar qué sea o no España. La escenografía es sencilla, un palomar, un muro lleno de huecos, una pared arañada, defecada, llena de sombras. Junto a ella escaleras, púlpitos que se mueven, extraordinarios efectos iluminativos. La riqueza de la palabra se ve envuelta, de esta forma, en una intensa plasticidad, en una riqueza plástica que tiene su correlato en unos trabajos interpretativos donde lo corporal es una forma más de lo verbal.

La obra no es una antología de sermones, va a los datos, a las palabras dichas, a las vidas que dieron aliento a esas palabras, algunas de ellas terribles, no obstante, solo busca proyectar una verdad personal, una verdad que tiene mucho de pregunta peligrosa, de duda, de tanteo, pero con la que desea hacer vibrar al público, crear un territorio escénico que tiene mucho de personal y hasta de biográfico.

Un territorio al que José Luis Gómez le da cierto aire de despedida, y en el que a las puertas de ese adiós subraya hasta qué punto el teatro es una manera de reconciliación, el lugar donde la intimidad se hace conciencia de una comunidad.